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Por María José Navarro
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Regurgitando títulos y miserias

    Mi padre fue un simple trabajador autónomo, con un negocio propio que daba para pagar religiosamente los sueldos a las dos empleadas que tenía y para ir cubriendo las obligaciones fiscales y de seguridades sociales, sin deber nada a nadie, pero que me impidió optar a ninguna beca para estudiar a pesar de no tener “ni cera en los oídos”, por lo que tuve que abandonar el bachillerato para poder ayudar en casa, quedando truncada mi vocación por las Bellas Artes.

    La vida siguió con una familia a la que dedicar mis tiempos, por lo que no se me había ocurrido pensar que en algún momento podría retomar los estudios, pero las circunstancias me llevaron a prepararme el acceso a la universidad para mayores de 45 años, aprobarlo y matricularme en el Grado de Educación Social. Recuerdo los primeros días en la facultad, con una enorme ilusión y gran reverencia por la entidad en la que me encontraba… y, después de cinco años de esfuerzos, trabajo incansable y grandes dosis de café, pude obtener mi título. Título sufrido y estimado… Durante esos cinco años, desde el minuto uno, nos enseñaron a no cometer plagio, cosa que, quiero suponer, se hace en todas las titulaciones.

    Por ello me resulta tan indignante la historia interminable de los másteres regalados de la Universidad Juan Carlos I, pues esas prebendas a la clase política de nuestro país son tan ilícitas como lamentables, sobre todo por el desprestigio en el que cae la institución universitaria y el descrédito que eso supone para cualquier título que se pueda obtener, aunque haya sido a base de esfuerzo y codos.

    Ahora sufro con este ir y venir de currículums inflados, que a veces tienen un doctorado y muchos másteres (eso que nos trajo Bolonia para expulsar a los hijos e hijas de los y las trabajadoras del sistema y poder mantener el estatus de los poderosos) y al día siguiente, comiéndose todo lo que de incierto habían regurgitado, se quedan con una triste licenciatura, como el de Rivera, o con esas acusaciones de plagio que en algunos casos será cierta y en otros solo servirán para marear la perdiz y no hablar de las cosas que de verdad nos preocupan, como los asesinatos machistas que no cesan, en lo que va de año tenemos 34 mujeres muertas que dejan 19 huérfanos; o el desempleo y la pobreza que le acompaña; o de la imparable subida de la luz haga sol, llueva o truene, como una maldición que nos persigue; o las miles de personas refugiadas que siguen estando en unas condiciones indignas y de las que nos estamos olvidando; o esas armas que vendemos (armas inteligentes, eso sí… Posiblemente más inteligentes que quienes las fabrican y quienes las lanzan) a países que provocan esas crisis humanitarias, que más tarde no sabremos, ni querremos, resolver…

    Desde luego, todo esto provoca el vómito por empacho de tanto politicucho de tres al cuarto, de tanta falsedad, de tanta corrupción hasta en las instituciones más sagradas (hablo de educación, por supuesto, y no de iglesia, aunque también se tendría que hacer una purga interna que les ayude a digerir tantas abominables miserias).

    Solo nos faltaba ver al señor Aznar en su comparecencia en el Congreso diciendo mentiras y sandeces para el ascazo total… espero que hasta los estómagos más agradecidos comiencen a vomitar sin control y podamos salir de una vez de esta situación de mamoneo que nos viene dada desde hace demasiados lustros…

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    comentario 1 comentario
    Marietika
    Marietika
    12/11/2018 08:11
    Titulitis

    Chapó por este artículo. A ver si l@s empresari@s vuelven a valorar la experiencia profesional y no dejar a miles de personas mayores de 50 años en el paro y valoran menos la titulitis, que ya se ha visto que no es muy de fiar, o al menos, no es garantía de saber hacer mejor las cosas. Yo también soy de carrera tardía con mucho esfuerzo. Provengo de familia humilde que me puso a trabajar fines de semana y vacaciones a los ocho años y a los once me sacó del colegio porque ya era "mocita" y podía contribuir a la economía familiar. Por lo que entiendo lo que dices, el esfuerzo extra que hacemos las personas más mayores en completar nuestros estudios soñados, compitiendo con personas privilegiadas que tan solo por tener nombre (apellido familiar) o cargo público, tienen el título ganado, y son quienes primero encuentran empleo "megasuperbienpagado" con cargos de responsabilidad y poder de decisión, mientras quienes nos hemos ganado la nota a base de esfuerzo estamos bajo su mandato.

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