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Per J. P. Enrique
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Mis dos amigos (1)

    Tengo dos amigos. Hoy voy a hablarles del primero de ellos. Vive en Madrid y  se llama Marcos. Es un  enamorado de España. Tiene dos hijas. La pequeña se llama Itziar. Le puso ese nombre porque le encantan los nombres vascos. Habla con pasión de la cocina de esa Comunidad y de sus pueblos con encanto. De vez en cuando va de vacaciones a aquellas tierras y regresa recitándoles a sus amigos alguna nueva frase aprendida en euskera.

    Marcos va frecuentemente a Barcelona por motivos de trabajo. En un hospital catalán tiene estudiando medicina a su hija mayor. ¿Dónde mejor -dice- para especializarse y a la vez enriquecerse aprendiendo otra lengua de España? Suele repetir que los catalanes son unas personas admirables, acogedoras y muy laboriosas. Le encanta escuchar hablar catalán, un idioma que entiende ben. Le resulta divertido pronunciar algunas frases. Le gusta la música de  Llach, Marina Rosell, Serrat,…Me cuenta lo deliciosos que son els caragols a la llauna y la butifarra catalana. Repite lo divertido que es comerse allí “les calçotades con una rica salsa anaranjada. “

    Mi amigo habla con pasión de la arquitectura gaudiana. De los espectáculos del Palau. Del ambiente de las Ramblas. Me dice que, a veces, se desplaza hasta del Pirineo de Lérida a hacer senderismo para llenar los pulmones de aire puro y perder la mirada en la paz del infinito. Le encanta el Monasterio de  Montserrat. Le gusta la sardana bailada con las manos unidas en señal de  amistad. Le asombran els castellers.

    Marcos, cuando viene a verme, me pide que le hable en valenciano. “Es como el catalán pero pronunciado con mayor musicalidad”. Le gusta oír mi voz expresándome en esa lengua. Es un enamorado de la paella hecha con conejo, pollo y verduras de la huerta. En las fechas falleras recorre con admiración los monumentos. Disfruta saboreando  horchata con fartons. Cuando, hablando, sale el tema del valenciano-catalán mi amigo me dice que él  tiene claro, al igual que todos los filólogos del mundo que hablamos  la misma lengua, pero no ve ningún problema en que otros consideren que por su acento más abierto y por las palabras que son diferentes, el valenciano es un idioma distinto del catalán “¡Que más da! -dice- en los libros de la infancia estaba escrito que el valenciano es un dialecto del catalán y no pasaba nada. No creo que sea un tema para hacer hervir la sangre y mucho menos para rechazar a lo catalán y, a partir de ahí, promover campañas anticatalanistas contra su agua o su cava salidas del odio”.

    Marcos es un enamorado de España. Me habla de Andalucía, de su jerez, del jamón, de la  Alhambra, de las chirigotas de Cádiz, de los tablaos flamencos, del gracejo andaluz,…

    A mi amigo le encanta hablarme de Cuenca, de Segovia, de Toledo. De los bellos atardeceres mallorquines. De las rías gallegas, de su vino blanco, de su orujo y de la queimada. También de las Canarias, del Teide y de las acuarelas que la naturaleza dibuja en el suelo de  Lanzarote.

    Marcos dice que vivimos en el mejor país del mundo. Me habla de Murcia y de Extremadura. De sus dehesas. Del jamón que sale de las bellotas. De las multiculturales Ceuta y Melilla. De la verde Asturias y el escanciado de su sidra. Del placer de recorrer el Camino de Santiago encontrándose con brasileños, neozelandeses, ingleses, italianos y alemanes, hablando todos con cariño y con el corazón. Así es muy fácil entenderse con gente diversa.

    España es una maravilla, repite una y otra vez. Somos un modelo en sanidad. Un ejemplo en trasplantes. No hace falta salir de España para tenerlo todo. Aquí están Goya, Velázquez, Dalí, Picasso,… Aquí están Cervantes, Ortega y Gasset, Quevedo, Machado, Blasco Ibáñez, García Lorca…  Aquí tenemos el Guggenheim, el Prado, el Museo Dalí, el Reina Sofía,… Aquí están la  Sagrada Familia, la  Mezquita de Córdoba,… ¡Me encanta este país! ¡Me encanta  mi país! ¡Me encanta el tapeo y la animación de los bares! ¡Me encanta el deporte de la siesta tan española y  la excelente tortilla de patatas!

    Marcos, mi amigo, está muy apenado por lo que sucede en Cataluña. Le duele que la Audiencia Nacional haya sido tan dura al dictar cárcel sin fianza para Junqueras y los consellers que fueron  declarar. Le duele que este gobierno haya utilizado el artículo 155 para deshacer las instituciones catalanas mandando allí a miles de policías y guardiaciviles. Le duele lo que pasó el 1-O convirtiendo la actuación policial en noticia en todo el mundo. Le duele lo que, en cámara oculta, ha escuchado decir a algunos miembros de las fuerzas del orden riéndose de Oriol Junqueras. Le duele que el fanatismo de Puigdemont dictamine  dónde hay democracia y dónde fascismo (¡como mal utilizamos las palabras fascismo y democracia!) mientras abandona la República para ir a refugiarse en una monarquía.

    Mi amigo ama España. Mi amigo siente muy poco apego a las banderas y siente pena al ver  el sectarismo con la que muchos se manifiestan pegados a trozos de tela. Mi amigo tiene una forma de sentirse español que va más allá de la bandera, el  himno y la unidad de la patria en los que demasiados se quedan. Mi amigo diente un dolor profundo cuando observa que el anticatalanismo crece y choca con el antiespañolismo. Mi amigo dice que alguna maldición de algunos dioses irritados debe haber caído sobre España para que los ánimos se hayan enconado como lo están ahora mismo. Unos dioses  que solo enredan desde  sus oráculos en Madrid y en Barcelona.

    Mi amigo entiende España como yo la entiendo. De la boca de mi amigo jamás ha salido una palabra de desprecio hacia catalanes o vascos. Mi amigo se pone triste cuando las escucha.

     Mi amigo sabe que atravesamos un grave y peligroso problema político que solo puede solucionarse con política. De lo que se han olvidado Mariano Rajoy  y su partido en los últimos años. (Hasta Aznar acaba de decirlo ahora.)

    (La próxima semana hablaré de mi otro amigo. Se llama Jose y vive en Valencia.)

     

    TRAS LOS PAPELES DE PANAMÁ AHORA SALEN LOS DEL PARAISO

    Es evidente que hay dos economías: La de los ricos poderosos que se mueven con total impunidad disponiendo de refugios para esconder sus mordidas que han obtenido sin necesidad de explicar la procedencia ni pagar impuestos y la de la gente normal que paga gravámenes por comprar una barra de pan o por dejar la casa familiar en herencia a un hijo. La gente normal es la que escucha la palabra crisis y sabe que le toca apretarse el cinturón para corregir los desajustes que otros han provocado. El orden ese ése porque los poderosos quieren que sea ése y no están dispuestos a que nada cambie. Disponen de suficientes medios para descalificar a quienes entran en la política para cambiar las reglas.

     

    UN PASO MÁS EN LA MALA DIRECCIÓN: EL GOBIERNO, EMPAPELADO EN LOS TRIBUNALES, INTERVIENE EL AYUNTAMIENTO DE MADRID.

    Madrid cerró 2016 con un superávit de 1.000 MM en sus cuentas. Madrid ha reducido su deuda en 2.000 (un 40%) con el gobierno de Manuela Carmena. A pesar de esos datos llega Montoro e interviene sus cuentas para que o no inviertan en infraestructuras o quiten gasto social.  Esas cosas con Gallardón no pasaban. Y pasan mientras la administración central ha incumplido las reglas del gasto en 2014, 2015 y 2016.

     

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    comentaris 10 comentaris
    JPE
    JPE
    15/11/2017 07:11
    Hablando de banderas

    La bandera identifica a un colectivo de manera muy fuerte, en mi opinión demasiado. Me habla un lector de lo habitual que es situarse detrás de una bandera y que lo hacen hasta los seguidores del fútbol. Cierto, pero esa identificación con el colectivo traspasa la libertad del individuo para pasar a ser la del colectivo. "Los míos" y "los otros" A los míos hay que defenderlos a los otros darles en mayor o menor grado. Los míos tienen razón, los otros no. Los míos son los buenos, los otros os malos. Ante la duda de un penalti si es a favor está bien y es justo, si es en contra es injusto y está mal. La entrada que da el contrario es para tarjeta, la de los míos normal. Pasa lo mismo con a política.

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