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Per José Albalat
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Silencio

    Desde hace unos años, por los medios de comunicación, llegan a nuestro conocimiento noticias que hacen referencia al silencio o mejor dicho: a los ruidos.

    Leí una noticia sobre las quejas de vecinos cuando tañían las campanas de una iglesia. Menos mal que las campanas de esa iglesia no señalaban las horas, ni los cuartos ni las medias. Solamente sonaban para avisar a los vecinos de alguna celebración o por motivo de alegría en algún acontecimiento eclesiástico.

    Menos mal que no se han quejado de las campanas de la Basílica de Lidón. Cuando en los sábados termina la celebración de la sabatina las tres campanas tañen con alegría inundando su sonido toda la huerta. No me imagino forrar los badajos con tela, como hacían con los cascos de los caballos cuando se acercaban algún lugar y no querían que se les oyese para no ser descubiertos.

    Se construyen viviendas cerca de colegios. El comprador de la vivienda queda maravillado por el espacio del patio del colegio pensando que allí nunca construirán y no le taparán la vista. Con toda ilusión va a su nueva vivienda y es feliz. Cuando a las nueve de la mañana suena la música, piensa: “ya entran los alumnos a clase”. Vuelve a sonar la música, en algunos casos la sirena, para que los alumnos salgan al recreo. A la media hora vuelve a sonar para que entren a clase y a las doce de nuevo suena la música al terminar las clases de la mañana. Hay que añadir los avisos por megafonía. Esa música poco a poco ya no le va gustando tanto y cuando suena le pone nervioso hasta que llega el momento de ir a entrevistarse con el director del colegio rogándole que ponga una solución. El director no puede hacer nada pues el volumen de la música está en el punto de poder avisar a los alumnos. Para los vecinos les gustaría que imperase el mimo, los gestos…pero esto es imposible. Tampoco el director o los profesores van a ir alumno por alumno diciéndoles al oído que formen las filas o que el recreo ha terminado.

    Si nos paseamos por el Grao de Castellón podemos ver y apreciar la fuente de Ripollés que hay en la rotonda del puerto. Bonita y original fuente. Parece que este castigada o que esté seca pues funciona pocas veces. También leí que se quejaron los vecinos. La fuente puede funcionar hasta ciertas horas dando alegría a la rotonda y a todos los que pasan por allí. Prefiero oír el sonido del agua que el escándalo que forman los gamberros en muchas plazas de Castellón, quizás estos vecinos pedirían a gritos el cambio por la fuente funcionando. No quiero ni pensar que acoplen a tan bonita fuente esos artilugios de fuentes de luces que venden los comercios chinos.

    Llegamos ya a la última noticia sobre los ruidos que ha aparecido en los periódicos, las radios y televisiones: las tracas de las bodas en Valencia. No me lo podía creer, Valencia cuna de la pirotecnia, una normativa prohíbe la expresión de alegría y tradición cuando se une una pareja. Ahora en las bodas se podrían repartir los aparatitos para hacer pompas de jabón, no sea que el sonido de los granos de arroz también moleste.

     Al fin y al cabo el ruido de la traca no dura ni dos minutos y por lo general los enlaces se celebran a unas horas que poco pueden molestar.

    Por el contrario tenemos que aguantar a algunos energúmenos con sus motitas con escape libre. Expresamos nuestro descontento pero ahí sigue...

    Aguantamos también el taconeo de la vecina de arriba, que aunque le llamamos la atención ella continúa con sus zapatos de tacón aunque venga de fiesta a altas horas de la madrugada.

    Aguantamos al niño consentido del piso de arriba o del continuo que no para de echar la bolita o arrastrar sillas. Seguramente sus padres protestarán por el ruido del agua de una fuente o de la traca que puedan encender cada sábado o domingo.

    No digamos del vecino que a las nueve de la mañana del sábado o domingo le da por poner tacos para colgar algún cuadro, como si no tuviese más horas el día.

    A este paso llegará un momento en que no podremos aplaudir para expresar el éxito de una función y menos aún silbar para protestar, puede que se nos llame la atención en un futuro.

    Ahora mismo me hago estas preguntas, parecen tonterías pero igual hubiésemos pensado hace años sobre lo de las tracas y campanas.

    ¿Desaparecerán los cencerros? No sea que el pastor denuncie por violencia acústica. ¿Quién será el atrevido de ponerle el cascabel al gato? ¿Sonarán los clarines y timbales para la salida del toro en un festejo taurino? ¿Se denunciará al que se le escape un aire sonoro por la calle? ¿Será mal visto el que haga sonar las palmas para llamar al camarero? Suerte que no está la figura del sereno pues con palmas y el grito de “sereno” nos denunciarían. ¿Quitaremos el sonido del reloj de la Puerta del Sol? ¿Qué mecanismo pondremos a las ambulancias, bomberos y policía para que llamen la atención?

    No crean que a mi no me molestan los ruidos, me molestan como al primero. Pero sinceramente hay momentos que se deben permitir por algún acontecimiento o por trabajos que se han de realizar.

    Me pongo dentro de la piel de la persona que ha trabajado toda la noche y le doy la razón en cada una de sus protestas y lo comprendo. De todas formas hay remedios para aislarse y conciliar el sueño.

    Sólo pido que el próximo año pueda oír las campanadas de fin de año, el murmullo del agua de la fuente más próxima o disfrutar de la alegría de los novios cuando les encienden una traca.

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