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Por J. P. Enrique
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Pinceladas de mi pasado (2)

    Quienes cumplimos  siete décadas de vida hemos sido testigos de los mayores avances que se han producido en toda la historia de la humanidad. Ninguna otra generación ha visto tan grandes cambios ni tan rápidos como los que nosotros hemos visto a lo largo de nuestra vida.

    Nacimos con la Declaración Universal de los Derechos Humanos. No teníamos conciencia, ni edad  para saber  lo que eran y mucho menos para entender que aquí no existían. Crecimos en años de post guerra en la que un general ganador impuso su orden. Los hombres debían dedicarse a trabajar, a alimentar a  la familia (con el pan como alimento básico) y a cuidar a los hijos en una férrea disciplina que continuaba en la escuela. Nadie debía meterse en política. En la mente colectiva estaba lo que les había sucedido a quienes ocuparon cargos políticos o eran funcionarios o  maestros y estuvieron en el bando perdedor.

    Los bienes de consumo a los que aspirábamos eran elementales: Un puzle de madera, un caballo de cartón o una muñeca en Reyes. Comprábamos los domingos en la paraeta de Pasqualeta  algún ejemplar de los coleccionables de la época: El Capitán Trueno, El Jabato, el Cosaco Verde, el TBO, Roberto Alcázar o el Guerrero del Antifaz.

    Pasamos resfriados, gripe, pallola,…Nos abrieron el apetito con Agua del Carmen y Quina Santa Catalina sin convertirnos en alcohólicos. Nos pasaron la “llista” cuando decían que teníamos unos raros síntomas que llamaban “paraes” que solo existían entonces.

    Jugábamos en calles sin coches y cogíamos anguilas o ranas en cualquier charco de cualquier acequia o en el río. De vez en cuando llegaba el espectáculo de un hombre forzudo que arrastraba un camión con su cabellera o alguna familia de zíngaros con un oso que bailaba disciplinado al son de una pandereta.

    Si nos portábamos bien (siempre nos hemos portado bien: a las diez a casa y travesuras las justas) algún vez nos compraban un helado o nos permitían ir a la tienda de barrio para que nos llenaran el pan con conservas de lata. ¡qué bo estaba alló! Las tiendas de barrio tenían en común una caja con sardinas de bota, mojama y una rama de plátanos. En ellas se vendían productos como arroz, aceite, lentejas, pasta, garbanzos y otros productos básicos. En casa había muchas cosas de la huerta y del corral. Había tomates, judías, aceitunas, frutas, habas, carne de pollo, de conejo,… Los excedentes de algunas producciones se vendían a los vecinos o se llevaban al tendero del barrio. Con el dinero obtenido y el que daban las cuatro o diez hanegadas, junto con lo que se ganaba en el almacén o cogiendo naranjas, nuestros padres se permitían el lujo incluso de ahorrar un poco por si venían malos tiempos y se helaban los naranjos.

    La ropa se confeccionaba en casay en casa se reparaba. Solo las prendas de mudar para ciertos eventos como bodas o comuniones se adquirían en La Subasta procurando que fueran un poco holgadas “porque no parábamos de crecer”. El reloj, a veces heredado, a veces el que nos habían regalado el día de la comunión, se reparaba. Luego vinieron los relojes que misteriosamente se daban cuerda solos al mover los brazos y luego los de pila que acabaron con los artesanos relojeros. Las fotos se hacían utilizando carretes de 12,24 ó 36 imágenes.

    Vimos a nuestras madres ir a la acequia con los cacharros sucios para allí fregarlos. Las vimos muchos años, antes de que llegara “el palo”, fregar la casa con las rodillas en el suelo. Vimos rotgles de gente sentados en la calle contando historias o cuentos o chismorreando con los vecinos de lo que sucedía en el barrio. Vimos celebrar “els porrats” en muchas calles, con música y “fabes, cacau i tramussos”. Las bodas se celebraban comiendo paellas y  en las comuniones “brasos degitano”, chocolate y coca de la reina. Todo elaborado en casa por familiares y vecinos.

    Fuimos creciendo y vivimos los guateques con los ritmos y buenas canciones de la época: Aznavour, Celentano, Adamo, los Sirex, el Duo Dinámico, Serrat, Ana Belén y Víctor Manuel, Los Beatles, … Tras los guateques llegaron las discotecas y las elitistas actuaciones en el Llar Fallero. Se ponía a tope con gente llegada de toda la comarca. Nuestras fiestas era muy raro que se prolongaran más allá de medianoche. Nada que ver con las movidas de hoy de viernes y sábado noche que empiezan a la hora en la que nosotros terminábamos y no se sabe cuando acaban. Ni como.

    Vimos nacer la televisión. Pasábamos horas delante de los escaparates de las tiendas de electrométricos y luego viendo a Kid Carson y dibujos de Tom y Jerry en El Frutero o en casa del amigo o familiar que había sido el primero en adquirir ese mágico artefacto para  que pudiéramos reír con Gila, ver a Lola Flores en el “Sábado Noche” y el “Un, dos, tres”. También ¿cómo no? Partidos de futbol. Una hermana de mi abuela vio y escuchó cantar una noche en su casa a Manolo Escobar. Murió sin entender que  si estaba en su casa no podía estar a la vez en la casa de otra vecina. Por televisión vimos llegar, a altas horas de la noche, el primer hombre a la luna.

    Nuestra generación pasó de las fosas sépticas al alcantarillado. De las calles de barro al asfaltado con adoquines. De las bombillas en las calles que apenas daban luz a las farolas.  

    Vimos arreglar todo lo que se rompía: la ropa, las piezas de cerámica, los cacharros de metal. Vimos cardar, una vez al año, la lana que reposaba en colchones y cojines. Vimos hacer del duro trabajo de cavar los huertos con pesados ligones de dos puntas, tanda sí tanda no, a aparecer los motocultores. Nos enseñaron a besar el pan y se aprovechaban hasta las pieles de los conejos, secadas con cuidado para canjearlas por  agujas de tender. Por aprovechar se aprovechaban hasta los excrementos humanos para abonar con ellos los huertos y se recogían los que los caballos soltaban en las calles embarradas. Vimos nacer el transistor ¿Cómo podía funcionar una radio sin estar conectada a ningún cable?

    Telefónica fue instalando teléfonos en los hogares. Se tardaban meses o influencia para tener derecho a tener uno. Con el teléfono se hablaba primero a través de una centralita en donde pacientes trabajadoras iban poniendo  clavijas  y midiendo los tiempos. La paciencia también la tenían los usuarios que debían pasar por largas esperas. El teléfono fue útil para gastar bromas desde el anonimato cuando llegó el automatismo.

    Empezaron a llenarse las calles con los seiscientos. Los nuevos hogares se llamaban pisos. Vinieron los primeros teléfonos portátiles. Funcionaban sin cables y eran unos artefactos que se llevaban en un maletín. A la vez aparecieron los primeros ordenadores. Funcionaban con tarjetas perforadas y se ubicaban en grandes salas preparadas para ellos.

    A partir de ahí todo avanzó muy rápido, como nunca había sucedido en la historia de la humanidad. La televisión pasó a tener color y los teléfonos fueron reduciendo su tamaño. Los guateques dieron paso a las discotecas. Aparecieron las máquinas de fotografiar digitales, los CDs ahora ya  en desuso  y luego los PEN.

    Con todo eso llegó  internet el gran almacén de todo el conocimiento. Internet lo ha cambiado todo. En internet está todo. Internet permite la comunicación instantánea. Permite ver en segundos lo que ocurre a distancias impensables. Internet está en el móvil. En el móvil están  Hotmail, Washapp, Facebook e Istagram. Ya no hay distancias. Y no hay esperas. Todo está para ser usado al momento, para saberlo al momento y para olvidarse poco después.

    De aquellas calles sin luz y con cortes continuos de fluido eléctrico. De aquellas calles de barro. De aquel consumo de supervivencia, hemos pasado al consumo sin límites, al derroche y al despilfarro como si la naturaleza fuera ilimitada. Hemos pasado de la información reflexiva y parcial a la  superinformación instantánea. De la incipiente mecánica a la electrónica hasta llegar a los auriculares  traductores de cualquier idioma en tiempo real.

    Hemos vivido todo eso y sería injusto no reconocer que somos una generación de privilegiados. No hemos conocido la guerra y, sin tener la preparación de los jóvenes de hoy, nos ha sido fácil lograr un trabajo en un tiempo en el que  estudiar y esforzarse era garantía de lograr un bienestar. Hay que decirlo muy claro y muy fuerte: SOMOS UNA GENERACION DE PRIVILEGIADOS DE LA VIDA. Sería injusto no reconocerlo.

    Otro mundo empieza con las nuevas generaciones que estudian sin saber para qué. Que nacen hablando por el móvil. Que pasan horas y más horas mirando su pantalla. Se sientan ante sus amigos y escriben de cualquier forma lo que quieren decirse y se lo dicen con el móvil. Otro mundo está ahí y ya tiene nombres: drones y robótica (Miedo me da que el menú de un restaurante me lo sirva un robot, pero más miedo me da que de muy anciano me cuide un artilugio de esos). Con la llegada de esos nuevos inventos el trabajo va camino de ser un necesario factor de producción. Dejará de serlo cuando los propietarios del capital se den cuenta de que  pueden prescindir de todos los trabajadores excepto los que los fabrican los robots. Me temo que vamos hacia un mundo sin clases medias en los que la justicia social va camino de desaparecer y la libertad y la democracia solo servirán para ser impresas en letras grandes.

    Estamos en otro mundo distinto que también es el nuestro. Un mundo en el que  la ciencia nos ha traído avances tan rápidos que es posible asegurar  que no los ha vivido ninguna otra generación. Incomprensiblemente, no nos hemos vuelto demasiado locos.

     

     EL PP y LA JUSTICIA. LAS NOTICIAS POCO RELEVANTES

    La alta política  tiene caras. Una de ellas es la de Eduardo Zaplana.  La alta política es la que mueve hilos entre bastidores para apartar a un juez y situar en su puesto a otro.

    Acaba de suceder en el primer juicio de la Gürtel en donde han colocado en la mitad del partido a un juez afín para que ayude juzgar como dios manda. Es como si los hinchas más acérrimos del Barça cambiaran, con el partido empezado, al árbitro  por otro más culé. Está claro que así  tendrían más garantías de ganar el partido.

    Añado: Carmen Navarro, actual tesorera ha sido imputada y puesta en libertad con cargos. Los estatutos de esta formación hablan de expedientar a un afiliado cuando sea procesado con algún delito incompatible con los deberes de la militancia.” 

    Añado: Camps procesado.

    Añado: El PP como partido imputado se va a sentar antes los tribunales

    Añado: La hucha de las pensiones la ha pasado de 66.815 MM a 8.095

    Añado: La luz ha subido este año el 12%

    Añado: Cospedal habla de desinformación, seguramente al leer los titulares de prensa y TV. Cree, pensando en Endogan, que son mejorables.  Punto final. Vamos a ver qué partido nos televisan hoy para hablar de eso, de Venezuela o del sexo de los ángeles.

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    comentario 1 comentario
    Vicent Bosch i Paús
    Vicent Bosch i Paús
    05/12/2017 09:12
    El cosaco verde?

    No me'n recorda d'ell, del Cosaco Verde, però si d'Hazañas Bélicas. En ma casa tot es reciclava. Clar encara no havien entrat els plàstics. Aigua per a veure a les fonts públiques i rentar i escurar als llavadors. Com a crio, a l'hivern, jo criava ronya, principalment als braços i al cos. He arribat a dormir en matalassos de pellerofes de panís; després de llana. Una bicicleta de "tres rodes" era un luxe. Jugar a boletes (al tino, al rogle, al "guà"), a les baldufes (trompes), a salta-cavalls, a fava, a rompes, als tacons, a pot, a marro, a matafuri, a collir lledons, gínjols, a nada al riu... Amb un duro, els diumenges anaves al cinema (2 pta) et compraves un fumate, unes rosquilletes i un mantecao. Però si en aquell temps haguérem tingut mòbil i cotxes, haguéssem fet el mateix que els actuals.

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