elperiodic.com
SELECCIONA IDIOMA
Castellano
Per Vicent Albaro
Camins de l´Alcora - RSS

Los ocho apellidos vascos y más

    Película taquillera donde las haya y con chispa, que te mueve a la risa y a la sonrisa, cosa de agradecer en estos tiempos. Volvemos a la época de nuestros padres, que en la década de los cuarenta y cincuenta, acudían a los cines en masa, para ver historias increíbles que les hacían soñar, también olvidar por un rato, el pan negro y la cartilla de racionamiento en aquella España gris y alpargatada. Decían hace poco que el cine español era de mala calidad y que el público le había dado la espalda. Esta película como otras, por ejemplo la saga Torrente, nos dice todo lo contrario y buena prueba de ello, es la gran acogida del público que abarrota las salas para sumergirse en una historia tan hilarante como atractiva. Lo que no debió hacer nunca el cine español, es convertirse en altavoz sectario contra media España. Repetir y exprimir temáticas guerra civilistas hasta el hastío. Encumbrar personajes marginales tan inusuales como exagerados. Y chupar del bote de la subvención hasta secar la ubre, sin talento ni puñetera gracia. ¡Pues no hay temática hispana como para inundar todo Hollywood, histórica, costumbrista, literaria, etc. etc.!

    Aprovechando el día del espectador, que esa es otra, -el precio de la entrada está por las nubes- acudimos a la cita, fueron discurriendo las imágenes y los personajes. Un servidor, que por oficio ha recorrido durante 35 años España de punta a punta, siempre se emociona de ver el puente de Triana sobre el Guadalquivir, la de veces que lo he cruzado para venderle losas a don Antonio Ollero de la firma Azulejos la Estrella, y tras el combate dialéctico del regateo, salir a tomar una caña, justo al lado de la estatua de Juan Belmonte. Ese bagaje hace que todo sea más familiar y cercano, que puedas entender y hasta emocionarte, del argumento que va desgranando el filme, el choque entre Amaia y Rafael, o lo que es lo mismo la vasca y el sevillano.

    Una historia de amor que parece imposible, pero viendo cómo anda el patio del aquí te pillo aquí te mato, a mi me pareció una historia bellísima, casi un Romeo y Julieta del siglo XXI. Él, Dani Rovira, un cachazas chuleta, gracioso e inocentón; ella, Clara Lago, bronca y raspa hasta

    “ jartarse”, una joven bellísima con fuerte carácter y despechada en amores. Así que si a cualquier festeo le unes las diferencias “raciales” de las distintas provincias hispanas, cargadas de tópicos exagerados aunque ciertos, el cóctel es resultón, ameno y divertido, por lo tanto es normal que a la gente, le haya dado por acudir a las salas de proyección y romper el maleficio del cine patrio. Al final, las cosas bien hechas y trabajadas con talento, obtienen resultados. Dos papelones el de la “amá” de él: Carmen Machi y el euskaldún padre, pescador de atunes y radical, Karra Elejalde, completan la cartelera protagonista. Fresca, amena, y divertida.

    Hay una moraleja en el trasfondo de la película que me gustaría resaltar. Los odios y venganzas, las rencillas, las broncas, los enfados, en definitiva la gran tragedia de los españoles es que nos relacionamos poco, y como diría un castizo…también follamos poco. Porque hablando se entiende la gente, porque siendo afables, comprensivos y cariñosos se derriban todos los muros, que se han ido alzando calculada e interesadamente en estos últimos años, para exacerbar lo que nos separa y tapiar lo muchísimo que nos une. Todo consiste en una trama tejida con habilidad por intereses, para el chupeteo de algunos que saben manejar muy bien los sentimientos atávicos y sagrados de nuestra patria chica, esa que todos tenemos y veneramos como sacrosanto lugar.

    En un momento de la película cuando Amaia la vasca, llama a Rafael “Españolazo de mierda”, o aquello tan injusto de que: “Los andaluces sois una panda de vagos”, me sonaron familiares, y recordé haberlas escuchado en esos viajes laborales, demasiadas veces. Cuando el padre le pide al futuro yerno el pedigrí vasco, (los famosos ocho apellidos) también me recuerda a otros “pedigrís” solicitados mucho más cercanos y no hace tantos años. Y al final confluyes en la archisabida teoría, de que hay que viajar y conocer mundo que es muy grande, olvidar la casposa boina y la tesis del campanario. Que los humanos en general tenemos mucho en común, y la vida resulta mucho más sencilla para todos, si aplicamos la vieja y simple fórmula del: Hablando se entiende la gente.

    Y tras muchas trapisondas con boda incluida, los novios se entendieron, como también se entendió el euskaldún con la viuda del guardia civil de Cáceres. Y es que pasa como en la Vaquilla de Berlanga, enemigos acérrimos menos a la hora de cambiar tabaco por papel, preguntar por la parienta y cambiar de bando a propósito de las fiestas. ¿De qué nos han servido tantos quebrantos y desencuentros fratricidas? ¿Para ser “García” el apellido más común en Barcelona? ¿Ocho apellidos catalanes? ¿Ocho apellidos valencianos? ¿Ocho apellidos gallegos? ¿Ocho apellidos de soca castellonera o burrianera? ¿Ocho apellidos puros alcorinos? ¡No estará ya bien de tanta gilipollez!

    Como canta el poeta Antonio Machado en He andado muchos caminos: “En todas partes he visto gentes que danzan o juegan, cuando pueden y laboran sus cuatro palmos de tierra…donde hay vino beben vino, donde no hay vino, agua fresca”. Así que no me extraña, que a los de Gara no les haya gustado la película, como imagino que a otros que andan por la misma vereda. Esa del hecho diferencial y exclusivo, la de la pureza racial y cultural, la de ver al otro como distante y diferente, la que demuestra Amaia al comienzo del filme con cabreo incluido. Pues mira, me quedo con la guapísima Amaia del final, la del besazo y el paseo en coche de caballos por cutre que sea, porque todo eso y más con el duende de Sevilla y a la vera del Guadalquivir, a los sones de Los del Río, sí que tiene guasa y por supuesto, un color especial.

    Elperiodic.com ofereix aquest espai perquè els columnistes puguen exercir eficaçment el seu dret a la llibertat d'expressió. En ell es publicaran articles, opinions o crítiques dels quals són responsables els mateixos autors en tant dirigeixen la seua pròpia línia editorial. Des d'Elperiodic.com no podem garantir la veracitat de la informació proporcionada pels autors i no ens fem responsables de les possibles conseqüències derivades de la seua publicació, sent exclusivament responsabilitat dels propis columnistes.
    comentari 1 comentari
    Vigorhumus
    Vigorhumus
    22/05/2014 06:05
    Cuanta razón tiene vd.

    Los que, por las circunstancias que sea, hemos tenido que vivir muchos años fuera de España entendemos sus palabras mejor que nadie. Hoy con internet, skyppe y toda esa clase de tecnologías el extranjero no resulta ni lejano, parece que estes a la vuelta de la esquina. Pero antes, cuando una conferencia telefónica con casa suponía horas de espera, amén de casi un despilfarro, en la época de la carta y meses sin saber de tus más allegados, la inercia de todo emigrante era juntarse con los suyos, andaluces, vascos, catalanes, asturianos o gallegos y salir al sábado noche o domingo por la tarde a tomar una cerveza o un café con ellos. En cuanto cruzabas la frontera siempre era lo mismo: para los nativos tú eras "un español". Para los españoles eras "el valenciano". Y para los valencianos eras "el burrianero", o "el nulero" o "el de Les Valls". Y uno no tenía más remedio que sentirse, según de donde procediera y con quien estuviese, en "gerundense", "catalán" o "español". Asi de simple.

    Pujar