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Por Santiago Ríos
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La etnología

    El bienestar de los pueblos, con signos fehacientes de civilización occidental, viene determinado entre otros parámetros por el respeto a sus antepasados y a su abundante y rico legado, de manifestaciones culturales y artísticas.

    La etnología es el estudio científico de las etnias, en la unidad de la estructura lingüística, económica y social de cada una, de los lazos de civilización que las caracterizan y de su evolución.

    Burriana, como lo demuestran sus variados yacimientos arqueológicos, ha tenido a lo largo de su historia, una importante relevancia social, económica, cultural y política. Por su término municipal transcurre la Via Augusta, el Camino del Cid y también fue paso de diligencias que se dirigían a Europa transportando las ricas sedas que se tejían en los telares valencianos, con las cuales se vestían las diferentes casas reales y la nobleza del continente.

    Los recientes hallazgos arqueológicos en Sant Gregori, así como los ya estudiados de Vinarragell, Carabona, la alquería del Batlle, Torredonda, La Regenta, etc, son un claro ejemplo de la importancia que ha tenido nuestra ciudad, a través de su historia.

    Les invito a que relean los dos tomos de Burriana en su Historia que publicó el Ayuntamiento, bajo la dirección y coordinación de Norberto Mesado.

    Ya son varias las personas foráneas, amantes de la cultura y afines a mis inquietudes artísticas que me preguntan por el Museo Etnológico de nuestra ciudad y yo, sonrojado en mis adentros, siempre les respondo: “Burriana no tiene museo de etnología.”

    No lo pueden entender, ya que pueblos con un bagaje cultural muchísimo más pobre que el nuestro, tienen unas instalaciones magníficas, donde se recoge la historia más reciente de su rico pasado.

    Desgraciadamente he sido testigo varias veces, de cómo se tiran objetos al contenedor de la basura que pertenecen al recuerdo del siglo pasado o también, como las palas escavadoras derriban casas antiguas, llenas de tesoros de la próspera Burriana naranjera, mezclando cascotes, polvo y agua, con auténticas joyas de la etnología.

    ¿Se acuerdan del higrómetro de cabello que había en muchas casas?. Bien, dicho de ese modo puede que no se acuerden, pero si les digo que era el fraile que vara en mano nos predecía el tiempo que íbamos a tener, enfundándose la capucha cuando venía lluvia, a más de uno le habrán venido bellos recuerdos a la memoria.

    Las medidas de hierro para pesar las naranjas en el huerto, las de madera para los granos y harina, los cedazos para la tierra y las cosechas, los capazos de palma, las cestas de mimbre para la compra, el “ventall” para el “foguer” de carbón, el “foguer“de petróleo, “l’esparver” hecho con una caña a la que se le añadían pegadas en su punta largas tiras de papel para espantar las moscas, como lo hacían a su vez las caballerías con su cola y tantos y tantos objetos que han quedado en nuestra memoria y se van a perder con la desaparición de las generaciones de burrianenses, nacidas en el siglo pasado.

    Aquellas bellas y artesanas navajas de afeitar, con sus estuches decorados; las primeras máquinas fotográficas con fuelle; los discos de pizarra y grafito de 78 revoluciones por minuto y una canción en cada cara que se escuchaban en la sofisticada gramola; los “modernos” pick-up, complemento indispensable de tantos guateques; los carteles de las películas que repartía Pachón, disfrazado del personaje principal; los libros de las Escuelas Nacionales y las Enciclopedias y muchas manifestaciones más que daban testimonio de una época pasada que no fue tan terrible como algunos la cuentan, según del lado que les tocó vivirla o mejor aún del lado que recibieron la educación y la formación personal y familiar.

    No se debería borrar, por falta de una voluntad político colectiva, la historia de la Burriana de finales del siglo XIX y todo el XX, privándola de un digno museo, donde se conservasen debidamente todos esos pequeños objetos que han sido testigos del florecer de la ciudad, para estudio, disfrute y satisfacción de estos y de los futuros habitantes de la población.

    Quizás lo que verdaderamente haga falta, sea memoria histórica y no me refiero a la que hace renacer odios y rencores, sino a la que une a las personas en hermandad y estima, alrededor de los objetos que callados, en un adecuado expositor, nunca dejarán de hablarnos y musitar bellas historias.

    No me vale como excusa que las arcas municipales se encuentren vacías, para acometer este proyecto, ya que cuando estuvieron llenas tampoco se hizo nada al respecto.

    Desgraciadamente el tiempo pasa veloz, implacable y no sabe de crisis ni de economías maltrechas y quizás cuando nos demos cuenta del fatal olvido..., ya sea demasiado tarde.

    Parece ser que el próximo año habrá algún tipo de elecciones. A ver si el partido que ostente el poder, se replantea el presente para ofrecer un futuro mejor, pero que no se olvide de nuestro pasado.

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    comentarios 5 comentarios
    ciudadana
    ciudadana
    16/10/2010 08:10
    un ruego

    sr. santiago, le admiro y le respeto, como vamos de nostalgias me gustaria, que realizara algun articulo sobre la historia del teatro Oberon,(teatro paya) hoy ni se sabe, pues los de mi generacion ,solo lo hemos conocido como cine paya. gracias

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