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Por José Luis Ramos
Recuerdos - RSS

La importancia del paisaje para la memoria

    Me vienen a la memoria dos recuerdos distintos, de los cuales se deduce la importancia que tiene el paisaje, que conocimos durante nuestra infancia,  si se mantiene igual cuando somos mayores, para recuperar  y mantener viva la memoria de nuestra infancia. Si los recuerdo, es porque en su día, me impactaron, cada uno de ellos.

    Según recuerdo, hace unos 20 años, el periódico “El Levante” contó la historia de un arquitecto  valenciano que había llevado a Burjassot, un vecino de esa ciudad,  que había encontrado ingresado en un manicomio de Argelia. Recuerdo que el arquitecto contó que trabajando en la rehabilitación de un hospital psiquiátrico, le llamó la atención que entre los internos había un señor con boina. Así que se interesó por él. El señor no se comunicaba con nadie, por lo que no consiguió que le informara de su situación. Pero en la dirección del hospital consiguió averiguar que se trataba de un republicano español, natural de Burjassot, que acabo exiliado en Argelia. El arquitecto, que también era valenciano, realizó gestiones ante el Ayuntamiento de Burjassot, que creo recordar, que colaboró para que el arquitecto pudiera gestionar el regreso a España del republicano y contactar con su familia.  

    Lo impactante del caso es que según el arquitecto, el republicano, en ningún momento se inmutó, ni dijo nada, durante el trámite del papeleo para poder regresar a España, ni durante el trayecto del hospital al aeropuerto. Tampoco se inmutó al llegar a Valencia, ni durante el trayecto del aeropuerto de Manises a Burjassot. Sin embargo, al entrar al casco antiguo, de su ciudad natal, donde se mantiene el mismo paisaje urbano de antes de la guerra, sin que nadie le dijera nada, se le cambió el semblante de la cara y empezó a llorar.  Quienes conozcan la zona, sabrán que el paisaje desde el aeropuerto de Manises hasta la entrada de Burjassot, es un paisaje urbano creado con edificaciones construidas todas después de los años 60. Por lo que serían desconocidas para el señor republicano. El primer edificio, de antes de la guerra que se encontraría, es el Colegio Mayor San Juan de Ribera, a partir del cual empieza el centro histórico con edificaciones, todas ellas de antes de la guerra.  Y es, precisamente,  en ese punto,  en un entorno de paisaje urbano, que el señor debió conocer en su infancia, cuando el señor reaccionó. Su emoción fue tal que se puso a llorar. Seguramente, después de muchos años dejó de sentirse solo, por lo que soltaría un llanto emocional para desahogar las tensiones, miedos y tristezas de tantos años sintiéndose solo, sin familia, ni patria, entre desconocidos en un país extraño y de cultura extraña. Dicho de otra manera, el llanto sería fruto de la explosión emocional que se tiene cuando se consigue algo que desde hace años se quería conseguir. Es ese caso, regresar entre los suyos. Seguramente huyó de su país por miedo a ser encarcelado o lo fusilado. Espero que el resto de su vida, pudiera vivir  tranquilo entre los suyos.

    En un proceso de defensa del medio ambiente, (marjal de Massamagrell) conocí a Felix Pablo. Un zapatero jubilado vecino de Massamagrell, cuyos padres ya habían fallecido, del que me siento orgulloso de haberle conocido.  Llevaba años sin verlo, y hace unos 10 años, un día a las 10 de la mañana le encontré almorzando en uno de los bancos de piedra que hay en la Plaça els Furs de Valencia. Es la que está detrás mismo de las Torres de Serrano. El almuerzo tenía de todo, como si estuviera en casa o en un bar. O sea, chorizo, queso, aceitunas pan, bebida y postres. Todo situado, sobre el mismo banco que hacía de mesa. Me resulto curioso, así que le pregunté a que se debía, almorzar allí. Me contó que su familia había pasado toda la guerra en la calle Roteros, que está justo al lado. Es una calle que no entra el sol, así que tenían la costumbre de salir a almorzar a esos bancos, porque aprovechaban para tomar el sol. Sobre todo, salían a comer a la plaza cuando les visitaba su padre del frente de guerra y pasaba unos días con la familia.  En fin, dijo que el paisaje urbano era el mismo, que cuando comían allí, toda la familia junta, porque se mantenían los mismos edificios. Así que tenía la costumbre de ir a almorzar allí todos los meses, porque ese lugar, en el cual había pasado parte de su infancia con sus padres, le ayudaba a recordarlos y sentirlos más cerca. Seguramente recordar nuestras vivencias en el mismo entorno, paisaje, sin modificar, los recuerdos resultan más emocionales y profundos. Yo recuerdo que un día, sin tener información previa, vi que habían eliminado la escuela de mi infancia, y de golpe sentí como una conmoción interna como si hubiera perdido algo que me pertenecía.

     

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