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Per Manuel Guisande
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Lo que pasa al llevar a una sioux a los toros

    Ahora entiendo porqué era «la quinta de abono»: porque fuimos al tendido 5 y porque lo de la sioux en los toros es como para darle de comer aparte. El asunto es que mi mujer (que muchas veces he dicho que es india americana de la tribu sioux, y que me casé con ella porque se confundió de casa; sí, de casa) nunca había ido a los toros y quería vivir esa experiencia para contarlo; pero sinceramente, dudo que llegue hacerlo algún día, lleva ya casi 72 horas como traumatizada y mi frase es: «Como te portes mal, te llevo a los toros…».

    El caso es que como estábamos cerca de Palencia y eran las fiestas de San Antolín (1 de septiembre), fuimos a una corrida rejones. Entramos, nos sentamos, sale el primer toro, le ponen unas banderillas, otra, otra y otra, y me dice la sioux: «Se le ve triste al toro», a lo que le digo, «no te preocupes, le queda de tristeza un minuto». Y en efecto, al minuto cayó el toro a plomo como un saco, y cuando voy a decirle «¿ves?», lo que veo es a la sioux con las manos en la cara, sollozando y diciendo entre balbuceos «esque esque los ani aninimales tienen vida y y…» Y… sinceramente, desconecté porque si empezamos así con el primero y aún quedan cinco de esta animalada…

    El señor del cartel

    Y tras decirle que si quería nos íbamos… sale un tipo con un cartel en el que figuraba la ganadería y lo que pesaba el toro, momento en que me dice: «¿Y la chica?», y la miro y le digo extrañado «¿qué chica?», «pues como la del boxin… ». Es decir; que para la sioux tendría que salir una tía en bikini o ligera de ropa, llevar un letrerito entre las manos y anunciar el siguiente astado contorneando su cuerpo. Pues no, otro toro, otras banderillas, otro morlaco muerto, otro medio llanto y de repente oigo: «¡¡¡Que bonitas!!!», a lo que sorprendido digo en medio de aquella masacre «¿bonitas qué…?», y me dice que las botas que lleva el rejoneador Hermoso de Mendoza, que a mí como si me dice que es Messi o Ronaldo, ni idea.

    El vecino de al lado

    Y entre el boxin, la tristeza del toro, las botas de Mendoza y el llanto… pues el que estaba a nuestro lado nos dice: «Ustedes de aquí no son ¿verdad?», a lo que pensé, «mira, mejor no te lo explico, que aún quedan 4 toros y a saber cómo acaba esto; pero del planeta Tierra sí». ¿Qué como acaba esto, he dicho acabar? Joé acabar… cuando le digo a la sioux que al toro le han cortado las dos orejas y que Hermoso de Mendoza ya ha tirado de regalo una al público… te lo juro que no sé como era lo del imperio romano, los gladiadores, los leones y los cristianos, pero puso una cara de espanto… una cara…

    Una rejoneadora por lo suelos

    Y así pasa un toro, otro, otro; la sioux que es incapaz de ver como los arrastran muertos, que se tapa la cara con el abanico, que me pregunta si «ya se fue», y entonces… ¡¡¡toma toros!!!!. Uno que sale, que no tiene casta ni bravura («no se le ve animado», según la sioux) al personal que no le gusta y se monta un cirio… pero un cirio… botes de plástico al ruedo, latas de refresco, almohadillas, bolsas… y en medio de una bronca que no veas, la sioux que me pregunta «que qué dicen…». Y explícale tú, explícale, concrétale, detállale tú lo que dicen a gritos 5.000 tíos cuando estos Usas son tan milimétricos, tan exactitos y justiños en todo que son capaces de encajar en la estratosfera dos aparatitos para ir a Marte… ¿que qué dicen?, si preguntara lo que no dicen…

    Y como el presidente no cambia al toro, la rejoneadora Noelia Mota que se acerca más y más al bicho y a tomar viento la Noelia… que la Noelia se cae, que el toro la embiste, la sioux que grita, y yo que pierdo la cuenta de cuantos viseras y hay en la plaza que empiezan por Talleres…

    Total, que salimos de la plaza y ya por comentar algo le digo «¿qué?». Y un silencio, oye, un silencio de la sioux que aquello de fiesta de San Antolín, o sea de fiesta, nada. Y medio traspuesta dice: «vamos a tomar algo.. ». Y joé, que si tomó; se arreó dos copazos vino blanco porque la pobre estaba que temblaba.

    Y mientras entraba en calor… pues yo pensando: «Dios como se le ocurra al padre de la sioux, que es de la tribu chockaw, leer esto y sepa adonde llevo yo a su hija, que cambio de nombre y en vez de Guisande digo que soy Gran Gacela del Viento y no me vuelven a ver en años, pero en años años».

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