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Per Jesús Montesinos
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Para chulos, los políticos

    En todas las encuestas de los dos últimos años los españoles sitúan a la clase política como el cuarto de sus problemas, detrás del paro, la crisis económica y el terrorismo. El deterioro de la imagen de los políticos es creciente, por una parte por su incapacidad por gestionar una salida para la crisis y por la otra por la desvergonzada actitud personal en la saga y fuga de la trama Gürtel, Mercasevilla o la hija de Chaves. No hay dios que aguante sus chulerías.

    Lo peor es que este deterioro conlleva una derivación, que es el efecto sobre los partidos como sistema de representación y al final sobre la democracia como opción política. El falso silogismo es muy fácil de conjugar. Si los políticos son unos chorizos, unos incompetentes y unos chulos, ¿para qué coño queremos partidos? Pregunta peligrosa en un país de tendencias autoritarias y anarquistas. Igual nos da por la insumisión total que por reclamar mano dura frente al desorden.

    Los políticos españoles del momento no saben hacer frente a la crisis porque no saben ni quieren asesorarse de las soluciones a tomar. Por eso todo acaba en una lista de decisiones arbitrarias que alargan las penalidades en forma de paro. Como además la ignorancia es hidalguía no a lugar a la rectificación y cada vez nos hundiremos más en el fango. Pongan ahí lo nombres de Zapatero, Blanco, Pajín y no se si Salgado y demás comelitones que están destrozando incluso la idea de Pablo Iglesias. Con toda chulería estos políticos se enfrentan igual al Fondo Monetario Internacional, desprecian al Banco de España o hacen caso al clamor popular.

    Pero más desgaste sufren los políticos de la llamada oposición y no exclusivamente por la supuesta trama de financiación irregular del PP o del PSOE; este es un asunto todavía por demostrar. Lo grave del caso Gürtel es que evidencia un perfil personal en algunos personajes (pongan ahí Costa, Luis Bárdenas, Pablo Crespo, Alberto López o el mismo Agag) para quienes un traje, un reloj de supermarca o un coche tiene más valor que la gestión política. Puede haber dudas si la aportación de un empresario agradecido es para financiar carteles electorales o unos spots en televisión; es un pecado admitido en todas las democracias y en algunas (Estados Unidos) es hasta legal. Aquí el pecado es el del político que valiéndose de esas relaciones chulea su ambición hasta una pasarela de moda o en su caja fuerte.

    Por eso la gente considera que los políticos son su problema; porque los considera unos chulos que no han dado palo al agua y ahora no saben solucionar los graves problemas de sus pymes o del paro de su hijo. ¿Para qué pagamos a estos tíos que encima nos desprecian? Unos políticos trabajan para ellos, no para hacer política. Y en este momento esté país necesita hacer política, y no entro si vale la pena hacerla de derechas o de izquierdas. No tardará mucho en que en alguna calle, en cualquier pueblo, unos cuantos vecinos hartos de todo la toquen la cara a un político que a lo mejor ni siquiera lleva reloj.

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