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Por María José Navarro
Picos Pardos - RSS

La burocracia que nos atrapa

    Recuerdo aquella viñeta del gran Quino, en la que Miguelito se presenta en casa de Mafalda para conocer a su nueva mascota, una tortuga a la que le ha puesto por nombre Burocracia. Miguelito le pregunta el por qué de ese nombre, mientras espera ver al animal, que sigue escondido en su caparazón… Tal vez, si hubieras venido antes… Tal vez si hubieras avisado… Y Manolito se ofende, claro “si yo he venido especialmente” le dice a su amiga… Pues tendrá que ser mañana, le contesta ella, por lo que Manolito insiste “pero mañana ¿en qué horario?” y Mafalda responde, alzándose de hombros, que “no sabe muy bien”…

    Pues eso es la burocracia, y el sentimiento de frustración que despierta es directamente proporcional a las veces que vas “especialmente” hacia la administración y te la encuentras cerrada, con el cartel de “Vuelva usted mañana” (título de aquel artículo satírico de Mariano José Larra de hace dos siglos y tan actual aún) o te falta algún documento que nadie, en las consultas anteriores, te había recomendado llevar…

    Y si antes ya resultaba bastante farragoso para cualquiera, ahora, en tiempos de pandemia, en que todo es telemático, con citas previas, con claves, firmas y certificados digitales, y un sinfín de trámites interminables, lo mejor que te puede pasar es tener un buen acceso a internet, para que no se corte la comunicación mientras estás cumplimentando el documento. Si, por el contrario, no dispones de una buena conexión telefónica, con datos ilimitados, a ser posible, o de las competencias digitales, o tienes dificultades con el idioma, la relación con las diferentes administraciones se puede convertir en un muro inexpugnable.

    Esto es algo a lo que nos tenemos que enfrentar todas habitualmente: citas para los centros de salud, para relacionarnos con Hacienda, con los Servicios Sociales para tramitar ayudas, con los ayuntamientos para gestionar cualquier documentación, desde un empadronamiento hasta una subvención, y un largo etcétera de servicios que forman parte de nuestra vida.

    Para las personas con situaciones más desfavorables ese muro se convierte en una muralla llena de espinas, con muchos “vuelva usted mañana”, “eso no es de mi competencia” o “no puedo ayudarle”… con papeles y más papeles que certifican su identidad, su nacionalidad, su arraigo, su situación de vulnerabilidad, pero que en demasiadas ocasiones son papel mojado, por el que han tenido que pagar lo que no tenían, a algún abogado de pro para que se lo tramite, o les consiga una cita en la administración correspondiente.

    Personalmente me siento muy frustrada con la maldita burocracia, con la que tengo que lidiar a menudo en mi trabajo de acompañamiento, porque en demasiadas ocasiones, algo que no debería suponer más de unos minutos delante del ordenador y una visita al servicio al que se ha solicitado cita previa, se convierte en un largo peregrinar de un lugar a otro, muchas veces por la falta de coordinación entre ellos, atrapándonos en un bucle sin fin.

    Desde luego, la crisis a la que nos enfrentamos y la lenta y perversa burocracia, van a dejar a muchas personas en situaciones de vulnerabilidad, sin las ayudas a las que podrían acceder, por las dificultades que conlleva la tramitación de las mismas.   

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