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El secuestro del Feminismo

    Por Jesús Salmerón (@Salmebe)

    Durante los días inmediatamente anteriores a la llegada del 8 de marzo, en el que se conmemora el Día de la Mujer, se ha puesto de relieve y sometido especialmente a debate, cuál es la situación de desigualdad todavía existente entre hombres y mujeres, visibilizando cuestiones de necesario tratamiento tales como la brecha salarial existente entre hombres y mujeres, las dificultades de las mujeres a la hora de acceder al mercado laboral o el conflicto a la hora de conciliar vida personal y profesional.

    Una problemática que afecta a todas las mujeres por igual indistintamente del ámbito de que se trate, pero que en cambio, se trata de ideologizar, tratando de convertir un día de reivindicación por la igualdad de derechos y oportunidades de todas las mujeres, en una jornada de proclama frentista por parte de determinados movimientos y fuerzas de izquierda y anticapitalistas, cuya custodia exclusiva del feminismo pretenden ostentar, como si acabar con el patriarcado tuviera que pasar, ineludiblemente, por acabar con la propiedad privada o el capitalismo.

    No hay mejor modo de ilustrar una problemática, que llevarla a un ejemplo concreto, y al respecto este columnista puede relatar la experiencia vivida en su seno familiar: con la más veterana de sus integrantes, habiendo trabajado durante toda su vida para cobrar una pensión sumida en la miseria, al no haber podido cotizar por atender al cuidado de los hijos; con una madre sin expectativa de percibir pensión ni prestación por subsidio alguna, por tratar a duras penas de compatibilizar su actividad laboral, a base de trabajos precarizados, con el cuidado y atención de todos los miembros del ámbito familiar.

    A quienes escucho alentar a la huelga del día 8 de marzo, para promover y reivindicar la subversión del sistema y la confrontación de la mujer contra el hombre como receta contra las desigualdades de género, les digo que aunque aún no tengo hijos, quiero un futuro para ellos en el que puedan conciliar su vida laboral y familiar, que cuenten con un mismo salario por un mismo trabajo y especialmente, que tengan una educación basada en la corresponsabilidad y que puedan vivir en una sociedad diversa y plural, con los mismos derechos y oportunidades independientemente de su género y que cuenten con capacidad y espíritu crítico para remover las barreras y obstáculos que se encuentren, siempre desde el respeto y la inclusión, sin fomentar el odio ni la confrontación, tratando de construir en lugar de destruir.

    La huelga constituye un instrumento histórico de lucha y reivindicación y un elemento paradigmático de la consecución del Estado Social y Democrático de Derecho, y un derecho constitucionalmente reconocido en nuestra legislación. Ahora bien, la huelga, si no va acompañada de medidas efectivas para combatir la violencia, la brecha salarial, las diferencias y agravios retributivos, especialmente con aquellos colectivos más vulnerables, servirá tristemente para pasar a los anales de uno de los más loables movimientos reivindicativos, pero sin impacto real alguno en la sociedad.

    De lo contrario, nos encontraremos con que el próximo día 9 de marzo, esas mismas mujeres tendrán que volver a sus trabajos precarizados, cobrando un salario que apenas permite escapar al umbral de la pobreza, entre muchas de ellas, madres que por su situación ser verán en desventaja a la hora de acceder al mercado laboral y promocionar a nivel profesional, e incluso en el peor de los casos, viéndose obligadas a dejar de trabajar o solicitar la reducción de jornada para el cuidado de sus hijos.

    El error de partida con que se encuentra la huelga del día 8 de marzo, es precisamente su instrumentalización política por determinadas fuerzas políticas, desnaturalizándola y privándola de su carácter transversal, olvidando que una mujer no percibe menos ingresos por el mismo trabajo que realiza un varón, en cualquier sector y a cualquier edad, por su filiación o ideología política, sino por la inercia de los estereotipos de género preestablecidos. El día de la mujer es un día de todos y todas, constituye una reivindicación universal a favor de la igualdad y contra la discriminación, que no puede quedar manchada y reducida por el sectarismo ideológico y las etiquetas políticas. Pues poco o más bien nada tiene que ver, la igualdad de las mujeres, con ser o no anticapitalista.

    A día de hoy, como en reiteradas ocasiones ha manifestado este columnista, las reivindicaciones sociales en favor de la igualdad, la diversidad, la no discriminación de cualquier persona por el motivo que sea y la deconstrucción de los roles de género, deben venir acompañadas de su correspondiente trabajo desde las instituciones, de su implementación a través de las políticas de igualdad. Pues sorprende escuchar desde colectivos autoproclamados feministas, que pasar a la acción en la defensa de la igualdad, contra la discriminación y el sometimiento de la mujer, consiste en la confrontación de la mujer contra el hombre y manifestarse contra el capitalismo y la economía de consumo, no acudiendo a las grandes superficies, instando incluso a no realizar actos reproductivos ni tareas de cuidado alguno.

    Considera quien les escribe, que pasar a la acción, consiste precisamente por la escucha y atención a los colectivos, asociaciones y personas que atienden, apoyan, visualizan y contribuyen con su labor a erradicar las desigualdades de género y estereotipos todavía existentes, por seguir mejorando el apoyo a las víctimas de violencia de género, así como implementar medidas que brinden a las mujeres las mismas posibilidades para su promoción, desarrollo personal y profesional. Consiste, en adoptar medidas como el currículum anónimo en los proceso de selección de las empresas, en romper los techos de cristal con que se encuentran las mujeres en el acceso a los puestos directivos, en el aumento de los permisos de paternidad, en las ayudas para el acceso a las escuelas infantiles que promuevan la conciliación. Pasando, sin ningún género de duda, por el aumento de medidas efectivas en materia de inspecciones rutinarias, para detectar la brecha salarial entre hombres y mujeres o la implementación de un sistema que permita a las trabajadoras denunciar las desigualdades retributivas con que se encuentran, así como por apostar por la educación en la igualdad, diversidad y corresponsabilidad entre mujeres y hombres.

    Tal como viene sucediendo a lo largo del tiempo, toda conquista social, corresponde a la sociedad en su conjunto, y su implementación a las Administraciones a través de las políticas públicas de igualdad. Por lo que corresponde seguir trabajando por combatir cualquier estereotipo, cualquier rémora de construcción social impositiva que afecte a la igualdad real y efectiva entre hombres y mujeres, pero sin adulterar una reivindicación de toda la sociedad con tintes políticos sectarios y partidistas, no lo merecen las madres que no pueden conciliar su vida laboral y familiar, las mujeres que renunciaron en su día a trabajar y cotizar para atender el cuidado de los hijos, o las mujeres que siguen viendo cómo por un mismo trabajo, perciben una remuneración inferior.

    Es por ello, que desde el más escrupuloso respeto al derecho a la huelga y firme apoyo a la lucha por la igualdad de género, este columnista no puede secundar una huelga que interesadamente algunos han convertido en proclama ideológica, tan partidista como poco inclusiva por la intencionada perversión que cometen quienes pretenden patrimonializar el feminismo hasta secuestrarlo y adulterar la lucha por la igualdad de la mujer de revanchismo, odio y confrontación.

     

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