Los no veganos son fascistas, para los animales no humanos y de facto
Los veganos no sabemos ya cómo decirlo. Pero no nos agotaréis. No lograréis que callemos ni que pensemos: “oh, no vale nada la pena con estos, son incombustibles en su necedad y sordera y crueldad hacia los animales. Dejémoslo estar, no vale la pena...”.
No. En absoluto nos agotaréis; más al contrario, cuanto más cerréis filas de sordera y de pasotismo hacia la justicia con mayúsculas (la que ampara a todas las criaturas, sean humanas o no), nosotros más empujaremos.
Esto es así: Vosotros seguís con lo vuestro, nosotras y nosotros seguimos con “lo de todas/os”.
Creo esta última frase resume la esencia de todo.
Si tú que esto lees no eres vegano, estás “a lo tuyo”, es decir, a seguir tus intereses particulares, aunque en tu fuero interno creas que estás en lo colectivo y que trabajas por lo colectivo y por esa fanfarria de creación de palabras llamado “bien común”. Ese bien común, precisamente, es un término creado para humanos y entre humanos. O sea, lo común se detiene en la franja (fina como un hilo de pescar) que separa a la especie humana del resto de las especies animales, que ya no entran en la protección general para estar todos en paz.
¿Y por qué los animales para la mayoría de personas no valen nada?
Hay distintas respuestas para esta pregunta. Expondré algunas.
- Especismo. Culturas falsas heredadas que son estafa y que hay que derrocar y superar; por supuesto.
- PASOTISMO LESIVO. A la gente se la sopla qué pase con los animales no humanos porque es cruel. Sin más. La mayoría de la gente cree en aquella frase de “ojos que no ven, corazón que no siente”.
- NO QUERER MIRAR. Tú piensas que comer animales está mal pero te has acostumbrado a ello y no quieres prescindir de ese privilegio, tampoco quieres escuchar razonamientos en contra de esa práctica que produce tanto dolor e injusticia sobre las innumerables vidas que tu tozudez rompe en pedazos.
- SI ME LO TRAEN, LO COJO. La mayoría de personas dicen que si tuvieran que matar y despiezar ellos mismos los animales que se comen, no lo harían. Lo que demuestra que no estamos hechos para este crimen en masa y que lo aceptamos porque terceros lo realizan y nos presentan bajo la cara a seres que deseaban vivir bien “arregladitos”, troceados, la mayoría de las veces sin piel ni pelo (todo esto suena a nazi, ¿no lo crees?) como si ya no fueran seres ni lo hubieran sido jamás, listos para freír o asar y comer. Meros productos para caníbales que creen falsamente estar en la cúspide de la civilización y del razonamiento. Falsamente porque sólo hay que echar un vistazo al mundo, cómo está, por culpa de ese centro del universo del hombre de que se habla, y comprobar que ese centro sólo lo es de cataclismos, de catástrofes, de dolor y de destrucción total y completa.
- SEDACIÓN PSICOPÁTICA. Otro tipo de personas les da igual saber conscientemente que se come seres vivos que querían vivir, sólo hay que acercarse a cualquier mostrador de carnicería o pescadería. Es difícil entender cómo viendo los trozos de costillares de criaturas, incluso las cabezas, con los ojos abiertos como mirando vacíamente a una nada, en los peces grandes, en las cabezas de cerdos grandes o bebés; no se entiende cómo la gente espera con su numerito, mirando todo esto, todo este crimen en masa frente a sus narices, y compra esta parte o aquella de esta o aquella criaturas que sabe que otro que no fueron ellos los mató, para su gula. Y les importa todo esto una resanta mierda. Lo que nos lleva a la teoría de Javier Burgos de que la humanidad es netamente malvada, en su totalidad. Tan cruel y ausente de empatía como los psicópatas más famosos, que juzgados se reían y se jactaban delante de la familia de sus víctimas de lo que hicieron y cómo lo hicieron. (Entonces este punto abordaría lo mismo que el punto uno de esta lista.)
- CREES EN PRIVILEGIOS ADQUIRIDOS, COMO EL DE CONDE, REY O “HUMANO”. Buena parte de la gente no se interroga sobre la cuestión, nacieron con este privilegio, como nacen los reyes y nobles, o nacían (ahora ya no se lleva esto, por fortuna, en casi todo el mundo), con derecho de pernada. Y yo sé, y tú sabes, que ellos saben, sabían, que eso no estaba bien, pero no hicieron nada por perder el privilegio, más al contrario, lo ejecutaron para satisfacer su placer, sin importarles las víctimas de sus lujurias y bajos deseos de criminales aplaudidos por su tiempo, denostados por el siguiente.
- LOS GRISES. LO SÉ. QUERRÍA HACER ALGO. PERO NO ME LANZO NUNCA. La última parte de esta lista incompleta pero aproximada a los grupos de respuestas que se ejecutan socialmente frente al imperativo de respeto a los animales actual (al que se ha llegado, por fin, rompiendo todas las capas de mentira que yacían sobre la verdad natural), la integran las personas que simpatizan con los defensores de los animales, simpatizan incluso con los animales y no están de acuerdo con cómo son tratados ni con que les maten, pero no usan su tiempo ni sus energías en cambiar la situación, y siguen vistiendo ropas con pieles de animales asesinados y comiéndoselos, por pura desidia de seguir la fila, de no ser diferentes porque en un mundo dominado por el pensamiento único del capitalismo, del consumismo, y de la estupidez supina que hace ganar a los ricos y perder a los pobres (que desean ser “ricos), ser diferentes significa ser expulsado del grupo. Y la gente siente pavor ante la soledad, no desea pensar solo, cada vez se entrena y educa “mejor” en el depender del bando diario de la voz de su amo, mediante los periódicos digitales, programas de televisión de “actualidad” y lo que dicen “los demás”. Estamos, entonces, ante la época donde el ser humano ha estado más informado de todo lo que le rodea y ha poseído más elementos de comparativa y para reflexionar y hallar un pensamiento crítico bestial, generador de motores fuertes para distintos mundos que este, y que sin embargo, donde se ha demostrado que el común de los humanos no quieren pensar solos, no quieren crear, soñar, mejorar algo conjunto para todos (los seres vivos todos, animales no humanos y humanos, y la tierra viva); sino que desean líderes, no quieren cambiar nada y sólo se quejan de lo que no les gusta, con boquita pequeña, viviendo vidas lo más iguales a las de los demás, para no ser “malentendido” o apartado. Vidas pequeñas en mundos (mentales) pequeños, cuyo impacto fatal en todo lo demás lo pagamos los que habitamos escenarios más abiertos, materialmente, empáticamente.
- CONCLUSIÓN DE PUNTOS. Sin embargo, esta es une época en la que todo el mundo cree decir lo que quiere y creen ser totalmente libres, sólo hay que ver cómo cual champiñones crecen y consiguen millones de seguidores los youtubers y la gente que habla desde las redes de los temas más ridículos, nimios e inservibles (en un contar por contar, en un hablar por hablar), y se convierten en “famosos”, y todos quieren conocer a esos famosos y convertirse algún día en ese tipo de “famosos” que lo son por cocinar en su casa y filmarse haciéndolo, o filmarse bailando en su casa o tirándose pedos en una silla, o cantando mal y creyendo que lo hacen bien y a la gente le gusta los que cantan mal, comentan sobre todos los temas y no tienen una idea clara sobre ninguno; sobre todo abunda ahora mucho la gente que indisimuladamente arenga por el fascismo, por el racismo, a favor de un nacionalismo imposible de soportar porque eso no es nada: solo estupidez y miedo, pero también crueldad. Acabamos siempre topándonos con ese impulso, el de la crueldad, que nace de importarte todo lo demás nada, una santa... , y juntarte con gente que tampoco tienen valores, entonces en ese grupo entra una idea, que es antigua, la de que todo sería mejor si alguien o un grupo de personas de determinada etnia no existiesen, hallado el chivo expiatorio ya todo cobra sentido para los necios. Se sienten familia y trabajan por un fin común, por el bien común. Piensan: Ah, hay un otro mundo mejor, pero esta gentuza nos lo está tapando, hay que eliminarlos, a “los malos”, y ya todo estaría genial, ya seríamos felices. ¡A trabajar!
Una vieja historia, tan vieja como el primer y la primera humana que anduvieron por esta tierra, reflejada en buena parte en el cuento “La Bella y la Bestia”, que ahora está en kioscos por menos de dos euros en un volumen precioso, ilustrado y contado con una maestría literaria magistral, con un menos es más y con descripciones limpias de todas las acciones y momentos de la historia de Bella y de Bestia, que me han dejado enamorado. Recomiendo comprar a todo el mundo este volumen (pues hay otras versiones del cuento, más reducidas o contadas con cambios, que no son tan buenas). No diré quién lo publica para no hacerle publicidad, pero a día de hoy 20 de enero de 2025 todavía se puede adquirir este volumen en kioskos de España en una colección de cuentos, en la que el siguiente volumen seguro vale ya doce euros o más. Pero este ya es otro asunto. La cosa es que este de La Bella y la Bestia es bueno, magnífico, y es muy económico. Se lee como una novela y a la vez tiene tensión, perfección y color y aroma de cuento infantil. ¡Es soberbio!
En la historia de Bella se relata cómo el pueblo, aturdido fácilmente por el malvado Gastón, encuentra un cabeza de turco en Bestia, a quien Gastón describe como una fiera capaz de matarlos a todos, y su castillo y él el origen de todos los males, actuales y venideros del condado.
Así es como se trabaja el fascismo sus mentiras, creando cabezas de turco, uniendo a las gentes con falsas narrativas de falsos bienes comunes afectados y prontos a destruirse de la mano de X o Z.
Así es como durante siglos se ha engañado a las personas sobre que han de comer animales, usarlos para ropa y en experimentos estúpidos y sádicos, un cuento antiguo, una mentira con muchas capas cuya verdad hemos de destapar.
La única verdad es que los animales nacieron para vivir su vida. Que no necesitamos comerlos. Y como no lo necesitamos no hemos de hacerlo, porque si sin necesitar algo que causa dolor, lo realizamos, es que somos basura, lo peor. ¿En eso estamos de acuerdo?
Si no fuera por Bella, el poblado azuzado por Gastón y sus mentiras habría matado a la Bestia y quemado su castillo con sus ocupantes.
Pero Bella veía el interior, veía la verdad.
El necio no ve el mismo árbol que el sabio, dijo Blake.
Pero dejémonos de simbolismos y digamos lo que todos sabemos.
Lo resumió la bióloga vegana Rosa Más con esta tremenda frase corta, el porqué no debemos comer animales. Es esta:
Está mal, lo sabes. No lo hagas.
NOTA FINAL: Por cierto, el cuento La Bella y la Bestia está lleno de valores. El del especismo, como en todas las grandes obras que hubo y hay, le chirría. Todos montan a caballo, y hacen como que los aman, y que los caballos dan sus vidas por ellos y son felices “ayudándolos” a desplazarse siempre que gusten y a la manera que gusten, comen animales, cazan y visten ropas con las pieles de animales. Especismo también es describir a los animales realizando cosas que no harían y que no van con ellos. Por ejemplo, los caballos no desean verse enredados en más problemas que en los suyos propios, que ya son bastantes si son propiedad de alguien, que aunque popularmente entendido como que no los traten mal porque “sólo” los montan, la monta es una forma más de maltrato animal, de violación. Para que un caballo se deje montar ha tenido que ser violentado largamente, para que se convierta en dócil, ha debido, según los expertos llaman, de “rompérsele el alma”. Entonces eso que la gente monta ya no es un caballo, es un ser destruido en parte y sumiso y constantemente asustado. La paradoja de La Bella y la Bestia es que Bella y los demás que abrieron los ojos con su mirada más abierta que sus demás vecinos, es que en las “otras bestias” que aparecen en el cuento, Bella fue igual de superficial que los demás con Bestia, sólo se fijaron en el exterior, en lo que les contaron sobre el exterior y en lo que les dijeron para lo que servía tal ser o aquel ser. Y esa es la pena de la cultura humana, podrida de falsa ética hasta la médula. ¿La esperanza? Primero, en hacerte vegana/o ya. Yo llevo casi 30 años, mi mujer también, y cientos de personas que conocemos. Y estamos más sanos que quienes no lo son. Después, examinar con visión crítica todo el legado de los ancestros humanos: todo lo de su cultura, en la música, en la poesía, en la ficción narrativa, en la escultura, en la danza, en el cine. Y expresar la crítica, y abrir debates. Y no dejar de criticar lo criticable.
Porque este mundo va como va porque lo nombran como es la mayoría, imitando la voz de su amo. Nombremos nosotras/os cómo debe ser todo en verdad, y cambiemos de cabo a rabo una realidad que se desmorona sobre nosotros mismos por su propia podredumbre.
A contracorriente, abramos una ética por fin verdadera que acapare todo, no sólo lo que a cada uno le interese respetar.