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Por José Vilaseca
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El libro de Belén

    Belén Esteban ha escrito un libro. Supongo que, de no llamarse Belén Esteban, esto no sería noticia, ni daría para artículo. Pero que “la princesa del pueblo” haya volcado vivencias y quebrantos, negro sobre blanco, da para mucho. Hay quienes la alaban, mientras otros la crucifican. Algunos están dispuestos a pasar horas en largas colas para conseguir un ejemplar autografiado, en tanto que el resto se rasgan las vestiduras al pensar en las ediciones publicadas, los libros vendidos y la remota posibilidad de que se convierta en un “best seller”, si es que no lo ha conseguido ya.

    En este punto, podría optar por la vía de la envidia, darme un par de golpes de pecho, vanagloriarme de que, mientras ella ha publicado sus memorias, servidor ya tiene dos títulos en las estanterías, y soltar bilis por la boca. O bien confesarme “fan” declarado de la de San Blas, y romper lanzas en su favor. Así que voy a coger el camino del medio, que es el que considero más honesto y cercano a mi propia opinión.

    A lo largo de los últimos años, la sociedad se ha quejado de la presencia de determinados programas de televisión (desde el pionero “Tómbola” al más cercano “Sálvame”), o la preeminencia del fútbol sobre otros deportes, del mismo modo que señalamos con el dedo la presencia en los estantes de las librerías de la biografía de Sergio Ramos, la novela homoerótica de Jorge Javier Vázquez o, ahora, las “ambiciones y reflexiones” de Belén Esteban. La pregunta de “¿por qué la gente ve esos programas?” o “¿por qué vamos al campo de fútbol en masa?” funciona exactamente igual en el caso de estos autores noveles.

    Y la respuesta es tan sencilla como demoledora: La gente sigue fielmente esos programas, agita la bandera de su equipo, pelado de frío en las gradas, o compra y lee esta literatura famosa porque le da la real gana. Podemos ser todo lo críticos que queramos, tirarnos de los pelos, enfurruñarnos y no respirar, pero la fórmula funciona y vende, y, como dicen al otro lado del charco, “money talks”, el dinero manda.

    Jugaremos a ser los más “culturetas” del lugar, unos “gafapastas” sabihondos que escucharemos a Mahler, leeremos a Proust y nos tragaremos esas maravillosas obras de arte y ensayo de Lars Von Trier aunque no entendamos un carajo de lo que nos quieren decir con su música, su prosa o sus imágenes. Y renegaremos de “la Estaban”, Dios nos libre. Pero otros no lo harán, preferirán aguardar pacientemente a las puertas del centro comercial que toque para que la exmujer del torero de Ubrique estampe su firma donde corresponda.

    A una sociedad adulta se la traería al fresco lo que escuchan, miran o leen cada uno de sus miembros. En un mundo donde puedes encontrar decenas de canales de televisión, centenares de revistas y millares de libros, con una capacidad de elección, de separar el grano de la paja, como nunca antes en la Historia había ocurrido, que nos preguntemos por qué las memorias de Belén Esteban llevan cuatro ediciones, y otros muchos libros apenas lleguen a unos pocos lectores, es absurdo. Claro que podemos discutir acerca del peso de la publicidad y la trascendencia mediática pero, al final, cada cual hace con su dinero, con su tiempo y con su ilusión lo que quiere.

    Supongo que no leeré el libro de Belén Esteban. Como tampoco lo haré con los consejos de Mourinho, el plagio de Ana Rosa Quintana, las “Vidas” de Plutarco o “Los Episodios Nacionales” de Pérez Galdós. Porque, más allá de la calidad, de la trascendencia, o de la autoría, se trata de una cuestión de simple elección. De mi elección.

    Porque, entre ustedes y yo, si lo que ha escrito la de San Blas son reflexiones profundas y sesudas, o son chuminadas como un piano, al menos tengo la seguridad de que no me han costado un euro de mi bolsillo… a diferencia de la caterva de vividores de la Moncloa y aledaños, que fueron capaces de arruinarnos e hipotecar nuestro futuro, para ahora querer que compremos su libro, donde explican con pelos y señales cómo nos pusieron mirando a Cuenca con una sonrisa en los labios.

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    comentario 1 comentario
    JPE
    JPE
    05/12/2013 07:12
    No la conozco

    Pues yo tampoco he leido el libro que citas de Belen Esteban, un nombre que he escuchado más de una vez pero te confieso que no se quien es Belen Esteban. Algunos somos muy, muy raros.

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