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Per Vicent Albaro
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La recreación y las tradiciones

    Es el momento justo, ahora o nunca. Vivimos una segunda liquidación de nuestras tradiciones, esta de ahora no es por desidia ni abandono como la acontecida a finales de los sesenta y principios de los setenta. Esta de ahora es distinta y mucho más letal, porque goza del fervor popular y el boato institucional suficiente para magnificarlas y promocionarlas en Fitur o donde sea, de declararlas BIC y lo que ustedes quieran… pero les falta lo esencial, el alma. Y cualquier, no ya tradición, sino actividad humana sin alma, sin poso ni esencia, es un espantajo, una mala caricatura prostituida del original.

    A mí no me vale ya el sonsonete de que es irrecuperable y no es posible conseguir el ajuar, los ropajes, instrumentos en el caso de la música, lenguajes propios, etc. hasta el ritual conveniente en su máxima pureza. Las tradiciones, hoy son más recuperables hasta lograr su original, que nunca; la prueba de ello se plasma, valga el ejemplo, en los recreacionistas medievales que han conseguido una originalidad museística pero de calle, en indumentaria, ajuares, armamentos, rituales y lo más impresionante y valioso, recuperando con asombrosa fidelidad, hechos históricos y lugares emblemáticos, monumentos realzándolos y en algunos casos, como Peracense, Calatrava, etc. hasta lograr su reconstrucción.

    ¡Ah, amigo¡ Pero tras esta realidad encomiable existen sacrificio, tesón y estudio, conceptos que no están para nada de moda en la actualidad, donde impera la praxis de lo facilón, exhibición y compromiso nulo. Porque escondidos tras fastuosas o modestas apariciones coloristas de mayor o menor impacto, se esconden entre otros, el minucioso trabajo de historiadores que consultan viejos legajos, códices; toman apuntes y bocetos de museos como del monasterio de Huelgas en Burgos ejerciendo arqueología científica, para lograr esa pátina original, que preservará el acto y la representación en su máxima originalidad, huyendo del fiestorro hueco y la bufonada.

    Me dice algún que otro amigo que soy demasiado purista, exigente en esta cuestión de importancia menor con la que está cayendo. Que aún gracias que se sostienen estos eventos, que si no fuera por algunos virtuosos entusiastas habrían desaparecido. Y tiene razón pero solo en parte. Porque a fuerza de hacer el favor de conservarlo a trancas y barrancas, o por un “quedabien” cara a la galería, se acaba distorsionando el evento de tal forma que resulta irreconocible. Como no hay voluntad ni luces para ejercer la citada arqueología, los años pasan y el acto contaminado de retales impropios, queda como tradicional e histórico, y ya tenemos el conflicto. Si encima por cuestiones políticas y estrategia del voto se manosea la cuestión, el resultado es aterrador.

    Las tradiciones son la transmisión de hechos y conocimientos de nuestros antepasados en su máxima autenticidad hasta nuestros días. Las hay sin duda, fuera de contexto en la sociedad actual, pero existen otras que son políticamente correctas y gozan del beneplácito general, a esas me refiero cuando insisto en preservarlas en su máxima pureza. Porque si no es así, la adulteración las matará en una agonía de desidia y rutina, y esa profanación socialmente aceptada, desdibujará totalmente el original, traicionando esa transmisión secular como foco cultural arqueológico.

    Existe un componente ideológico que me agradaría mencionar, y es la ocultación del elemento religioso en muchas tradiciones que sustentan su sentido original en el hecho cristiano. Los empeñados en cambiar la historia en su ciego afán de aplicar a rajatabla la: “Damnatio memoriae”, no acaban de entender que volverá la ley del péndulo, y lo ignorado y defenestrado hoy, será alabado y promocionado en años futuros. Así ha sido, es y será en la historia. Yo concibo, al margen de cuestiones religiosas de carácter personal, que las tradiciones nacieron por la voluntad popular en un momento puntual, en una sociedad determinada condicionada por unos elementos que hoy no podemos comprender, pero que ayudaban a aquellas gentes a hacer la vida más llevadera. Todo ha evolucionado muy rápido, ha cambiado casi todo en los últimos cincuenta años. Demasiado rápido quizás.

    Empeñarse en liquidar el componente religioso a nuestras tradiciones, desde su espiritualidad a su concepto cultural más básico, es matarlas porque les roban el alma. El hombre necesita comunión espiritual para llevar a buen puerto cualquier proyecto. El estado anímico es esencial para la unión, la compenetración, el trabajo, el encuentro, la lucha y el desarrollo de cualquier empresa. Es por ello que aunque intangible, no se puede despojar la argamasa de unión y comunión, porque entonces solo queda la rutina en el ejercicio mediocre de la actividad, alimentando egos inflados propensos a la confrontación y el desafío embadurnados en el lodo de la incompetencia.

    Demasiados pollos descabezados pululan por nuestros pueblos. Demasiadas tradiciones, cara a la galería sin alma ni trasfondo y cada vez más alejadas de la rigurosidad histórica. Demasiados cambios convenidos a intereses particulares, obviando la esencia. Excesivos protagonismos aldeanos mendigando una fotografía que alimente la vanidad.

    Faltan puntos de convergencia, generosidad, compromiso, entrega, estudio y trabajo serio y documentado, que salven del fracaso y la estulticia a nuestras tradiciones. Faltan espíritus nobles, humildes, generosos y capaces de reconocer sus carencias y aceptar la aportación desinteresada, de quienes pueden sumar y enriquecer con sus conocimientos; sin ver una competencia o contrincante atribuible de medallas que a priori crees son tuyas. Faltan personas de consenso, de altura de miras, que sean exigentes en la búsqueda del original, obviando las malas copias. Faltan entidades que asuman este concepto, priorizando lo auténtico a lo accesorio y revenido, aunque vaya contra sus intereses, porque primaran la fidelidad. Faltan altavoces que salgan del eslogan barato, repetitivo y jactancioso, y ejerzan como críticos contumaces de lo que estamos perdiendo a raudales. De lo que si no reaccionamos con prontitud y generosidad, será irrecuperable. Porque poder se puede, existen claves y algunas se dan en este escrito. Y amigo lector haz la prueba, si has llegado hasta aquí leyendo este artículo, aplícalo a las tradiciones que conoces, y dime si hay o no verdad en cuanto digo.

    VICENTE ALBARO-20160120

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