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En grabación el tema "Toro", de John Conde, con la participación de Ángel Padilla

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    En grabación el tema "Toro", de John Conde, con la participación de Ángel Padilla- (foto 1)

    Conocí a John Conde a través de la red Facebook, el músico me escribió a través del Messenger en mi cuenta de Escritor. He de decir que esa que abrí como cuenta de escritor "Ángel Padilla - Poeta" casi no la muevo, la que más uso es la cuenta normal, "Ángel Padilla", por la sencilla razón de que es la que más gente tengo, amigos, etc., porque la muevo ya años y la otra aún le cuesta arrancar y ahí está, para meter sólo las cosas que van saliendo de mi obra y poco más. No quería hacerme cuenta de "autor", pensé: igual vale de algo. Tampoco quería hacerme cuenta de twitter, y la abrí, y esa sí que no es nada, no lo es porque me asomo y no hay nadie, sólo yo. Cuantas veces entre y me asome me siento solo. Twitter sólo tiene como único agregado a mí, al parecer. ¿De qué vive, entonces, ese emporio? (je)

    Pero, mira, la cuenta de autor sí sirvió, y cómo. El genial músico John Conde como digo desde ella me contactó, hace algunos meses, y hasta ahora, en que nos hemos convertido en amigos, de los de verdad -porque no nos conocemos físicamente- los de verdad son de alma.

    "Quillo, estoy preparando un disco en el que aparece un tema llamado Toro y eres tú, tú el que tiene que aparecer, recitando", me decía John. Le di las gracias infinitamente por haberse fijado en mí, para una canción que musicalmente es brillante, y muy original y novedosa. "Es que leí cosas tuyas, y la forma tuya, de recitar y tus pintas, tío, esa pinta tuya de maharaja", me dijo con su acento muy del sur, tan amistoso y gracioso.

    La participación consiste en la grabación de mi voz recitando un poema antitaurino que escribí expresamente para la canción. El tema comienza musicalmente, poderoso, con las guitarras danzando, alegría de fiesta, incluso le meterán un instrumento que asemeje un clarín, pero a su forma, siempre a su forma. Conde insiste en que él quiere mostrar que la música y sones de los que se han adueñados los taurinos "no es suya" y además de buscar esa fanfarria que haga ironía de esa música castiza vieja, se busca rehabilitar sonidos que al fin, como todo en la música, son libres. Así, después de un río de sonidos rockeros -con resonancias de varias músicas tradicionales del mundo- muy bien estructurados, con subidas y bajadas en páramos musicales y voces de ánimas en puntos en que se acerca la entrada de mi voz, ascenderá ésta recitando el poema. De la canción se hará un vídeo, del que ya tenemos ideas, creo será brutal, pero todo se andará. De momento están grabando los instrumentos musicales en el estudio. La batería ya está y van a por el siguiente, despacio y con buena letra, y el tema creciendo, como es natural, de cómo me lo mostró ("es un borrador, eh? Luego será mejor", me advirtió el genio). Y ya te digo si lo es, si lo va a ser más. Estoy viendo en la página de John Conde algunas muestras de trozos de los ensayos del tema y otros de las grabaciones, y me está encantando, me emociona. Este John es un buen cabrón de la música, sabe cómo moverse para llevar a la grácil amazona de la lira y el remolino floral a los más altos lugares.

    John Conde es un músico natural de Huelva, con más de 25 años de trayectoria en la música, ha participado en multitud de proyectos que lo han llevado a hacer giras por gran parte de Europa. Una de las últimas bandas en la que toca es Stolen Notes, que están dando ahora, después de todo el parón del covid, conciertos con lleno total (con la separación adecuada, claro, que nadie se alarme).

    Pero ahora John quiere hacer un álbum personal. Con su propio nombre que ha llevado de músico durante toda la vida, con temas que contendrán toda su maestría y de los músicos, un disco que tendrá participaciones estelares, que por aquí no cuento porque no sé si estoy autorizado. En los distintos temas aparecerá gente incluso que ha ganado grammys. No puedo contar más o John me canea. O quizá no, él es muy cercano y libre, metódico y toc como yo y a un tiempo anarquista como un niño.

    ¿Cómo grabé el poema que entrará en la canción Toro? Con locura, como todo lo que hago últimamente. Curiosamente, con el oficio, para hacer un poema corto como debía ser este (dado el espacio que disponía en la canción para asentarse, con un par de días tengo bastante para escribirlo y darlo por concluido. Espero a la locura, toca a la puerta, me enseña su placa de Locura, certifico y de la mano nos vamos de paseo por el campo, o la playa, o por un parque, y al llegar a casa escribo febrilmente. Pero con estos versos para Toro, empleé muchos días, John lo sabe, e Iratxe, que me vio con la coronita de flores, con hojas caídas del árbol por el pelo, "a lo loco" (como dice la canción), andando con el bastón de rama de árbol pintada de colores y pinzas de colores asidas a la barba, ella se ríe, sabe que soy medio bufón pero también conoce que me ayudo de ponerme atrezzo de fantasma o espantajo, creo así se acercan mejor las voces (aquí hay ironía pero también verdad). Hice borradores infinitos. Pero tampoco es nada nuevo decir esto en el arte, Dylan Thomas empleaba alrededor de un año de tiempo en escribir cualquiera de sus poemas. Rilke no se valía de borradores, decía que esperaba la voz de la musa, y cuando la escuchaba escribía el poema entero. En un paseo campestre que dio con Tolstoi cuando le visitó, el poeta alemán, a la pregunta del gigante ruso de "y usted ¿a qué se dedica?", Rilke contestó: "espero a la lírica".

    No me salía. No como yo quería. Me imponía el tema. Tan brillante musicalmente. Me imponía que debía encajar, la longitud exacta, y me imponía la responsabilidad de hablar por el toro para un proyecto tan importante. Hasta que salió, semiescondido sentado en la tierra entre arbustos amarillos escribí los versos con rapidez, sudando bajo el sol y entre bichos (bellos) que me revoloteaban, ido, ido por completo. Aun así, hube de darle vueltas a los versos, el segundo para abajo y el otro para arriba, el final arreglarlo algo, luego dejarlo igual y vuelta a empezar. Y así otros días más hasta que con la cabeza como un panal pero seguro de tener lo buscado le entregué el tema a John y me dijo "¡Ese, ese es, quillo, esa es la cosa, hermano!".

    Lo siguiente es esperar a que me indiquen cuándo debo grabar con buenas condiciones mi voz recitando el poema y mandarla para que la encajen en la canción.

    Tengo cada vez más claro, por otro lado, que ese poema que hablará en el disco de John Conde, a su vez, entrará en mi poemario siempre en marcha (desde hace más de 15 años, que recuerde) "La Bella Revolución". Gracias, John y a tus compadres musicazos. Que la música prosiga. Porque si la música anda andará la amistad. Y la vida.

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