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Pulchra Magistri, Culla-Catí o la maravilla del arte sacro (I)

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    Pulchra Magistri, Culla-Catí o  la maravilla del arte sacro (I)- (foto 1)
    Pulchra Magistri, Culla-Catí o  la maravilla del arte sacro (I)- (foto 2)
    Pulchra Magistri, Culla-Catí o  la maravilla del arte sacro (I)- (foto 3)

    Los ásperos caminos del Alcalatén tienen una frontera invisible con el Maestrazgo, se diría que no existe o no ha existido nunca, pues no se atisba impedimento al paso. Sin embargo no es así o al menos, no lo ha sido históricamente. Dos fortalezas se alzan desafiantes en corto espacio de territorio; la una, el Castillo de Adzaneta y la otra, les Torrrecelles de Lucena. La una de la Orden Militar de Montesa y la otra Señorío Feudal de la casa de los Urrea. Ambos vigilantes y enfrentados al menor desliz, por aquello de que por un palmo de tierra mato, o por un minúsculo bancal desafío al hermano a muerte, pues me roba parte de mi sacrosanta herencia. Total, al final, para acabar todo en un inmenso erial yermo, achicharrado por esta sequía inmisericorde que está matando arboledas y secando todas las fuentes.

    Para ir a Culla desde l’Alcora hay que pasar antes por Costur, les Useres y Adzeneta; y a Culla hay que ir para ver las maravillas de la exposición de la Luz de las Imágenes:”Pulchra Magistri”. Una recopilación de arte rupestre, piezas de la Edad del Bronce, la época musulmana y la cristianización tras la reconquista de Jaime I. Culla, per se, bien merece una visita al margen de esta exposición, pero si unes las dos motivaciones el resultado es increíble. Arte en estado puro que va desde las piedras de los edificios en el angosto trazado urbano, el perímetro de la villa que se alza como nido de águilas con un paisaje desolado y atronador, la afabilidad de sus gentes y para colmo, la sensibilidad a flor de piel al contemplar piezas únicas, reunidas todas para esta ocasión tan especial.

    En el edificio del antiguo hospital y dividido en dos plantas se presentan la mayoría de obras, nos tocó de guía a una joven llamada Puri, quien con un lenguaje vehemente y apasionado, logró mantenernos en vilo a todos, inclusive a los que van de “paquete” con algún forofo del tema y que en el fondo, se la suda todo esto. Pues nada Puri, lograba el milagro de concitar el interés por la Virgen de la Naranja de Olocau, los calcos rupestres del pintor Porcar, la Piedra de los Pájaros esculpida por el último cátaro y que promocionó el ínclito Iker Jiménez, en su programa de TV Cuarto Milenio, los retablos medievales del Maestro de Cinctorres y Albocácer y Bernat Serra, el monumental tapiz de la Última Cena de la catedral de Tortosa, y repiten…”por favor no hagan fotografías”, porque se te van los ojos tras tanto arte, tanta historia y tanta sensibilidad. Al final en la tercera planta, se recrea una completísima aula de la escuela de los primeros años del siglo XX, solo por ver esto, ya merece la pena el viaje. Y piensas, bendita emigración lugareña porque si llega aquí el progreso, no quedaría nada, a algún salvaje le hubiera dado por quemar tanto trasto viejo y mugriento. Pero donde Puri acabó de enamorarnos, fue en la visita externa por las terrazas anejas al castillo, enseñando al grupo la deliciosa panorámica los pueblos colindantes, en medio del cataclismo geológico del paisaje con el Peñagolosa al fondo, señalando el camino de su rogativa anual. Y nos llegó al alma cuando relató su artístico calvario, con las capillitas del Viacrucis, obra del insigne ceramista alcoreño, Don José Cotanda, heredero de las virtudes de la gran fábrica del Conde de Aranda. De ahí al cielo y nunca mejor dicho.

    En l’Avellá de Catí parada y fonda para hacer tiempo a la siguiente exposición, hay un menú ex profeso para los turistas del “Pulchra magistri”, de módico precio y bien surtido, con o sin trufa. En la Casa Lonja de la villa está la recepción de la visita guiada, es éste un edificio singular de arquitectura gótica civil, el mejor conservado y documentado de todita Valencia. En su planta baja se destaca el valor de esta población en la encrucijada de caminos y vías, que han marcado la historia de este territorio, que se inicia en la dominación romana con la Vía Augusta, que comunicaba tierras castellonenses con la capital del imperio. También rememora las rutas comerciales en época medieval y moderna, con el transporte de materias primas a los puertos, igual que los caminos de devoción como la Vía Jacobea desde San Jaime de Fadrell y la Vía Vicentina. Ameniza la espera un audiovisual sobre la comarca, con peregrinaciones como la de les Useres a San Juan de Peñagolosa, de Catí a San Pere de Castellfort, y otras. A la hora prevista, Anna la guía, nos lleva de excursión a la iglesia parroquial de la Asunción donde la exposición se manifiesta en todo su esplendor. La primera impresión son los esgrafiados del siglo XVII en el techo, muy similares a los de nuestro pueblo, pájaros, ciervos, leones y decoración floral abigarrada. En este entorno se muestran cruces de término o peirons, piezas de orfebrería como cruces procesionales, cálices, copones, relicarios… la mayoría producidos en talleres de Morella, Valencia y San Mateo.

    Dos tablas góticas del Museo de Arte Nacional de Cataluña, la Anunciación a san Joaquín y a santa Ana, y el nacimiento de la Virgen y su presentación en el templo, atribuidas al maestro de Torà. El magnífico retablo de Joan Reixach dedicado a san Lorenzo y san Pedro de Verona, allí se representa entre otras, la imagen de san Vicente Ferrer a los pocos años de su muerte, se cree que es el retrato más fidedigno que se conserva, pues el artista se documentó con quienes conocieron al santo valenciano. La imagen de san Jaime es imponente y también de san Vicente de cuerpo entero, obras del mismo autor. Del círculo de Valentí Montoliu se presenta el retablo de santo Domingo de Guzmán de mediados del s. XV y la tabla de la Trinidad con san Francisco. El pintor Martí Torner está representado por las tablas de la Asunción de la Virgen y la Natividad, amén de otras muchas piezas, el recorrido finaliza con un conjunto de bulas medievales del archivo de la iglesia de Santa María de Morella, y quien tiene ganas de más, en el segundo piso de la Lonja, se pueden observar pinturas murales relacionadas con el comercio en ocre y grafito, en dibujo sencillo que engrandecen esta sala gótica, que fue ayuntamiento de Catí en la Edad Media y lugar asambleario.

    Una gozada de viaje que concluyó con la adquisición de unos quesos de la tierra, joya de la artesanía catinense, que recuerda su importancia ganadera de otros tiempos y que subsiste en la actualidad para mayor goce del paladar. A las exposiciones hay que ir bien pertrechados y sin prisas, con ánimo dispuesto a escuchar y gozar del arte exquisito que allí se manifiesta. Y si has tenido una educación religiosa, te ayuda muy mucho a entender escenas y personajes que se muestran con una viveza y pulcritud maestras.

    En la próxima crónica, los caminos de Alcora se cruzarán con Benicarló y Vinaroz en el bajo Maestrazgo, sus alcachofas y langostinos, la tierra y el mar, allí conoceremos a Javier, el guía apasionado por Puig Roda, y es que prosigue esta ruta cultural al lado de casa, que no debería perderse nadie. De verdad de la buena.

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