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Por J. P. Enrique
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Toros en fiestas / La Juan Carlos I

    Hoy es jueves seis de setiembre. Estamos en fiestas de la Misericordia. Estamos de toros. Son las seis. Las seis en punto de la tarde. Barreras, cadafales y escaleras están ahí en la plaza esperando la salida de un toro.

    Hace nada acaban de tirar el primer cohete. Todo está a punto para empezar de nuevo. La gente está en sus puestos: unos en el recinto y la mayoría sentados o de pie en sus aposentos. Los recuerdos siguen vivos. La emoción se palpa.  Desde los alrededores del recinto muchos se acercan a ver la salida del astado. El espectáculo está, de nuevo, a punto de comenzar.

    Suena la música. Quienes están en la plaza son, en su mayoría jóvenes dispuestos a citar al animal, a llamar su atención, a quebrarle. Detrás de cada quiebro se expande por los aires un ¡aaaaaaaaaay!  …y algunos aplausos que suenan más fuerte cuando mayor es el riesgo apreciado.

    Ayer fue otro día. Ayer tres aficionados, tres, abandonaron el recinto en brazos de otros colegas corriendo con él, deprisa, rumbo a una ambulancia que los llevara con urgencia, sonando la sirena, hacia el hospital de La Plana. Allí no cierran en fiestas. Allí los médicos, con su saber y con todo el material disponible en sus manos trataron de taponar sus heridas: una en el costado, otra en el pulmón, otra en una pierna con la carne separada del hueso. Tres amigos del toro recibieron heridas graves y siguen graves. Uno de ellos está muy, muy grave.

    En la calle, hoy siguen corriendo voces. Hablan de cómo sucedió en versiones diferentes. Hablan de que vieron a uno con una pierna ensangrentada. Hablan de cornadas muy graves.

    Al conocerse la noticia, ayer, con inmediatez, los teléfonos móviles se arrojaron imágenes escalofriantes y tenebrosas, unos a otros. La gente chismorreaba: “Me he puesto enferma al ver todo el hueso de la pierna al aire” “¿De quién es hijo el más joven?” “Hay uno que no saben si se salvará” “A mí me ha dicho un guardia civil que está muerto”.

    Hoy no es ayer. Hoy es jueves. Hoy es otro día. Son las seis de la tarde y una charanga canta “La fiesta va a comenzar”. Todos están en sus sitios. Ayer es pasado,  es solo un recuerdo. Un recuerdo, una noticia que aún tiene recorrido pero que tendrá un recorrido breve. La charanga canta ahora “Marieta, Marieta…”

    Todo está en orden. Todo está en su sitio. La fiesta en la plaza y los heridos en el hospital con los médicos  tratando  de salvarles.

    Que siga la fiesta. La gente pide toros. La gente, en tiempos de los romanos, pedía circo.

    Por los altavoces anuncian que van a soltar a un animal. Por los altavoces dicen que no deben permanecer en el recinto los menores y quienes tengan limitaciones físicas o psíquicas. A los primeros, casi siempre, es fácil detectarlos. A los últimos es imposible.

     

    COPA DE LAS AMÉRICAS

    La Copa de las Américas fue un gran acontecimiento que iba a salirnos casi gratis a los valencianos, o gratis total (como el circuito automovilístico, como tantas cosas) y finalmente nos ha dejado un agujero de 454 MM que el gobierno valenciano ha negociado con el central para que lo traslade al ICO y al Tesoro Público. Repartido entre todos, el agujero se hace más pequeño.Mientras tanto Camps, el aplaudido, el adulado, el reiteradamente votado, el abrumadoramente admirado, mira para otro lado. Él cree que no es responsable de nada y sigue ocupando su cargo en el Consejo Jurídico Consultivo con secretaria, chófer y sueldo ¡qué valiosos deben de ser sus consejos! En total el coste de que siga ahí es de 140.000 euros anuales. La ley dice que tiene derecho a ese sueldo y a esos beneficios.

     

    CIFUENTES, CASADO, MONTÓN Y…

    La Universidad Juan Carlos I está viéndose con claridad que ha sido  un chiringuito de negocios de másters que no ha descuidado hacer favores a políticos con futuro por la vía de regalarles títulos para lucir en sus curriculums con el fin de ganar en influencia sobre ellos para obtener beneficios derivados de esa buena relación.

    La influencia la obtenían haciendo un trato de favor a determinadas personas que prometían en política. Se lo hacían tan fácil que para la universidad no era obstáculo convalidarles asignaturas, que no asistieran a clase, que no aprobaran o eximirles de hacer los trabajos que debía hacer cualquier  estudiante normal.

    Todo apunta a que la Universidad Juan Carlos I compraba a  promesas de la política, pero de forma sutil.

    Esos políticos, cuando la liebre ha saltado, tampoco han sido capaces de reconocer que lo que se  les ha regalado ha sido por ser quienes son y que lo que han hecho con ellos ha sido una forma de comprarles.

    Han saltado por los aires tres escándalos pero seguro que no son solo tres lo veremos en los próximos meses.

     

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    comentarios 2 comentarios
    JPE
    JPE
    18/09/2018 06:09
    No puedo estar más de acuerdo

    Es una reflexión que comparto, como también comparto la profesionalidad de algunos médicos.

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