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El desarrollo sostenible se podría mejorar con la integración preferente de la perspectiva de género

    La profesora e investigadora del Departamento de Economía Aplicada de la Universitat de València Isabel Pla y la doctoranda de esta misma universidad Sandra Guevara de Molina, han participado en una investigación sobre las sinergias entre el género y el entorno como propuesta integrativa de aproximación a la sostenibilidad. El estudio se ha publicado en la Revista de la CEPAL, una publicación de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe de Naciones Unidas, cuyo objetivo es el de contribuir al examen de los problemas de desarrollo económico de la región.

    La crisis actual ha cambiado la vida de las personas y también la percepción de la sociedad y del mundo. Ahora bien, esta crisis no es un mal momento aislado. Como concluía el informe de la Comisión Mundial sobre el Medio y Desarrollo, ‘Our Common Future’, la sociedad está abocada a recaídas sucesivas si en el planeta predomina la pobreza y la desigualdad. “Aunque se han hecho algunos progresos desde la convención de Naciones Unidas sobre el medio ambiente y el desarrollo de 1992, aún no hemos adoptado una ruta de desarrollo que tenga en cuenta la manera en que funcionan los ecosistemas o las persistentes desigualdades sociales y de género”, afirma Guevara. Por su parte, Isabel Pla, coordinadora del Microclúster Género y Sostenibilidad, explica que el desarrollo sostenible “se podría mejorar con la integración preferente de la perspectiva de género y de la ética del cuidado”. Las investigadoras han estudiado el enlace entre estos elementos y exploran las sinergias entre género y medio ambiente, a la vez que plantean una aproximación a la sostenibilidad.

    En los últimos años, la crisis ha exigido un peaje humano enorme, ha afectado a los ingresos de los trabajadores y ha aumentado la vulnerabilidad de las personas marginadas, restringiendo el acceso a la salud y a la educación y exacerbando conflictos. Se ha adoptado una gran variedad de medidas económicas y financieras enfocadas, principalmente, a restablecer el equilibrio económico reduciendo el déficit fiscal, evitando el hundimiento de las instituciones financieras, y más recientemente, en la recuperación del crecimiento económico. Y es que aún se piensa que el crecimiento es la panacea de las enfermedades económicas del mundo.

    “A pesar de que han pasado ya veinte años desde la Conferencia de Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo, donde se destacó como centro de atención el deterioro ecológico de nuestro planeta y sus implicaciones para los seres humanos, aún hoy estamos enfrentándonos a los mismos problemas, agravados, eso sí, por nuevos retos que han resultado de la ausencia de una perspectiva global”, destaca Sandra Guevara.

    Por su parte, la Conferencia de Naciones Unidas sobre el Desarrollo Sostenible (Río+20) enfatizó la gran importancia del crecimiento, pero desde una perspectiva verde, así como la necesidad de tomar acuerdos institucionales para fomentar la sostenibilidad. “En este contexto –sostiene Isabel Pla– es importante reconocer que el desarrollo sostenible no puede conseguirse sin reconocer los beneficios que los ecosistemas nos proporcionan, pero también las desigualdades persistentes en nuestras sociedades, como son las relacionadas con el género desde una perspectiva interseccional”.

    Las ecofeministas, término atribuido a la escritora francesa Françoise d’Eubonne, han destacado la necesidad de desafiar la invisibilidad de las mujeres, que comparte muchas características con la invisibilidad de la naturaleza. Las investigadoras de la Universitat de València han explorado en este artículo las posibles sinergias entre la ecología y el feminismo, y las maneras en que estas dos áreas se podrían reforzar mutuamente. Asimismo, perfilan una aproximación integrativa a la sostenibilidad y examinan la transformación posible del modelo económico prevalente occidental para incorporar perspectivas ecológicas y feministas.

    Una de las aproximaciones adoptada por las ecofeministas, por ejemplo, se centra en las estrechas relaciones entre los seres humanos y la naturaleza como un desarrollo del impacto de las desigualdades de género en la estructura actual, y los numerosos retos a los que han de enfrentarse las mujeres del mundo a causa de su acceso limitado a los recursos económicos y su relación con la naturaleza. Otras aproximaciones destacan la necesidad de revisar la conceptualización y el desarrollo.

    El discurso económico de superación de la crisis se centra, sobre todo, en los mercados y en los productos e ignora a las personas que los producen y consumen y que, a menudo, tienen un acceso muy limitado a bienes y servicios. Y eso, sobre todo, afecta a las mujeres, que tienen una carga muy superior de trabajo –si se considera que globalmente se encargan de tareas no retribuidas en casa y con la familia– y sufren una integración precaria en los mercados de trabajo mundiales. Todo ello en un contexto de una feminización creciente tanto de la pobreza como de la vulnerabilidad.

    La conclusión del artículo es que, si queremos superar no solo la crisis sino también este modelo, será necesaria una intervención decidida del Estado como garante de derechos, por una parte, y, además, una economía que no agote y destruya el planeta, por otra. Es necesario reconocer la interrelación constante entre los ecosistemas y las personas en todo el mundo. La índole de esta interconexión en el sistema socioecológico hace que el mero impacto en apenas una parte de este sistema afecte al equilibrio mundial: de aquí la importancia de realizar evaluaciones ambientales a escala planetaria y de velar por que las prácticas de distribución sean justas y por la justicia internacional. Para las investigadoras, eso lleva a una necesaria elaboración conjunta de alternativas globales entre movimientos como el ecologismo y los feminismos. Y aún tendrían que añadirse dos condiciones determinantes: políticas públicas que aseguren la implantación de cambios profundos en los valores fundamentales, y una acción institucional comprometida y decidida que haga ver al mundo la necesidad de esta transformación y que genere el consenso y el lideraje para aplicarla.

    Solo desde esta concepción holística, con nuevos valores básicos y con la promoción de la cooperación sobre la competencia, se podrá conseguir la superación del modelo que solo considera productos y ganancias materiales como índice de bienestar, mientras que ignora la calidad de vida que incluye temas personales y emocionales de los seres humanos en un mundo habitable y no amenazado de agotamiento y destrucción.

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