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La lanza que protegió al broche

La lanza que protegió al broche
  • El Museo de Villajoyosa restaura un singular “soliferreum” del s. VI a. C, de una tumba de la necrópolis de Casetes

  • En la tumba también ha aparecido un broche de bronce, que será una de las piezas clave el Museo de La Vila

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La lanza que protegió al broche - (foto 2)
La lanza que protegió al broche - (foto 3)
La lanza que protegió al broche - (foto 4)
La lanza que protegió al broche - (foto 5)
El Ayuntamiento, a través del Departamento de Restauración del Museo de Villajoyosa, acaba de finalizar la restauración de una de las armas más representativas del mundo íbero; se trata de un soliferreum, es decir, una lanza fabricada por completo en una sola pieza de hierro forjado de 1,80 metros de longitud. Es una pieza muy antigua, del s. VI a. C, muy al comienzo de la época ibérica, según la información facilitada por el Museo de La Vila.

El concejal de Cultura y Patrimonio Histórico, Pepe Lloret, ha explicado que “el arma apareció con el resto del armamento de un guerrero en la tumba 20 de la necrópolis de Casetes, excavada en el año 2000, en la que se enterró a un hombre adulto. Durante el ritual de enterramiento, la lanza fue doblada intencionadamente para que cupiera en la fosa de la tumba, y porque en la cultura ibérica era costumbre enterrar a los muertos con sus objetos personales más queridos (los arqueólogos los llaman el “ajuar funerario”) rompiéndolos, doblándolos o inutilizándolos antes para evitar su robo”.

La pieza se extrajo del yacimiento envuelta con una gasa de algodón impregnada de adhesivo porque estaba muy fragmentada. Ésta es la mejor manera de conservar todos los trozos de hierro en su correcta posición hasta su restauración. Además, se ha conservado en un ambiente muy seco para evitar que se deteriorase, según la información facilitada por el Museo de La Vila.

“La corrosión producida durante los más de 2.500 años que las piezas del ajuar de la tumba permanecieron bajo el suelo provocó que varias se soldaran entre ellas: en concreto el soliferreum, un pilum (punta de una lanza arrojadiza de madera) y un magnífico broche de cinturón de guerrero de

bronce, decorado con una lámina de plata repujada: una pieza muy especial, hasta el punto de que será una de las 30 piezas clave del nuevo Museo de la Vila”, ha agregado Pepe Lloret.

Para separar las piezas entre sí ha sido necesario cortar con pequeños discos diamantados. El hecho de que el broche de bronce estuviera pegado al soliferreum de hierro, produjo durante siglos un fenómeno que se conoce como “pila seca”.

En la pila seca, dos metales diferentes que están en contacto producen una pequeña corriente eléctrica en la que el metal más electronegativo hace de ánodo y atrae los electrones del más electropositivo, que hace de cátodo. Al ser el cobre y el estaño (metales que forman el bronce) más electronegativos que el hierro, éste fue cediendo sus electrones al broche de bronce, y con ello el soliferreum se “sacrificó” y se oxidó más en el punto de contacto con el broche, protegiéndolo, y haciendo que éste se conservara en un estado magnífico, sin apenas corroerse, y que apenas necesitara restauración.

Aun así, el soliferreum ha llegado en un buen estado. El soliferreum era una lanza pesada que los guerreros arrojaban a corta distancia inmediatamente antes del choque cuerpo a cuerpo, con el fin de perforar e inutilizar los escudos del contrario, e incluso sus armaduras y su cuerpo, gracias a su gran peso concentrado en una punta pequeña (en este caso 9 cm).

Largo proceso de restauración
El proceso ha sido largo y laborioso: se ha limpiado por medios mecánicos y químicos los depósitos de tierra que cubrían la pieza y las corrosiones más deformantes, que dificultaban su comprensión. Al mismo tiempo se han consolidado con resinas todos los fragmentos sueltos, sobre todo en la zona de la empuñadura, o parte central, que era más ancha. Esta pieza, como muchas otras similares, estaba más deteriorada precisamente en la empuñadura, ya que era el punto por la que la cogía el guerrero, y la sal del sudor de su mano produjo, cuando la pieza quedó enterrada, una oxidación química que hizo que el hierro se hinchara, aumentando su volumen y produciéndose numerosas grietas y astillas.

La pieza ha sido sometida a un proceso de inhibición de la corrosión para impedir que en el futuro la humedad ambiental reactive la oxidación.

 

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