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El siete veces conseller de la Generalitat Rafael Blasco duerme desde hoy en la cárcel

El siete veces conseller de la Generalitat Rafael Blasco duerme desde hoy en la cárcel
  • Listo, distante y lobo solitario, abandonó su tradicional discreción al unirse a Alfonso Rus como oposición frontal a Fabra

  • Interventor municipal de carrera, conocía al dedillo la Administración para encontrar recovecos

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El siete veces conseller de la Generalitat Rafael Blasco duerme desde hoy en la cárcel - (foto 2)

Hoy Rafael Blasco (Alzira, 1945) cambiará su dormitorio de la calle Artes Gráficas de Valencia por una celda en la que cumplirá pena de 6 años y 6 meses por “pisotear a los ciudadanos”, desviando fondos para países en vías de desarrollo desde la Generalitat Valenciana.

Conseller con todos los presidentes valencianos menos con Alberto Fabra, se enroló, de la mano de su hermano, alcalde de Alzira, en un PSOE construido después de la clandestinidad. Procedente del Frap, estructuró, como conseller de Presidencia, el primer gobierno del socialista Joan Lerma. Lo hizo sometido a un fuerte control, por el miedo que generaban su apabullante capacidad de trabajo y su talante arrollador.

Interventor municipal de carrera, conocía el funcionamiento interno de la Administración como nadie. Tanto que, según sus adversarios políticos, encontró los recovecos necesarios para lucrarse, como ha confirmado el Tribunal Supremo.

La sospecha siempre le acompañó después de ser destituido por los socialistas, tras una denuncia por sobornos a funcionarios para recalificar terrenos. Salió indemne judicialmente por la anulación de las grabaciones telefónicas que sustentaban la acusación.

Lo suyo eran las ideas. Y con ellas conquistó a Eduardo Zaplana.

En 1995, volvió a Presidencia de la Generalitat, como cerebro en la sombra, encargado de construir el proyecto del primer gobierno popular. Hasta que en el 99, entra de lleno en la acción de gobierno, ocupando silla en el Consell, con la cartera de Empleo.

De subidón por su regreso real a la pomada, logra en sólo un año materializar el encargo de Zaplana para toda la legislatura: 44.000 puestos de trabajo en un maratón en el que acuñó el término hoy archiconocido de ‘Pleno Empleo’.
Listo, cercano y distante a la vez, lobo solitario, corpulento física y mentalmente, cordial y educado pero, según la oposición, con genio corto, recaló en Bienestar Social para superar los prejuicios.
El PP no hacía caridad sino justicia social. Cumplió, otra vez, con el mandato de su jefe de filas: acaparó la atención de todas las empresas y asociaciones satélites para reforzar su perfil.

Y vio más hueco: con un Zaplana decidido a dar el salto a la política nacional, trazó la primera Ley de Parejas de Hecho en toda España. Todo un hito para un gobierno conservador. Su obsesión mediática era tal que mandó medir los impactos de esta norma con la que se catapultó él mismo y Zaplana. A nivel nacional, la noticia adquirió tanto protagonismo como en su día la rotura de la presa de Tous.

Fueron los meses, también, del recién parido bono residencia y, paradójicamente, también el arranque de su declive. Sus más estrechos colaboradores fechan en el ecuador de su mandato en Bienestar Social el comienzo de sus posibles excesos.

Con el divorcio entre Zaplana y Camps, Blasco da un giro a su vertiente política. Se aparta de quien lo recuperó para la vida institucional y se abraza a Paco Camps con un compañero de viaje muy distinto a él formalmente, Alfonso Rus. Y llega el aislamiento del partido y la inevitable pérdida de protagonismo político y de discreción.

Para asombro de todos, inició una rueda de entrevistas con periodistas y prescriptores, haciéndoles ver que había que derrocar a Alberto Fabra para propiciar la vuelta de un Camps absuelto en la causa de los trajes. Y fracasó. Sus ideas habían dejado de comprarse.

En el verano de 2012 arrancan su calvario judicial y su desgracia política. Un juez señala por primera vez la imputación aunque se mantiene como portavoz popular en les Corts. Resistió pocos meses. En 2013 se convierte en diputado no adscrito, tras ser expulsado otra vez de un partido político. En esta ocasión, del PP.

Con los funcionarios de la conselleria de Cooperación en su contra, su habitual poder de persuasión no ha servido para convencer al tribunal de que era víctima de una persecución con el ‘caso cooperación’.
Rafael Blasco, siete veces conseller y primer político valenciano condenado por corrupción.

 

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