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A vueltas con la concertada

    El pasado fin de semana miles de personas marcharon por el centro de valencia en defensa del modelo de educación concertado, esto es, la que no acaba de ser pública ni privada pero que tiene cierta autonomía y un porcentaje, más o menos elevado, de subvención por parte del gobierno valenciano. La concertada tiene muchas particularidades, y al contrario de lo que se pueda pensar a priori, no es solo de carácter católico, aunque gran parte de sus centros sí lo hayan sido tradicionalmente.

    Por poner un ejemplo, para que ustedes, queridos lectores, lleguen a visualizar el fenómeno de la educación concertada en todas sus dimensiones, pensemos en que una escuela católica con concierto público no podría negarse, por ejemplo, a tener en sus aulas a alumnos musulmanes, pues al fin y al cabo están sostenidas con recursos públicos y no se debe hacer discriminación con el dinero de todos. Algo parecido pasa con la segregación por sexos. ¿Se debe, o no se debe, mantener los conciertos con los centros educativos para un solo sexo? El debate es profundo y tiene que ver con el modelo de sociedad que queremos o defendemos.

    No obstante, analizadas algunas particularidades de la siempre cuestionada escuela concertada, pensemos en el fondo del asunto. ¿Concertada sí o concertada no? La respuesta no puede ser monosilábica y debe partir de una profunda reflexión. Quizás el sistema público, que es el que en teoría garantiza la igualdad y la construcción de una sociedad más igualitaria y a través del cual se deberían transmitir los valores positivos del Estado, aunque suene muy francés. El problema es que, a día de hoy, no hay suficiente red ni suficientes recursos públicos para que el sistema público sea quien ofrezca servicio a todos los estudiantes de una región. Es por ello que, para bien o para mal, se debe seguir contando con la concertada. Ahora bien, que no venga antes el concierto que la necesidad. La educación no puede ser un negocio subvencionado con dinero de todos. Y si alguien quiere abrir un colegio, en su lógico derecho, puede optar por la fórmula puramente privada.

    Que no venga antes la necesidad que el concierto, si no, estaremos creando una suerte de economía subvencionada y poco funcional en la que la educación de nuestros hijos será la mercancía. Que no se cierren unidades sin ton ni son, si no, estaremos dejando la educación de nuestros hijos en el aire.

    Libertad de elección, valores ciudadanos y buen uso del dinero público, las tres variables de la ecuación, y en el punto medio, la solución.

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