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Por José Luis Ramos
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Recuerdos del primer beso

    Para celebrar, San Valentín, quiero recordar mi primer beso. Han pasado 55 años, pero lo recuerdo como si fuese ayer. Siembre que recuerdo, los amores de mi adolescencia, me viene a la memoria ese instante. Ello, a pesar, que no fue un tierno e inocente beso, de jóvenes con manos temblorosas, como cabría esperar, de dos enamorados de 16 años. Más bien fue, un apresurado beso robado.

    Los de mi generación recordaran que celebrábamos “Pascua” en los chalets de la playa, con la pandilla de chicos y chicas. Al finalizar la jornada había que regresar a la ciudad a pie, por el camino el puerto, qué en aquellas fechas, no tenía alumbrado y apenas tráfico.  En esas fechas, ya se había cortado la tira de chopos que había entre la vía de la “Panderola”, y la carretera. Aunque, todavía, quedaban algunos sueltos. Así, cuando se pasaba por debajo de los pocos chopos que quedaban, la oscuridad de una carretera sin luz, era absoluta. Como la mayoría de las parejas, nosotros íbamos de la mano, y al pasar por debajo de unos chopos, que había delante de la fábrica Formo-Levante, aprovechando que la oscuridad impediría que nos vieran, le pasé el brazo por detrás de la nuca, le arrime su cara a la mía, y nos besamos. La sensación, fue como cuando se consigue algo prohibido. Menos mal, que la oscuridad no permitió que me vieran la cara sonrojada y nerviosa que se me quedó.

    Confieso que no fue un beso de los que arrebatan los sentidos, ni de los que desatan una ardiente y desenfrenada pasión. Tampoco fue un puro e ingenuo beso, propio de adolecentes inmaduros e inexpertos. Ni tuvo la ternura que cabría esperar. Puedo asegurar que algunas miradas de esa misma chica, conmovieron mucho más mi cuerpo, de lo que sentí en ese beso. A pesar de ello, resulta extraño que cuando paso por la carretera del puerto, al llegar al punto exacto del beso, lo suelo recordar. Siempre me he preguntado, si para la chica tendrá la misma importancia, que tiene para mí. Cabe la posibilidad que no recuerde nada. Si lo recuerda, me gustaría saber, si es con la misma claridad, que lo recuerdo yo. Nunca tuve la oportunidad de saberlo.

    El caso es que yo recientemente me vi solo tomando un refresco en una de las terrazas que hay en la Avinguda Mediterránea del Port de Borriana. De momento veo que se me acerca una señora, cuya figura me resulta familiar, y me dice ¿cuánto tiempo? Entonces me di cuenta que es la joven del primer beso. Me pregunta como estoy, y, que hago allí solo. Digo que espero un amigo que me lleve al pueblo en su coche, dado que no conduzco. Me dice que va a coger su coche para ir al pueblo, que me puede llevar, porque va sola. Digo que me parece estupendo, y vamos a buscar el coche. Cuando voy a subir al coche, me dice “yo te llevo a condición que tú me hagas un favor”. Pido que me lo diga, que lo hare con mucho gusto. Me pide que suba, que me lo dirá luego. Eso, me creó una cierta intriga, pero igual subí. Rumbo a Borriana por la carretera del puerto, al llegar a la fábrica de Formo-Levante, paró el coche y me dijo, “ahora es cuando tienes que hacerme el favor y decirme, ¿si este lugar te recuerda algo?” Me quede bloqueado, sin poder decir palabra. Encima ella, me dijo, ¿te has quedado mudo? Por fin, pude decir: “nunca imaginé que tú también lo recuerdas como yo, ni que para ti pudiera tener la suficiente importancia, como para traerme aquí y preguntarme, si me acuerdo”. Los dos nos quedamos en silencio, tragando saliva. Al momento, los coches que pasaban nos pitaron, por estar parados junto la carretera. Así que seguimos hasta el pueblo sin decirnos nada.

    Al bajar del coche y tratar de despedirme, no supe que decir, entonces ella dijo: “solo quería saber si te acordabas, y saber si había significado algo para ti”. Ella notó, que me costaba decir algo, y dijo “no hace falta que me digas nada, creo que ya sé la respuesta”.  Me sentí tan conmovido, que no recuerdo como me despedí. Al cruzar la calle, sin mirar, la bocina de un coche y el chirriar de su frenada me hicieron ver que un coche me atropellaba. El sobresalto de ese susto, me despertó del sueño. De nuevo en contacto con la vida real, me di cuenta que seguía sin saber nada, respecto si la chica del primer beso, recordaba algo. Es decir, seguía igual que antes de soñar que la chica del primer beso, se me acercó en la Avinguda Mediterránea.

    En principio, al darme cuenta que solo había sido un sueño, me sentí angustiado. Luego, recordé que Anais Nin dice: “Los sueños son necesarios para la vida”. Es decir, que una vida sin sueños es una vida vacía, sin dinamismo, dado que los sueños representan la esperanza de poder alcanzar nuestros deseos. Por cierto, salí con una chica qué si la besabas en el cine, estando sentada al asiento de tu derecha, al terminar el beso se encontraba en el de la izquierda. Era tal el torbellino que producía, que al menos media sala, se enteraba. Así que, para no robar protagonismo a la pantalla, en el cine, renuncie a besarla. Sirva este recuerdo, como un homenaje a quienes hayan podido disfrutar de besos de los que despiertan pasiones desenfrenadas.

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