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Per Manuel Guisande
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Los hijos te ponen en cada aprieto...

    Esto de los hijos es la repera y cuando son pequeños, más. Unas veces es la inocencia y otras… pues que no lo entiendes, pero el asunto es que te ponen en unos aprietos que son mucho. Y seguro que tú has vivido alguno y sino con tus hijos, pues con tus sobrinos, nietos, primos… yo que sé, con alguno de esos simpáticos bichitos que son tan «naturales».

    Lógicamente yo pasé varios, y quizás el peor, que ya hay que buscar, ocurrió cuando un día estaba paseando con mi hija Alejandra, que tendría unos 3 años, y me paró un amigo. Nos pusimos a charla en medio de la calle y estaba hablando de no sé que asunto cuando de repente, una vocecita casi inaudible dijo: «Mi papá me pega».

    Tú sabes eso de que crees que lo has oído pero no lo has oído, pero estás casi seguro que lo has oído; vamos que lo has oído pero… pero que sigues que no.... pues así estaba yo cuando, otra vez: «Mi papá me pega». Y entonces ya no estaba en eso de que creo que lo he oído y no lo he oído; joé si lo oí, pero clarísimo, tanto que miré a la entonces renacuaja y…«¿qué dices Alejandra?». Y ella callada; pero como mi amigo la había escuchado también… pues entonces ya del asunto del que hablábamos quedó aparcado y… ¡¡¡¡ Dios qué paranoia !!!!.

    Yo le decía que no se creyera que le pegaba y a la vez pensaba: «Este cree que le pego y me estoy disculpando; y si me disculpo es peor porque entonces va a creer que realmente que sí, que le pego». Él, ante la situación, comentaba: «Normal, ya se sabe, los niños… ». Y yo pensaba «¿¡¡¡¡ cómo que normal !!!!, ¡¡¡¡ cómo que normal !!!!?, ¡¡¡¡ de normal nada, anormalísimo !!!!, ¿¡¡¡ pero es que tú te encuentras todos los días un niño o niña que diga «mi papá me pega» !!!?, ¿¡¡¡ pero qué clase de amigo tengo !!!?».

    Y mientras hablábamos de lo que había dicho la niñita yo pensaba que si lo decía era porque realmente no le pegaba porque si le pegara no lo diría, tendría miedo, pero que esto no se lo puedo explicar a mi amigo porque si me pongo a argumentar… peor, fijo que peor.

    Que qué hice después… pues cuando salía con ella y me encontraba a alguien… «¡¡¡ lo siento, lo siento, tengo mucha prisa, tengo mucha prisa, te llamo, te llamooooooo !!!». Y tiraba de Alejandra como si fuera una correa. Mira, entre que «mi papá me pega» y que tenía que llevarla a pasear, me pasé tres meses de escapado, en plan fugado, huido, yendo por las calles menos transitadas, menos conocidas, por callejuelas, por plazuelas… y cuando veía a alguien me cambiaba inmediatamente de acera a la vez que le preguntaba: «¿Pero papá te pega?», para ver como iba el tema.

    Y ella, era lo peor, no decía nada, me miraba y sonreía. Y, también mirando a sus ojillos inocentes de los bemoles me decía: «Neniña, no tengo la menor duda, eres mi hija, pero tienes un sentido del humor a veces… que Dios te lo conserve».

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