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Por Ángel Padilla
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«Parque de las ruinas», de Marília Garcia (Baile del Sol)

    FOTOS
    «Parque de las ruinas», de Marília Garcia (Baile del Sol)- (foto 1)
    «Parque de las ruinas», de Marília Garcia (Baile del Sol)- (foto 2)

    Con "Parque de las ruinas" estamos ante un libro absolutamente revolucionario, lo pone todo en jake. Parte de 0, si eso es posible. Para elevar una cosmovisión altamente sugestiva, a medio camino entre el pensamiento filosófico y la reflexión poética, en tanto, en la obra, a la visión de la realidad de los humanos. Esto es (se dice en el extracto del poemario usado en la contraportada del libro como forma de sinopsis): "me quedé con la pregunta / de si ¿es posible ver este lugar? / no quería ver algo más allá sino el propio lugar / tal vez con la foto pudiera recortar un instante del fotograma".

    Fotos.

    A golpe de fotos de un mismo lugar, en distintos momentos del día, con diferentes situaciones climáticas, pasos de gente, animales, etc., la autora realiza una búsqueda introspectiva de lo ontológico de aquello que nos rodea y que científica y popularmente se denomina realidad.

    Una búsqueda introspectiva porque así lo parece, pero este libro es de los más abiertos que he visto. Es pasar cada página y estar como en mitad de enormes calles, y con la voz de la autora, que nos cuenta todas sus dudas, aquellas que hacemos nuestras de inmediato porque son cosas en las que todos -eso creo- hemos pensado en algún momento. Nos desnuda a pocos, se derrumba todo pared, bajo cielos estamos en todo momento, a la intemperie, nos desvela y como para siempre, este poemario visionario como pocos.

    ¿Quién no ha pensado que si corríamos lo suficiente por una acera para doblar la esquina, al doblarla podríamos llegar a ver -o no ver- la zona de ese lado "no completa", o sea no "preparada", como en construcción?. Una suerte -esta vida- sería como un show de Truman, donde todo se construye a nuestro paso con enorme rapidez -tanto como para no captar las construcciones moleculares-; aquí me viene a la cabeza el concepto de maya oriental, que describe lo dicho, que las cosas que vemos son maleables, cambiantes, distintas según el observador (eso ya nos lo dice la psicología), pero distintas por construcción mental, ontológica, eso dice la idea del maya oriental y sobre este punto de partida se desarrolla todo el poemario-reflexivo de Marília Garcia, "Parque de las ruinas": los edificios, los suelos, el cielo, las gentes, todos como un tejido con empaque creíble pero, en realidad, que puede deshacerse como elevaciones de ceniza o de copos de nieve al soplo de un niño, léase al alejarnos de un paraje, que probablemente (¿quién podría decir lo contrario?) en alguna forma desaparece, por completo; al menos en nuestra mente.

    Y si nuestra mente -este es el paradigma de "Parque de ruinas"- construye el mundo, inane y vivo. Entonces, ¿qué somos en verdad dentro de este decorado?

    La aventura que lleva a cabo Marília me resulta de impagable belleza e importancia.

    La editorial, Baile del Sol, permite que este poemario haya sido editado con las fotos de que la autora habla -la voz poética, de enorme amabilidad y familiaridad-, fotos que hace a lugares -como se dijo-, y eso eleva el poemario a una extrañeza mayor, resulta, en ocasiones, un escalofrío su lectura y visión de fotos. A veces he pensado mientras lo leía que es un poemario de terror, una introducción al terror del vivir. Para despertar y hallar respuestas.

    Siempre dije que prefiero una verdad incómoda e incluso terrible, a una mentira tipo la que vivían los habitantes de "Un mundo feliz".

    Marília Garcia lo pone todo patas arriba con ritmos vérsicos largos, en contrapunto con versos cortos, digresiones temáticas (que complementan estupendamente) entre estrofa y estrofa, entreparéntesis, en cursiva, frases dislocantes. El conjunto es una metacomunicación de una entera belleza, cautivadora en grado sumo. Que te deja pensando: ¿Quiénes somos? Sobre todo te deja pensando, todo loco: ¿Qué nos rodea, y a la luz de ello, quiénes somos todos?

    La duda es el único motor del avance. Aquí, "Parque de ruinas" viene a remover la poesía internacional. No transmite conclusiones y certezas de un poeta sabio, como vienen siendo los poemarios clásicos y actuales -salvo excepciones-, el libro es todo una gran duda de una voz narrativa que se epata y arremolina con nuestras grandes preguntas eternas, nuestro miedo y nuestra soledad.

    Quizá una de las partes más aterradoras del poemario es la de la mujer que aparece en una fotografía. De ella había oído hablar la autora, como de un espectro. Y ella logra fotografiarla en múltipes fotos que hace de un puente. La mujer queda retratada por la poeta reflexiva cámara en mano -finalmente-, vestida de negro y luego desaparece como internándose en la molécula de un lado de la realidad del final del puente, como un fantasma terrible, cual dejando un mensaje. Triste y terrible.

    O poético y hermoso como el nacimiento y la declinación de una flor.

    Marília Garcia está a la altura de los grandes poetas pensadores en amplio, como Eliot o Whitman, es una poeta de gran aliento, sus poemas son buenos individualmente como en conjunto. El total del poemario nos deja noqueados. Por su total belleza, novedad, pero sobre todo, ya se dijo, por su enfoque.

    Un enfoque tan distinto a lo visto, que no quiero dejar de describirlo porque -lo reconozco- no sabría hacerlo, plantea experiencias inefables que sólo el lector puede tener junto a la voz narrativa al leer la obra, que recomiendo como una de las mejores que he leído en mucho tiempo. Esa voz nos espera al abrir la primera página de "Parque de las ruinas", como una extraña y a la vez familiar persona en la puerta de una tiendecita de una feria, para ver la maravilla natural y monstruosa que hay dentro. Pasen y vean.

    La fatalidad, o celebración, de la llegada de este libro es que los monstruos de feria de que he hablado están entre nosotros. Somos nosotros, quizá. Anclados en un punto del tiempo y el espacio, observados ¿en qué forma? por los demás, como raros. El concepto de normalidad debería abolirse, nada es normal, tampoco anormal. Sólo todo es distinto, y distinto de sí a cada segundo.

    El río es otro río distinto a cada segundo.

    "es difícil mirar las cosas directamente
    mucho más si están destruidas"

    Nos dice la autora. Mas también nos dice, y ahí la esperanza, en el poema Testeando (que aborda el test que ella realiza a la vida, a la realidad):

    "las reglas para el test no estaban dadas de antemano:
    se necesita ensayar."

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