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El castillo de Peñíscola expone lo último de Luis Bolumar

El castillo de Peñíscola expone lo último de Luis Bolumar
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    La Sala del Cuerpo de Guardia del Castillo de Peñíscola cede estos días sus pétreos muros, testigo de la historia más agitada del Papa Luna, a la sensualidad de la pintura de Luis Bolumar. La exposición de los últimos trabajos del artista podrá visitarse hasta el próximo 14 de agosto de 2013, tiempo por el que se calcula que pasarán cerca de 200.000 personas para visitar el monumento. La inauguración celebrada el pasado día 1 contó con la presencia del alcalde de la localidad, Andrés Martínez, que recalcó su admiración por el pintor segorbino al que admitió “seguir desde hace muchos años”.

    Se trata de la primera ocasión en la que el pintor de Peñalba muestra su obra en el emblemático bastión del Papa Benedicto XIII y por eso reconoce estar muy satisfecho. “Siempre concebí el verano de 2013 con un proyecto doble que consistía en exponer en dos salas importantes de Benicàssim y Peñíscola una obra ambiciosa en la que lleva dos años inmerso. Ahora se ha hecho realidad y me siento muy alagado”, afirma.

    La exposición se compone de 20 piezas de gran formato y un atractivo añadido que consiste en la incorporación del mundo de la acuarela con tinta china. Esta última serie reciente es una familia de retratos salpicados de su universo simbólico al que ya nos tiene acostumbrados.

    La principal novedad radica, sin embargo, en el corpus de obra de gran formato. Las últimas creaciones del artista rebosan espiritualidad fruto de un momento vital de honda reflexión para este creador acostumbrado a desdibujar la fina línea entre la vigilia y el sueño. Sus carnales cuerpos antaño en interiores levitan gracias a unas graciosas alas que nacen de su desnudez y que aluden al plano espiritual. La mayoría de sus personajes abandonan los interiores para disfrutar de una libertad sensual. El cambio más visible lo hallamos en el interior de los cuerpos que Bolumar construía con planos de distintos tonos para crear luces y volúmenes y que ahora desaparecen del lienzo. Por el contrario, la figura se torna invisible hasta el punto de dejarnos ver a través de la carne.

    Esas transparencias son más acusadas a medida que avanza la serie hasta fusionarse prácticamente con el fondo. “Ahora me concentro más en la mancha y en lo etéreo, sin abandonar el color. La luz parece emerger de la propia figura, de su interior”, señala. En definitiva, toda la serie es una evolución en la que el artista va soltando lastre para quedarse con la esencia; desde un concepto más terrenal y físico hasta lo inmaterial. Sus figuras son más ligeras pero, sin embargo, no pierden un ápice de sensualidad ni de ese atractivo que atrapa al espectador.

    Asimismo, la exposición cuenta con un importante catálogo a color de 16 páginas diseñada por Pilar Diago que, además de mostrar la obra, nos descubre una mirada directa del artista en su taller.

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