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Jesús Ten Nadal, dos años en el recuerdo

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    Jesús Ten Nadal, dos años en el recuerdo- (foto 1)
    Jesús Ten Nadal, dos años en el recuerdo- (foto 2)
    Jesús Ten Nadal, dos años en el recuerdo- (foto 3)

    Si pudiera quitar un mes del calendario ese sería febrero. Este mes frío e incompleto, con propina en los años bisiestos para recoger la cosecha en un cesto, goza en mi acervo personal de una estadística nefasta, la de llevarse de este mundo a personas queridas. Jesús ha sido la última en irse con su enfermedad a cuestas. Jesús Ten, que en palabras del poeta Antonio Machado, tiene el honroso y cotizado don de "ser en el buen sentido de la palabra, bueno". Lo conocía desde mucho tiempo atrás ya en plena juventud, y siempre admiré su sonrisa abierta y ese talante de los hombres de bien, esos seres que saben vislumbrar la bondad de las personas, aún siendo conscientes de la parte oscura de cada ser humano.

    Pero fue años más tarde compartiendo escaño de regidor, cuando su figura humana se agigantó en mi estima por él. En la vida hay que saber ser y saber tener, y Jesús lo sabía. También en la vida hay que saber estar, y esta faceta la dominaba de maravilla. Optimista, sensato, inteligente, directo, conversador, diplomático, sincero, elegante, discreto y por encima de todo, íntegro. Estas virtudes que relato no se las propino gratuitamente, las poseía a raudales y las regalaba a sus más allegados. Quienes hemos convivido mucho con la raza humana, sabemos del valor de la sinceridad en la gente. Hay demasiada hipocresía rondando nuestras vidas, y se agradece de corazón que existan personas que te hablen sin tapujos ni medias tintas. Y además, que no se recreen en la suerte y hagan sangre de esa sinceridad, que su palabra directa se revista de afabilidad y siempre, buscando una salida positiva a la cuestión. Es muy raro y escaso este tipo de personas. Jesús lo era.

    Desde el ayuntamiento hemos vivido momentos memorables, él era un veterano, y yo que ya venía espoleado de otros menesteres, me costó poco ponerme al día. Con muchos problemas revoloteando sobre nuestras concejalías, los momentos de asueto que nos proporcionaba el ciclo festivo, nunca hubieran sido lo que fueron sin la añorada presencia de Jesús. Su porte, su elegancia, su cálida palabra, su afabilidad con las féminas compañeras, sus pasos de baile con su bellísima esposa Leo, creando un clima de amistad en situaciones muy complejas, y ejerciendo su bonhomía a la mínima oportunidad, al menor atisbo de conflicto humano. Yo le admiraba por ello, pues esas dotes de templanza y serenidad eran muy útiles entre tanta variación de opinión, carácter, temperamento, ideología y antipatías.

    Yo se que estaba muy a gusto con Fina, mi mujer, y conmigo; lo demostró siempre. También sabía que mis habilidades literarias y culturales le fascinaban, y yo me sentía a veces obligado a dar el do de pecho con solo mirarle, guiñar su ojo y esbozar su franca sonrisa. Su aplauso era ferviente y sincero, creo que desde aquel fabuloso día de mi estreno como mantenedor, en que su hija María Jesús lució de bellísima Reina de fiestas, su devoción hacia mi persona aumentó, máxime por lo complejo de la situación producida ese año. Fui un mantenedor atípico, de urgencia, sin constar en ninguna parte. Además en esos tiempos, los ediles no estaban tan refinados como hoy en día, que regalan al orador placas cerámicas conmemorativas y otros atributos. Aquel año de 1989, me dieron unas efusivas gracias y hasta siempre.

    Y la verdad, lo recuerdo en mi mente como si fuera ahora. Aquella noche de la plaza Loreto, mientras declamaba piropos desde el estrado a María Jesús con aquellos versos, que luego derivarían de la mano del amigo Pedro Moliner en la Cançó a la Regina. Y veo con gran nitidez la cara de satisfacción de un padre amoroso, frente a su radiante hija y entre aguas un poeta suplente, que se abrió de cuajo por dentro para dar lo mejor de sí mismo. En el baile de gala no paró en toda la noche de contarme agrados, y en esos rostros de satisfacción del matrimonio, me sentía contento y pagado de mi temeraria hazaña literaria.

    Ni que decir tiene que en los asuntos municipales coincidíamos casi siempre, y para más inri poseíamos a raudales la loca afición del parañ. Estuve varias veces en su parcela de la Musolera y salí de allí con dos conceptos clarísimos, orden y pulcritud. En mi vida he visto muchos árboles arreglados convenientemente para el parañ, los podría haber iguales, pero mejores que los suyos, no. Ríete tu de los jardineros de Versalles, comparados con las delicadas manos de Jesús Ten creando figuras arbóreas rectilíneas o curvas, medidas hasta el milímetro, perfectas. Limpieza absoluta y cada cosa en su sitio, es lo último que te puedes encontrar en este tipo de instalaciones de caza, dada la dificultad que entraña lidiar en campo abierto con toda la naturaleza en contra. Él lo había conseguido y con nota máxima.

    Sufría como todo aficionado por la bárbara prohibición de este tradicional método de capturas, que no les ha dado la gana regular a quienes podían hacerlo, los que se suponía, eran los nuestros. A quienes les hemos hecho campaña puerta a puerta, y cuyas posiciones nos han propinado más de una enemistad sin buscarla. A quienes hemos representado con honra y dignidad en nuestro pueblo, no supieron o no quisieron luego resolver una cuestión menor para ellos, y capital para nosotros. Porque aún somos muchos los que soñamos una jubilación tranquila, bajo unos árboles mimados y oteando zorzales en el cielo.

    En cada reunión de aficionados siempre concluía dando las gracias a los responsables por estar ahí, dando la cara y trabajando por el colectivo. Agradecido y noble. En los últimos años de vida, ya enfermo, nunca dejó de cuidar su parañ, a pesar de la merma física y el duro tratamiento que soportaba. Por esa firmeza de carácter y exacerbada afición, yo le puse de ejemplo en público muchas veces, ante la tibieza y pusilanimidad de otros aficionados. Y cuando ha llegado..." ese día del último viaje, que esté al partir la nave que nunca ha de tornar" recordando otra vez a don Antonio Machado, con el vacío de su pérdida que ha sido inmenso me he quedado otra vez roto. Solo me queda dar un abrazo fuerte y sincero a su mujer e hijas y demás familia, que gozaron de su proximidad siempre. Compartir su dolorosa pérdida con los innumerables amigos, a quienes dispensó su afabilidad manifiesta que nunca olvidaremos ninguno. Y yo mismo le lloro, porque que he tenido la suerte de convivir con él, y apreciar los momentos en que me animó como nadie, a sacar cosas bellas de mi interior. Igual como ahora mismo que está sacando mis lágrimas, que no logran empañar el recuerdo imborrable de su afecto y su sonrisa. Hasta siempre Jesús, buen día de paso en el Versalles celestial convertido en parañ. Te recordaremos todos, siempre.

    (Escrito hace dos años, en los días posteriores a su muerte)

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    comentari 1 comentari
    Vicent Bosch i Paús
    Vicent Bosch i Paús
    14/02/2017 03:02
    Jesús, sempre elegant!

    Encara que dues "quintes" més major que jo, aní a les escoles nacionals amb ell. El mestre era don Paco. Jo també coincidí amb ell de 1995-99 com a regidor a l'ajuntament de l'Alcora. No era com la resta del PP ni del PSOE. Ell sempre polit i elegant i molt ben vestit. Amb mi sempre es va portar molt bé. M'assabentí pel Facebook de la seua mort quan estava a San José del Monte, Bulakan, illes Filipines. Ho vaig sentir.

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