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Per Casimiro López Llorente. Obispo de Segorbe-Castellón
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El Corazón de Jesús

    Este año se conmemoran 350 años del origen de la devoción al Corazón de Jesús, nacida de su primera manifestación a santa Margarita María de Alacoque en 1675. Durante la octava del Corpus Christi, Jesús se manifestó a esta santa con el corazón abierto y señalando con la mano su corazón, exclamó: “He aquí el corazón que ha amado tanto a los hombres, que no se ha ahorrado nada, hasta extinguirse y consumarse para demostrarles su amor”. Con motivo de esta efeméride, el papa Francisco nos regaló la encíclica Dilexit nos, dedicada al amor humano y divino de Cristo, representado por su corazón. Y nos invitó a recuperar y renovar esta devoción, que es una síntesis del Evangelio, de la fe y vida cristianas.

    En efecto, la palabra “corazón” en la Sagrada Escritura designa no sólo el órgano fisiológico, sino sobre todo el centro de la persona: el punto donde confluyen los pensamientos, los sentimientos, los afectos y las motivaciones más profundas de una persona. Y el corazón es símbolo del amor. Cuando hablamos del Corazón de Jesús nos referimos a lo más íntimo de su ser, a lo que le mueve en todo momento, a su amor hasta el extremo por el ser humano. El corazón es lo más humano, y en el de Jesús se manifiesta el amor infinito de Dios por todos nosotros.

    A través de su corazón, Jesús nos revela su intimidad más profunda, que es su misericordia. En el Corazón de Jesús “resplandece el amor del Padre; ahí me siento seguro de ser acogido y comprendido como soy; ahí, con todas mis limitaciones y mis pecados, saboreo la certeza de ser elegido y amado” (Francisco, Homilía de 03.06.2016). El Corazón de Jesús nos muestra que su amor no tiene límites, no se cansa y nunca se da por vencido. En él vemos su continua entrega sin límite; en él encontramos la fuente de su amor dulce y fiel, que nos hace libres; en él volvemos cada vez a descubrir que Jesús nos ama “hasta el extremo” (Jn 13,1), sin imponerse nunca; está inclinado hacia nosotros, especialmente hacía el que está lejano; es la ‘debilidad’ de un amor singular, que desea llegar a todos y no perder a nadie.

    Toda la humanidad de Jesús, sus gestos, sus miradas, sus palabras y sus sentimientos muestran su amor misericordioso. En el Corazón traspasado de Jesús podemos alcanzar el verdadero conocimiento de Dios y experimentar su amor, hasta vivir completamente desde la experiencia de su amor para poder llevarlo a los demás. El hombre y la mujer necesitan encontrar un amor que dé un sentido pleno a su existencia: estamos hechos para amar y para ser amados. En el Corazón de Jesús podemos encontrar el verdadero amor, curar nuestra afectividad, enderezar nuestra voluntad y encontrar la fuente para amar a nuestro prójimo sin distinción. El amor de Dios es el contenido del culto y de la devoción al Corazón de Jesús.

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