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Castellón homenajea a las víctimas del cine La Paz en el centenario de la tragedia

Castellón homenajea a las víctimas del cine La Paz en el centenario de la tragedia
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    Castellón homenajea a las víctimas del cine La Paz en el centenario de la tragedia - (foto 3)

    «¡Fuego, sálvese quien pueda!». Tras esta aparente broma, se derivó la catástrofe que conmocionó a las vecinas y vecinos de Castellón un 17 de noviembre de 1918. Han pasado cien años y la tragedia, que se cobró la vida de 20 niños y niñas –de entre siete y catorce años– y un soldado, no deja indiferente a nadie. Como si de una película de terror se tratase, se proyecta en el imaginario colectivo el suceso, así como los espectadores en aquel momento contemplaban el filme ‘Los huérfanos del puente de Nuestra Señora’ justo antes de desatarse una avalancha humana a causa de la inocentada.

    En recuerdo a las víctimas, el Ayuntamiento rinde homenaje mañana a las 12 horas con una ofrenda floral en el mausoleo. El paso del tiempo ha deteriorado de tal manera las inscripciones de los fallecidos que a día de hoy son prácticamente ilegibles. En vista de ello, el consistorio ha restaurado las lapidas y ha reparado las partes del monumento más dañadas.

    El mausoleo conmemora lo acontecido en aquel domingo lluvioso. El mal tiempo invitó a los niños y niñas a cobijarse entre las paredes del cine La Paz, ubicado en la esquina entre la calle Asensi y la calle Herrero, que minutos después sería testigo del desastre. La primera sesión del largometraje se desarrolló con normalidad, mientras que al cambiar el rollo, surgió un problema técnico por una rotura en la correa de transmisión del proyector, quedando así la sala completamente a oscuras. Fue entonces cuando una persona alarmó a los asistentes advirtiendo de un falso peligro de incendio, una gamberrada que supuso el detonante de la tragedia. 

    Una multitud de gente se dirigió despavorida a la salida. De nada servían las indicaciones de los acomodadores del cine, que trataban de tranquilizar al público que, presas del pánico, huían desesperados atropellando a todo aquel que se ponía en su camino. Así pues, las personas fallecidas murieron a causa de la asfixia por la incontrolable masa de gente.

    Entre la muchedumbre, se hallaban dos soldados que trataron de reordenar a los pequeños hacia las otras salidas habilitadas, dado que no se sabe por qué razón todos se colapsaron en una sola salida, la ubicada en la calle Asensi. De esta forma, pudieron salvar a muchos niños y niñas pero, en un momento dado, uno de los soldados se cayó de espaldas por las escaleras con un niño en brazos, quedando así sepultado bajo la multitud. 

    Mientras tanto, noticias contradictorias corrían como la pólvora entre los castellonenses; unos decían que se había incendiado el edificio, otras que se había hundido la galería. Los rumores hicieron que la ciudadanía corriera atemorizada al lugar de los hechos con la incertidumbre de ver a algún familiar entre los damnificados. 

    Una oleada de solidaridad inundó la ciudad de la Plana al tiempo que el diluvio bañaba las calles y provocaba un apagón eléctrico que tiñó el escenario con la oscuridad más solemne. Dada la incapacidad del Hospital Provincial para asistir a todos los dañados, los vecinos y vecinas abrieron las puertas de sus casas para acoger a los presentes según iban siendo rescatados. 

    Cuando se enteraron del traslado de los fallecidos al hospital, una peregrinación de castellonenses se dirigió por la avenida Doctor Clará, que días después se cubrió de crespones negros. Los dirigentes políticos cancelaron los actos previstos para esos días y se recibieron numerosas cartas de todos los ayuntamientos de la provincia, así como de otras ciudades españolas mostrando su apoyo a las víctimas de la tragedia.  El entierro se fijó para las tres de la tarde del día 19 de noviembre y la comunidad, desgarrada de dolor, fue a rendirles homenaje.

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