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Por María José Navarro
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Y se nos acaba el año

    Parecía que el 2020 iba a ser eterno, y, sin embargo, lento, pero inexorable, el tiempo ha ido pasando y nos encontramos en diciembre, el mes en el que, según nos repiten los anuncios de turrones, colonias y diferentes sorteos, hay que volver a casa para celebrar la navidad con la familia, y en el que el consumo obligado se convierte en el rey de las fiestas, formando un triángulo absurdo y forzado, pero del que resulta casi imposible salir indemne. Este año, el puñetero virus y las autoridades sanitarias, nos van a ayudar a hacer cambios en nuestras rancias y poco sostenibles costumbres, que no todo tiene por qué ser negativo…

    El 2020 va llegando a su final, que no al final de la pandemia, aunque parezca, por los mensajes que recibimos machaconamente, que en cuanto crucemos el umbral del 2021 todo este mal sueño pasará, nos pondremos una vacuna, y volveremos a vivir nuestra vida sin restricciones de movilidad, ni de acción. Y, lo peor, es que no habremos aprendido nada… Parece que la pequeña tregua que le hemos dado al planeta se va a acabar (la contaminación en las grandes urbes ha descendido notablemente, aunque no parece importar demasiado) y retomaremos nuestros hábitos insostenibles, en los que la globalidad y el consumo desmesurado, son norma.

    Sin embargo, me gustaría poner el acento a algunas situaciones que han acaecido en los últimos meses y que deberían hacernos reflexionar sobre ellas, más allá de la pandemia:

    Hemos visto (y la Ayuso nos lo ha confirmado verbalmente, con su locuacidad habitual) que no todos rinden cuentas ante la ley por igual, y el emérito ha sido la prueba de ello, saliendo a la luz un sinfín de vergüenzas que salpican a este señor y a toda su real familia, sin que se ponga a trabajar la justicia, tal como lo haría en el caso de que a cualquier contribuyente, de los que estamos bien fiscalizados, se nos olvidara poner una cifra o hiciéramos mal una suma  en la declaración de la renta, u obtuviéramos alguna deuda con el banco con el que trabajamos…

    También hemos comprobado que hay altos mandos militares retirados dispuestos a dar un golpe de estado y ponerse a fusilar a los 26 millones de españoles y españolas (entre las que, orgullosamente, me encuentro) rojos hijos de puta, y ya veremos hasta donde llega la fiscalía… Yo, que no sé cómo, pero todavía tengo capacidad de sorprenderme, sigo sin entender que el Mando Supremo de las Fuerzas Armadas, o sea, Felipe VI (volvemos a la monarquía), no se haya pronunciado al respecto, blanqueando con su silencio el discurso de odio de esta gentuza, y desacreditando, más, si cabe, la institución que representa (esa que debería representar y defender a todo el pueblo, hasta a los rojos y rojas hijas de puta)… Difícil se le presenta su discurso de navidad, con tantos temas de los que escabullirse.

    Y, uno de los últimos hechos acaecidos en este mundo pandemioso, pero tal vez, el de mayor enjundia, es aquello de que el agua ya a cotice en Wall Street… ¿Cuántas personas han escuchado hablar de ello? Pocas, ya se lo digo yo, porque está claro que no interesa que la ciudadanía sea consciente de que en cuanto nos descuidemos (que ya lo estamos bastante, mareados por cifras de muertos, contagios, restricciones, contradicciones, salvar la navidad y vacunas varias) se va a poder especular con este bien común, con la aberración que ello supone, y que nos lleva a eso que tantas veces decimos medio en broma: cualquier día nos van a hacer pagar hasta por respirar… Al tiempo…

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