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Olga Diego muestra en el Centre del Carme otra dimensión del arte a través de la tecnología

Olga Diego muestra en el Centre del Carme otra dimensión del arte a través de la tecnología

    La artista alicantina Olga Diego recrea 'El jardín de las delicias', de El Bosco, en el Centre del Carme Cultura Contemporània de València. Con más de 400 metros cuadrados, la instalación de Olga Diego, que ocupa la sala Dormitori, sumerge al visitante en un paraíso de libertad creativa y sexual donde el pecado de la carne, del que advertía El Bosco, es sustituido ahora por el plástico, en una crítica al capitalismo y a la sociedad de consumo. 

    La exposición, titulada "Jardín Autómata", la ha presentado esta mañana el director del Centre del Carme, José Luis Pérez Pont, acompañado por la artista, Olga Diego. La muestra estará abierta al público hasta el 28 de octubre. 

    Pérez Pont ha explicado que la obra de Olga Diego "nos introduce en una nueva dimensión del arte donde las obras ya no solo se pueden observar, sino que cobran vida e incluso respiran". El director del Centre del Carme ha destacado la línea de trabajo de Olga Diego, a caballo entre la 'performance' y la instalación escultórica, y ha recordado que su obra forma parte de la naciente colección de arte contemporáneo de la Generalitat Valenciana, que también se puede ver en el centro de cultura contemporánea a lo largo de este verano. 

    El "Jardín Autómata" es una gigantesca instalación que forman un centenar de esculturas inflables y electrónicas inspiradas en los hermosos, extravagantes y sugerentes personajes de El Bosco. 

    El punto focal que provoca la idea es 'La cabalgata del deseo', pintada en el panel central del tríptico. En ella, seres humanos desnudos disfrutan, junto con animales de todas las especies, de un mundo de placer sin límites. La lujuria representada de múltiples e inimaginables formas, un mundo sugerente donde también encontramos hermosas aves, peces y frutos exóticos. 

    Estos elementos son los que también aparecen en "Jardín Autómata". Una orgía visual y creativa, un laberinto de grandes cuerpos traslúcidos que sugieren una existencia mágica. 

    "En mi obra busco provocar una experiencia. Tengo la sensación de haber creado en la sala Dormitori un pequeño microuniverso. La pieza se activa cuando el espectador se introduce en ella, necesita entrar dentro de ella, recorrerla, para poder reconocer a cada uno de los personajes que se mueven y respiran como seres vivos a su alrededor". 

    Diferentes humanoides, cuadrúpedos y personajes híbridos se suspenden en el espacio de la sala en una composición aérea y en continuo movimiento, mientras otros inflables se encuentran posados en el suelo recreando escenas más terrenales y libidinosas. 

    En esos cuerpos traslúcidos, sus motores, como corazones eléctricos, insuflan aire en su interior, y marcan con sus ritmos una indescifrable sinfonía eléctrica. Luces led terminan de conformar los cuerpos y una lluvia de cables y circuitos electrónicos se descuelgan desde las figuras hasta posarse en el suelo de la sala. 

    En la obra de Olga Diego es muy importante la electrónica: un laberinto de cables conectados a un complejo 'hardware' es el que da vida a estos personajes. 

    El grupo de personajes comprende desde humanoides de todos los géneros, cuadrúpedos sencillos y mestizos, seres híbridos y mujeres de grandes pechos-antena a animales de cabeza-globo, una jirafa mutante o un chico pájaro con alas-tortilla. 

    Sin embargo, detrás de esa obra de El Bosco encontramos una crítica al pecado, a la lujuria que retrata. Profundamente religioso, El Bosco pretendía mostrar las terribles consecuencias que acaecerían a la especie humana si esta se dejaba seducir por los placeres de la carne. 

    Olga Diego reconoce que "hay una gran distancia entre su intención y lo que hoy en día vemos en esa obra. Un mundo sugerente e idílico, un inquietante paraíso de libertad. Actualmente, y sin lugar a dudas, uno de nuestros mayores pecados como especie humana no son nuestros deseos sexuales. Convertidos en una sociedad capitalista incapaz de modular un respeto por el medio ambiente, sufrimos un derroche desmedido, y es en esa lujuria consumista donde mostramos nuestro inmenso pecado: el plástico".

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