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Por Jaume Vicent
A sangre fría - RSS

Vente a Alemania, Pepe

    ¿Cómo andan ustedes de amor patrio? Yo la verdad que últimamente ando bastante escaso. Y es que España, camisa blanca, y debe ser porque hasta el tinte está inflado a impuestos. Aquí no hay quien se aclare. Necesitamos impulsar la contratación, pero abaratamos el despido, queremos fomentar el contrato indefinido, pero facilitamos y bonificamos los contratos basura, queremos impulsar el consumo, pero subimos los impuestos, no sea que alguno se crea que lo de respirar va de gratis.

    Hay cosas y cosas. Algunas no cambian. Por aquí andaban los pobres labriegos, sudando sangre, matándose a trabajar una tierra seca y desagradecida, para luego dar la mitad de lo suyo a los Montoros de la época, nobles, reyes y curas, que encima, le decían a la esposa del fulano, pero cómo se te ocurre hacer eso con tu marido, pecadora. El labriego, ante semejante panorama, decide que ya está bien, que ya basta de sanguijuelas y ladrones de sangre azul, que lo suyo es suyo, y de nadie más. Así, haciendo gala de la violencia y el mal genio propios de la raza patria, afila su hoz, y no para segar trigo precisamente. Harto ya de tanta tontería, se dice que, tal vez, sus problemas vengan de más arriba, y decide colgar al que cobra, y quemar la iglesia con el cura dentro.

    Y en esas está el labriego, cuando llega su amigo Juan, quien, muy contento, le dice: no vayas a hacer una tontería, hombre. Si quieres dinero y hacerte rico, vente a Las Indias, o a América, o como las quieras llamar, porque todavía no tienen nombre. Allí tendrás todo lo que quieras, porque dicen que hay tierras de sobra, oro, plata, maderas exóticas, incienso, mirra y hasta indias que tragan. ¿Y qué va a hacer el pobre patán? Pues lo de siempre, “Vente a Alemania Pepe”. Y allá que se fueron, hombres duros, bajitos, feos, ignorantes, mal hablados y crueles como la tierra en la que nacieron, hombres que tuvieron la misma piedad que el mundo tuvo con ellos: ninguna. Matando y muriendo entre selvas y pantanos, exterminando civilizaciones y siendo devorados por tribus de caníbales. Venían de una tierra hostil, gobernada por una casta ignorante y avariciosa, que los exprimía y los esclavizaba, y siendo eso lo único que conocían, fue lo que enseñaron al mundo.

    Hoy en día, la casta política sigue siendo la misma, siguen exprimiendo y esclavizando al personal, sin embargo, nosotros no somos los mismos. Por suerte, estamos mejor preparados, somos mejores personas (algunos, claro), y en el mundo, no sólo somos apreciados en muchos ámbitos, incluso sobresalimos. Los nuevos exiliados son gente preparada, que busca fuera el lugar que en España le han arrebatado los de siempre; amiguitos, sobrinos, hijos, cuñados y otros grados de consanguinidad.

    Tuvimos que emigrar, siempre, durante toda la historia. No fue sólo a América, nos marchamos a Flandes, porque como dijo aquel mancebo en el ingenioso hidalgo: a la guerra voy, porque no tengo dinero, si dinero tuviese, a la guerra no iría. La nuestra es una historia llena de pobreza, de mal hacer, con unas cuentas siempre en quiebra, y una clase gobernante pésima, que es, sin duda, la mayor constante de nuestra historia. Patética Política, sería un nombre adecuado para un gran volúmen sobre la historia de España. Si algo ha distinguido a nuestros gobernantes y clase política a lo largo de los siglos, ha sido ese afán revanchista, ese olor rancio y podrido de las corruptelas, siempre abocados a las intrigas venecianas, la avaricia y el amor desbocado por lo ajeno, la violencia y la sordera, y una peligrosa endogamia que ha perpetuado, en las poltronas, a los mismos desde siempre.

    Hemos tenido que huir siempre de un país abocado a un fracaso perpetuo, un lugar árido y duro en el que no queda sitio, los mejores asientos están pillados desde hace mucho, y seguirán así, durante mucho más. El problema no es nuevo, ni mucho menos, y si no que les pregunten a los abuelos de ese tal Hans García de Berlín, a ver qué demonios opina del asunto. España es muy bonita desde fuera, y cuando vives un tiempo apartado de ella, incluso la echas de menos. Pero a España, la madre que la parió, siempre es mejor echarla de menos, que echarla de más.

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