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El catedrático Echeburua aboga por evitar terapias que estigmaticen a las víctimas en la atención inmediata en desastres

El catedrático Echeburua aboga por evitar terapias que estigmaticen a las víctimas en la atención inmediata en desastres
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    El catedrático Echeburua aboga por evitar terapias que estigmaticen a las víctimas en la atención inmediata en desastres - (foto 2)

    Atender sus necesidades básicas, evaluar adecuadamente, detectar a las personas vulnerables y realizar tratamientos cortos con objetivos concretos para no estigmatizar a las víctimas de los desastres. Estas fueron las premisas básicas que expuso ayer Enrique Echeburua, catedrático de Psicología Clínica de la Universidad del País Vasco, fundador del Instituto Vasco de Criminología y presidente de la Sociedad Vasca de Victimología, durante la primera jornada del curso de verano de la Universitat Jaume I "Emergencias y desastres: ¿cómo se debe intervenir con las víctimas desde la psicología positiva", que se desarrollara hasta el próximo viernes en el hotel Orange de Benicàssim.

    Durante su ponencia "Intervención en crisis en víctimas de desastres: ¿cuándo, cómo y para qué?", el catedrático vasco se mostró particularmente crítico con el denominado 'debriefing', técnica psicológica consistente en una terapia de grupo en las primeras horas tras el suceso, durante la intervención en plena crisis. "No se han obtenido resultados positivos e incluso pueden tener consecuencias negativas; hay personas que necesitan terapias y la mayoría no las necesitan, por lo que no se puede 'psicopatologizar' a las víctimas", argumentó.

    Así, Echeburua explicó que lo más importante en la atención a las víctimas cuando el desastre está aún reciente es cubrir sus necesidades básicas, comentar lo ocurrido con los amigos y familiares como desahogo emocional y derivar a las víctimas vulnerables a un tratamiento específico. "De esta manera se puede impedir la cronificación de las víctimas, pero también evitar que revivan el trauma y estigmatizar a la víctima como enfermo", señaló, para añadir: "porque hay personas introvertidas que no necesitan explicar sus sentimientos sobre el trauma para poder superarlo".

    Eso sí, el ponente, autor de numerosos libros especializados y de divulgación sobre violencia en el ámbito familiar, alcoholismo, fobia social y victimología, quiso dejar claro que "hay daños psicológicos objetivables que son sensibles al tratamiento terapéutico, como el trastorno de estrés postraumático (TEPT), la ansiedad, la depresión o la inadaptación, para los que se deben de aplicar protocolos de actuación con experiencia clínica, y que han de seguir principios básicos como mejorar el malestar emocional o ayudar en el proceso de curación natural, que es la tendencia general en la mayoría de los casos". Aunque incidió en que "no se puede caer en el determinismo porque, ante sucesos igualmente graves, en España tenemos experiencia clínica reciente en casos de terrorismo en los que hay personas que quedan traumatizadas de por vida y otras que lo superan de forma muy positiva". Así, el daño psicológico en las víctimas puede venir derivado de la vulnerabilidad psicológica y biológica o de un insuficiente apoyo familiar y social, pero también de "estrategias de tratamiento inadecuadas".

    Echeburua desglosó las tipologías de "estresantes", desde desastres naturales hasta accidentes, señalando como las más graves y complejas de abordar las agresiones humanas: atentados terroristas, secuestros, torturas, violaciones o violencia de género. "Las estrategias de resignación son más fáciles de establecer cuando son desastres naturales o accidentes de tráfico, pero cuando es una acción humana es más grave, porque generan odio y rechazo y las terapias a aplicar son más complejas".

    El catedrático vasco mostró una tabla con las tasas de prevalencia del trastorno de estrés postraumático en diferentes grupos de víctimas. Así, las personas que sufren agresiones sexuales son las más susceptibles de padecer un TEPT, con un 57%, seguidas de las víctimas de maltrato doméstico (54%) y de terrorismo (50%).

    cheburua, con una dilatada experiencia clínica en víctimas del terrorismo de ETA, subrayó las excepciones del empresario Emiliano Revilla quien, después de haber sido secuestrado por la banda criminal, se repuso del trauma refugiándose en su trabajo o de la entereza de la recientemente liberada Íngrid Betancourt, como "canto a la condición humana, a los resortes y fortaleza que tienen las personas para sobreponerse a una situación tan traumática contra lo que sería predecible".

    El catedrático de Psicología Clínica analizó las lesiones psíquicas más frecuentes en las víctimas de desastres, como el propio trastorno de estrés postraumático (revivir recuerdos involuntariamente, padecer alteraciones de la memoria, mostrar anestesia emocional), depresión, conductas compulsivas o inadaptación a la vida cotidiana. "Por ejemplo, a una víctima de los atentados del 11-M el olor a carne guisada de un restaurante le producía taquicardias y todo tipo de alteraciones porque lo asociaba al olor a muerto hasta que fue rescatado de uno de los trenes; o también el sonido de un móvil", explicó También subrayó la diferencia entre lo que denominó "trastorno de estrés agudo" propio de los primeros días y semanas tras el desastre y el TEPT, "que hay que diagnosticarlo un mes después del suceso porque las reacciones durante los primeros días son normales ante una situación anormal", y lo dividió en trastorno postraumático agudo, crónico o de inicio demorado. A su juicio, esta última variante, "es la más intrigante y menos estudiada, ya que se han encontrado casos que se han diagnosticado hasta 12 años después de lo ocurrido", como en el caso de ex combatientes de la guerra del Vietnam o Angola o de víctimas de agresiones sexuales.

    "Factores como anclaje en el pasado, el no pasar página, el hacerse preguntas sin respuesta, ¿por qué me ha pasado a mí?, la necesidad de buscar culpables o la negación cognitiva o emocional del suceso son los que más tienden a mantener el trauma en el tiempo", explicó. Entre las secuelas emocionales de un desastre, desmarcándose del concepto judicial de "daño moral" por "no ser cuantificable", el catedrático de Psicología Clínica destacó la modificación permanente de la personalidad, el deterioro de las relaciones interpersonales y la falta de rendimiento en el trabajo estabilizadas durante más de seis meses después del suceso. Entre estas alteraciones, indicó que "en el caso de los hombres se encuentran más casos de alcoholismo y en las mujeres de depresión El terapeuta ha de desaparecer de escena cuanto antes, con tratamientos de tres a seis meses, pero no más. La persona ha de reponerse por sí sola, no hay que fomentar la dependencia con el terapeuta. De hecho, en el País Vasco las víctimas de ETA no suelen utilizar los recursos psicológicos de la administración más tiempo", concluyó.

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