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Joaquín Navarro, una vida dedicada a la lucha por los derechos de los trabajadores

Joaquín Navarro, una vida dedicada a la lucha por los derechos de los trabajadores
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    El histórico dirigente del sindicato Comisiones Obreras (CCOO), Joaquín Navarro, recibió la Medalla de Oro al Mérito en el Trabajo el pasado 27 de julio. Joaquín es vecino de Puçol y ha compartido momentos de su la lucha por la mejora de la situación de los trabajadores; un cometido que le llevó a impulsar la primera huelga del transporte de viajeros en 1977 y a verse obligado a huir a múltiples países del extranjero, donde no abandonó sus ideales. En València se ocupó de negociar la municipalización de la Empresa Municipal de Transportes y acabó asentándose en nuestro municipio, donde echa en falta mayor interés por la actividad política.

    A pesar de haber pasado por Madrid y la Comunitat Valenciana, Joaquín es originario de Coria del Río, una localidad situada en Sevilla. "A veces digo que soy de Pontevedra", bromea, haciendo referencia a su acento andaluz, que no tiene nada que ver con lo que se esperaría de alguien proveniente del norte de España.

    No le falta sentido del humor, pero habla muy en serio cuando asegura que ha dedicado "toda una vida a la defensa y la mejora de calidad de vida de las trabajadoras y trabajadores". Tampoco antepone la palabra "trabajadoras" por casualidad, sino porque no está de acuerdo en su invisibilización: "¿por qué siempre se las menciona detrás?", se pregunta.

    El antiguo dirigente de CCOO reivindica el reconocimiento de las mujeres; que, en su opinión, "juegan un papel interesantísimo en la sociedad". "Y más ahora, que cada vez hay más mujeres implicadas en la defensa de los trabajadores y con muchas otras ocupaciones".

    Mientras muestra fotografías con personalidades de la época de la Transición, como Santiago Carrillo, comienza a relatar su periplo: viajó a Madrid desde Sevilla, donde se afilió al Partido Comunista. La capital española no le permitió acceder a un trabajo, pero encontró en Francia "una empresa donde ganaba mucho dinero"; de hecho, le permitía disponer de un piso. "Lo puse al servicio del Partido, y nos reuníamos allí", explica.
    Llevando de nuevo el relato a Madrid, trabajó como secretario general de transporte de la ciudad y se dedicó a transportar mercancías. También tuvo contacto con material clandestino: "si me hubieran cogido en la época de Franco, no estaría aquí", asegura. Durante la organización del transporte de viajeros y la coordinación de actividades reivindicativas "teníamos que hablar escondidos", recalca.

    En este punto, alza el dedo índice para señalar la importancia de lo que va a decir: para poder conseguir un cambio, consideraba necesario conocer cómo eran los tipos de empresa imperantes. Por eso, invirtió cuatro años a ver desde dentro cómo funcionaban tanto las pequeñas empresas familiares como las medianas y las grandes empresas. "Cuando me iba a otra compañía, dejaba conocidos", detalla.

    "Me presenté a las elecciones del sindicato vertical durante mi estancia en Autocares Julià y salí elegido", narra. Joaquín planteó una serie de reivindicaciones que había que exigir y se redactó un escrito.
    Después de todo esto, se llevó a cabo una huelga en Autocares Julià que le costó su puesto de trabajo. Se celebró un juicio y, "aunque no tenían derecho a despedirme por ser delegado sindical", el juez habló con él y le aseguró que, o aceptaba la indemnización que la compañía le ofrecía, o encontraría la manera de despedirle.

    Joaquín decidió destinar al Partido las 250.000 pesetas de la empresa, pero sus compañeros se negaron a aceptarlas, porque "estaba en la lista negra" y nadie le contrataría así, por lo que le iba a costar conseguir dinero de ahí en adelante. Al final, acordó entregarles la mitad de esa cantidad.

    No mucho después, en 1977, impulsó en Madrid la primera huelga de transportes en España; "la ciudad estaba paralizada", recuerda. "¿Usted sabe lo que ha hecho?", llegaron a preguntarle. "Defender a los trabajadores y su situación económica y social", respondió en esa ocasión.

    Sin replicar su afirmación, le contestaron: "ha acelerado el proceso de transición de la dictadura a la democracia". Tras el atentado en los despachos de abogados de Atocha que acontecieron ese mismo año, perpetrado por tres personas vinculadas a movimientos de extrema derecha, se vio obligado a huir al extranjero. "Estuve en Yugoslavia, Ucrania, la URSS, el Reino Unido...".

    Ya tiempo después, volvió a España "muy cansado y delgado", por lo que "el Partido me mandó fuera para que me hicieran un reconocimiento". En esa época, tuvo contacto con una doctora de Rumanía y estuvo bajo tratamiento durante cuatro años.

    Al hablar de Puçol, Joaquín recuerda que, ya tiempo después, "unos compañeros del Partido me invitaron a venir a la comunidad; pasé unos días y conocí a mi mujer". "Hablé con los compañeros de CCOO y me acogieron muy bien", agradece.

    Cuando se instaló en tierras valencianas, se decía: "¡ha llegado un demonio!", comenta Joaquín, sin ocultar que este asunto le hace gracia. Esta frase referenciaba a aquella que decía "un fantasma recorre Europa, el fantasma del comunismo". Por supuesto, este "demonio rojo" era Joaquín. "Los patronos de aquí me conocían por boca de los de Madrid", aclara. Durante ese periodo, se encargó de negociar la municipalización de la EMT (Empresa Municipal de Transportes) de València.

    "Un minuto y medio pasa rápido", asevera el histórico sindicalista cuando rememora el día en que le fue entregada la Medalla de Oro que se concede con la finalidad de premiar y destacar el mérito de una conducta socialmente útil y ejemplar en el cumplimiento de los deberes que impone el ejercicio de un servicio, algo que no falta en la trayectoria de este vecino.

    Aunque su intención era leer su discurso, acabó dedicando unas palabras a los asistentes sin prestar atención al papel. De todas maneras, hablar ante el público tampoco fue un problema, ya que está acostumbrado a prescindir de anotaciones. "Cuando participaba en mítines, siempre los llevaba preparados de memoria".

    Además, le dedicaron un gran aplauso. "Solo faltó que el portero y la policía vinieran a darme la enhorabuena", bromea al recordar con emoción esos momentos. "Hasta Albert Rivera me felicitó", añade. A Joaquín no deja de resultarle divertido que "mis enemigos, como Mariano Rajoy, hayan reconocido mi trabajo".

    "He recorrido mucho, he trabajado mucho, pero no me he aprovechado de nadie", asegura. Ahora, a sus 85 años, no sigue en política, pero ayuda a sus compañeros "en todo lo que pueda".
    Al preguntarle acerca de la actividad política del municipio, es rotundo: "este pueblo está muerto políticamente". "No hemos sido capaces de que la gente se dé cuenta de que hay que luchar para conseguir cosas; la gente no se implica", lamenta.

    Sus palabras no son muy distintas al preguntarle qué aconsejaría a los más jóvenes, quizá porque es un asunto que afecta a todas las generaciones pase el tiempo que pase. "A la juventud le plantearía que, para mejorar la situación, hay que luchar: si no se lucha, no se consigue nada".

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