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Per Ángel Padilla
Yo, animal - RSS

Yo, sábana

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    Yo, sábana- (foto 1)

    Si supieras, si pensases, si me oyeses pensar. Te sorprendería. Cuánto amor. Cuánta memoria. Cuánto soy, cuántos soy, porque de una sábana a las demás hay filtraciones de un enorme memorial.
    En las noches, en tus sueños, yo te amparo, te beso, te cubro, soy madre, hombre, mujer, retoño, soledad, día, dejada, planchada, agradecida de manos, olvidada arrugada en un cubo junto a prendas de vuestras ropas, cuánto sé. Cuánto amor.
    En mí.
    Desde pequeño te tapé, oh amada, ay mis pequeños, todos, vosotros me hacéis útil e importante desde que emerjo de la nación malvácea en la planta del algodón, o de otros materiales, a ser yo en vosotros, grande, como una oración física, soy toda vuestra familia. Cuánta pena pasé en aquellos tiempos en que tantas manos tristes negras obligadas arrancaban mis bolutas, antes de ser tejida y ser yo, luego los cubría, ¡tenían cadenas de pie a pie!, en la noche americana yo lloraba cuando ellas, ellos, dejaban de llorar y se dormían, era entonces cuando yo no podía dormir en ese tiempo amarillo en la noche y de nocturnos días. Y creían al despertar que fue su sudor pero fueron mis lágrimas, por ellos; soy hombro. Soy la mayor página donde escribir.
    Los más grandes versos fueron redactados con furor en mí.
    Y cuando me alzan, pintada con palabras fuertes y bonitas, en las manifestaciones, entonces es de mis momentos en que más os escucho y hablo, como cuando hacéis el amor: cuando protestáis por el amor hacéis el amor las mentes; no me gusta ser bandera pero sí pancarta.
    No me sigáis pintando bandera porque odio que me llamen país.
    Yo soy pueblo, soy casa, soy persona, corazón, y así bajando.
    País no es nada.
    Yo cubro a los enamorados y a los que dejaron de hablarse hace tiempo, soy mayor que un país porque escucho más, soy superior a un país porque quito el frío y otorgo paz a hombres, mujeres y animales no humanos. Las banderas son frías, azotadas inértes por la rosa de los vientos.
    Yo mansamente me muevo con las piernas, los brazos de los soñantes al cambiar de postura, rodeados de fantasmas; también he sido cubierta por completo de sangre, no quiero recordar eso, tantas veces. Tantas.
    La noche de los hombres.
    De las familias.
    Lo más oscuro y maldito de la condición humana, esa sangre sobre mí, no la quiero.
    Escuchar las nanas y los cuentos de madres a niños, la respiración relajada del can dormido que se  torna parque poblado por niños cuando sueña.
    Hay quien cuando se levanta no hace la cama.
    Otros, me estiran y me dejan "hecha". Me da risa todo esto. Yo quedo pensosa, en la eterna hora del único día (vosotros creéis que son más, los días). Y te espero perro en segundo único.
    Mi paz como la del cielo abierto y grande, toda es mía y tuya, pero ni los mares ni los firmamentos sobrevuelan y cubren vuestras vidas obligados, os aman.
    Yo te espero a la caída del Sol, a la hora de la siesta reparadora, o cuando te sientas unos pocos segundos, para cosa no importante, y te vas; para ti vivo.
    Como tú quieres a quien quieres.
    Cántame esta noche algo, mientras me estiras hacia arriba, hasta tu cuello, hasta la alturita de tu cara hermosa (todas lo son) cubriéndote conmigo.
    O si quieres quédate en silencio, como siempre, pensando la jornada.
    En los lechos las sábanas a veces asemejan olas. Hacedlo. Si quieres no ordenes las sábanas este amanecer.
    Muchas olas unidas conforman un mar.
    Como tú, soy mucho y muchas y muchos más de los que nunca pensaste.
    Pienso en ti.

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