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Por J. P. Enrique
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De las naranjas de Sudáfrica a Mercosur

    Recientemente se nos ha dicho, una y otra vez, que la crisis citrícola es culpa de Suráfrica, algo totalmente incierto ya que 150.000 toneladas no pueden ser la causa del hundimiento de las 7.500.000 que España produce.

    En mi opinión la citricultura está donde está por el exceso de producción y por intereses comerciales que facilitan la entrada de esa fruta en Europa a cambio de que empresas europeas puedan vender productos manufacturados.

    Esos intereses, la liberalización de los mercados, los problemas de las empresas de distribución que apuestan por vender naranjas como fruta de reclamo y la sobreproducción apuntada, propician el caos naranjero que ha dejado en la miseria a miles de pequeños agricultores tras cerrar las cooperativas e implantarse el modelo que se conoce como “venta a resultas” un sistema injusto “al que -dicen- a nadie se le obliga a sumarse”.

    En medio de toda esta crisis un nuevo vendaval está a punto de llegar a nuestros campos. Se llama Mercosur, un pacto comercial que Europa acaba de firmar con Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay.

    Con este acuerdo “liberalizador”, a partir de ahora entraran aquí semillas oleaginosas, piensos para animales, cereales y frutas. A cambio de eso nuestras empresas (las que están por encima de los partidos políticos y los gobiernos) exportarán a los países de Mercosur aparatos eléctricos, maquinaria, automóviles y productos químicos, y tendrán facilidades para extraer los recursos naturales de esos países.

    Con el acuerdo vamos a blanquear a Bolsonaro, un líder que apuesta por deforestar la Amazonia para producir allí más cereal en suelos tratados con insecticidas prohibidos en Europa. Según Greenpeace 239 nuevos insecticidas lleva autorizados, prácticamente uno por día, desde que gobierna el líder de extrema derecha. A la vez continuarán allí los salarios “libres” (de derechos laborales) y sin derechos y controles sindicales.

    Con el acuerdo allá producirán y venderán más cereal, más carnes y desaparecerán 739 kilómetros de selva cada mes, facilitando la explotación minera y destruyendo el pulmón de la humanidad y el espacio vital de pueblos indígenas.

    El acuerdo que ahora se firma empezó a tejerse hace años con otros gobiernos, se aprueba precisamente ahora con líderes como el brasileño que niegan el cambio climático y actúan sin freno ni escrúpulos bendecidos por la iglesia cristiana evangélica.

    Curiosamente, en Europa, la misma que no permite a los agricultores (y hace bien) utilizar productos químicos que pueden ser peligrosos para ellos y para los consumidores , esa misma Europa sí permite que se importen frutas tratadas con productos peligrosos para la salud, en base a acuerdos que buscan satisfacer intereses empresariales. Ocurre lo mismo con las carnes que llenarán los supermercados a precios más bajos y de peor calidad, para ir en busca de los estómagos de los europeos.

    Recomiendo al lector que al oír hablar del incremento del PIB, gracias a que crecerá la exportación de coches ( engrasados con ayudas públicas que aquí solo dejan salarios cada vez peor pagados) que no piense en los alimentos que ingiere ni en cómo han sido cultivados. Que se olvide de los productos de KM. 0 y de los producidos ecológicamente porque no vale la pena pararse a pensar en temas de salud y medio ambiente.

    Mientas no piense en eso, si es agricultor siga resignado produciendo naranjas culpando a Sudáfrica y dando las naranjas para que le den por ellas lo que quieran darle, si es que deciden darle algo, pensando que “l´any que ve será millor!, un “any que ve” que nunca llega ni llegará nunca para quedarse.

    ¿CÓMO FUE POSIBLE QUE TANTOS ALEMANES DE BIEN NO SE PERCATERAN DE LAS BARBARIDADES QUE SE COMETÍAN BAJO EL MANDATO DE HITLER?

    Es una pregunta que todavía hoy nos hacemos mucha gente ¿Cómo pudo suceder? ¿Cómo no hicieron nada para evitarlo? Sucedió como sucede ahora mismo que con otros métodos, con otro leguaje y sin aquellos uniformados con pistolas que daban miedo, y sucede con excusas banales en democracias “ejemplares” como la de EEUU en donde se separa a los padres inmigrantes de sus hijos y se les hacina en habitáculos en condiciones insalubres donde se les maltrata e insulta, y si tienen sed, les dicen que beban el agua del wáter.

    Si eso sucede en EEUU (en donde aún siguen presos en Guantánamo sin delitos probados y sin ser juzgados,) no es difícil imaginar lo que ocurre ahora mismo en Libia con quienes huyen de guerras y van en busca de algún lugar en donde vivir: Se les tortura, se les esclaviza, se les viola, les roban sus pertenencias y se comercia con ellos.

    Ante todos esos horrores, ahora mismo seguimos con los ojos cerrados y solo los entreabrimos ante la foto del pequeño Aylan o la pequeña Valeria abrazada a su padre, muertos ambos al cruzar el rio Bravo mientras la esposa y madre, destrozada, miraba la escena en directo desde la otra orilla sin poder hacer absolutamente nada.

    Cuando abramos los ojos, dentro de algunos años, surgirán de nuevo las mismas preguntas ¿Cómo pudo suceder? ¿Cómo no hicieron nada para evitarlo? ¿Por qué no exigieron que se cumplieran las leyes de asilo y las que rigen para el desembarco de náufragos? ¿Cómo pudieron dejar morir ahogados en el mar a tantos desesperados?

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