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Por José Luis Ramos
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Socializar perdidas, privatizar beneficios

    Quien estudia derecho, tiene que estudiar derecho mercantil. En esa asignatura, tuve que aprender que la actividad empresarial es una actividad de riesgo y ventura. O sea, que, en la actividad mercantil, puedes ganar o perder. Dicho de otro modo, en la sociedad de libre mercado que vivimos, la actividad empresarial tiene por objeto el beneficio, pero se corre el riesgo de tener pérdidas, pues sin el riesgo de perder, no se puede considerar actividad mercantil de libre mercado.

    En la asignatura de economía me explicaron que, en una economía de libre mercado, como la nuestra, es el mismo mercado el que solucionaba las demandas sociales. Me explicaron la metáfora de la mano invisible que dice que la economía de libre mercado es el instrumento capaz de alcanzar el máximo de bienestar social mientras se busca el propio interés. Es la teoría de Adam Smith que dice que la libre competencia es la mejor manera de funcionar la economía, ya que es suficiente para regular el mercado por medio de la oferta y demanda, equilibrando la economía, fijando los precios. En fin, me tuve que aprender que el “liberalismo económico” propugna la no intromisión del Estado en las relaciones comerciales entre las personas, impulsando la reducción de impuestos a la mínima expresión, y, también, la reducción al máximo, de la regulación sobre el comercio, la producción, las relaciones laborales, etc. Consideran que, en asuntos económicos, el Estado debe aplicar la doctrina “laissez faire, laissez passer” y no inmiscuirse en subvenciones, aranceles u otras clases de ayudas en favor de personas o empresas.

    Supongo que, en los actuales planes de estudios, en la citada asignatura seguirán enseñando lo mismo. Sin embargo, si ante la crisis económica de 2007, se hubieran aplicado criterios puramente capitalistas de libre mercado, “dejar hacer, dejar pasar”, y el Estado no hubiera regalado al banco 63.000 millones de €, unos cuantos bancos, cajas y chiringuitos financieros hubieran desaparecido, y algún que otro dirigente de esas entidades estaría en la cárcel. La aparición del coronavirus, ha generado crisis económica al tener que parar la producción en la mayoría de empresas. Sin embargo, para resistir la crisis y no desaparecer, los empresarios no han esperado la solución de la “mano invisible” del mercado para que haga la selección de quienes merecen seguir y quienes no, de acuerdo las reglas de la libre competencia. Es decir, a pesar de vivir en una sociedad capitalista de libre mercado, no se dejan a las reglas de libre competencia, que se salven las empresas más competentes. A los hechos me remito: cada día más, vemos al empresariado en masa solicitar y recibir ayudas del Estado, cada vez que alguna de las crisis económicas propias del capitalismo pone en riesgo la existencia de sus empresas. Lo curioso del caso, es que se pide ayuda económica al Estado al mismo tiempo que le piden que rebaje los impuestos. Por cierto, ¿alguien ha visto, a esos liberales que dicen que el Estado no debe intervenir en el mercado, manifestarse protestando por los miles de millones de €, regalados a la banca, y las subvenciones a los empresarios? Sin embargo, esos mismos liberales que se callan, por lo regalos a los bancos y subvenciones a las empresas, ahora sí que protestan y se oponen al Ingreso Mínimo Vital en favor de las familias más vulnerables.

    Todo esto me viene a la memoria porque un amigo (J. García Caselles, me dice:

     “de pretender la desaparición de los estados para ser sustituidos por una sociedad regida exclusivamente por las leyes del mercado (oferta y demanda) y con la plena libertad de los burgueses, los dueños del capital, para hacer y deshacer, hemos terminado en unas sociedades en las que la economía depende por completo precisamente de los Estados”.

     “las empresas dependen de los organismos públicos para sobrevivir, porque no solo es el Estado el que suministra los capitales, sino que, sobre todo, les paga para que inviertan, (…) está llevando a los bancos a la ruina que tratan de evitar fusionándose para ahorrar en personal y ofreciendo servicios al pueblo en general en vez de capitales a los capitalistas, como han hecho toda la vida, mientras se hacen cada vez más dependientes de los bancos centrales controlados por el poder político”.

    “Al terminar la crisis habían desaparecido muchísimos autónomos y pymes, pero el número de las grandes fortunas había aumentado en todo el mundo. Al mismo tiempo, el salario se había reducido y, como consecuencia, su capacidad de compra también. (…) El problema está en que la producción trata, como siempre, de aumentar, pero los salarios bajos no permiten que crezca la demanda. (…) La lucha contra la pandemia obligó a cerrar centros productivos y la única manera de sostener la demanda fue que los poderes públicos suministraran capacidad de compre mediante diversos artilugios, como los ERTES o la renta básica. Al mismo tiempo, son los poderes públicos los que sostienen las empresas con préstamos subvencionados, a largo plazo y con el aval del estado, amén de las reducciones de impuestos. A todas estas, ¿dónde se ha quedado el mercado que tenía que resolver con su mano misteriosa e invisible todos los problemas de la economía? ¿qué tiene que ver la actual situación económica y social con el liberalismo político? ¿Cómo se justifica “científicamente” la protección del papaíto estado a los pobrecitos ricachones del mundo? No sé cómo se llama esto, pero capitalismo no es. Los ricos no han desaparecido, ni su poder tampoco. Pero su debilidad es patente cuando económicamente no pueden subsistir sin la intervención del estado, cuando políticamente tienen que recurrir al fascismo para seguir mandando. Trump, Abascal, Bolsonaro, Orban, etc., existen como última defensa del capital.”

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