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Por María José Navarro
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España y sus problemas de piel

    A nadie se le escapa que en España tenemos múltiples problemas de difícil solución: el desempleo, la precariedad laboral, las desigualdades sociales, la violencia de género… Algunos de ellos nos llevan acompañando tanto tiempo que parece casi imposible que nos liberemos de ellos, es más, forman parte nuestra, como una verruga en la parte baja de la espalda, que como no se ve demasiado, solo nos acordamos de ella cuando empieza a expandirse y se convierte ya en algo insoportable y maligno que se hace necesario extirpar.

    Sería el caso de la escandalosa corrupción que nos envuelve, cada día con nuevos casos, en los que andan involucrados altos cargos políticos y de la monarquía y sus santas y, hasta ahora, intocables, familias… y es que una película de la mafia siciliana no se puede ni comparar con lo que está pasando en éste, nuestro país. Hasta los más arropados acaban saliendo a la luz, y vemos cómo algunas presidentas deben dimitir, con lágrimas de cocodrilo, diciendo que a ellas esa verruga les creció, sin darse cuenta del cáncer que les acechaba.

    Llega tan lejos esta epidemia (ya se podría calificar de pandemia) verruguil, que hasta al presidente del gobierno se le llama para que testifique en uno de esos casos de insoportable desfachatez corrupta. Y ya hasta límites insospechados cuando, en el colmo del desvarío, se “invita” a uno de los jueces anticorrupción, que es el cirujano que debe extirparnos esa maligna protuberancia, a volver a su anterior puesto en un juzgado de provincias.

    Por si esto no resulta del todo lamentable, el espectáculo que nos ofrece parte de la izquierda de este país ya es para echar a correr y no parar hasta llegar a las antípodas. Pero, ¿en qué están pensando? ¿cómo pueden hacer algunos como que no pasa nada? ¿cómo no se unen y echan ya a quienes nos están gobernando desde la infección más purulenta? ¿o es que tienen también verruguillas que disimular?

    No puedo entender cómo la ciudadanía no está en la calle, demandando que se devuelva lo robado y que la justicia sea implacable para todos los casos que nos invaden, cortando de raíz y limpiando muy bien la zona afectada, igual que se hace cuando la puñetera verruga ya no es solo una pequita que, incluso, se puede considerar como un adorno más o menos “chic”, sino que se debe cercenar por lo sano, para evitar que se extienda a otros lugares de la piel sana.

    Lo peor de todo, es que tenemos tan asimilado esto de la corrupción, que nuestra piel de toro estando hasta arriba de verrugas, no les damos la importancia que tienen pensando aquello que “otros vendrán y harán lo mismo, pues son todos iguales”, discurso rancio, casposo y muy bien dirigido, que demuestra que ese cáncer endémico está extendiéndose hasta nuestras neuronas.

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