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Por Wences Alos Valls
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Mauthausen, Vicent i Bernardo

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    Wences Alos Valls

    Hace unos días en la Casa de la Cultura de Moncofa rendimos homenaje a Vicent y a Bernardo, vecinos de nuestra localidad que sufrieron en sus carnes la tortura y, uno de ellos, la muerte en el infierno del campo de concentración de Mauthausen, en Austria, durante la Segunda Guerra Mundial.

    Soy de la opinión que el pueblo de Moncofa tenía una deuda con estas dos personas. Tanto Vicent como Bernardo sufrieron la barbarie nazi del campo de concentración de Mauthausen, Vicent murió el 5 de diciembre de 1941, hace 80 años, Bernardo tuvo más suerte y sobrevivió. Vicent fue uno más de los 17 millones de personas que pagaron con su vida el precio de esta aberración.

    Los dos, a casi a 2000 kilómetros, sufrieron el que no podemos imaginar en manos del Nacional Socialismo. Sufrieron en su propia carne el que hoy se denomina genocidio.

    El acto realizado en Moncofa nos tiene que ayudar a recordar comportamientos que no se pueden repetir, pero que constantemente, por desgracia se repiten.

    En el siglo pasado el Comunismo y el Nazismo arrasaron con todas las personas, con compatriotas o no compatriotas, que no pensaban como ellos. Desde la revolución soviética a principio del siglo XX y con la llegada al poder del nazismo 20 años después las deportaciones y la ejecución de todas aquellas personas que no pensaban como el régimen dominante se volvieron como algo común en gran parte de Europa.

    Pero esto, por desgracia, no es cosa del pasado. Lo hemos visto no hace demasiado tiempo en la desmembración de la antigua Yugoslavia, en la propia Europa en la década del 90, o hace poco en el Oriente Media de manos el Estado Islámico.

    Incluso hace pocas semanas la desaparición de la deportista china Peng Shuai en el que podemos pensar que es un país avanzado cómo se China es un indicio de que las cosas no andan bien. Simplemente para denunciar que ha sido víctima de abusos sexuales por un ex - vicepresidente de su propio país.

    Por todo esto es necesario que recordemos a las víctimas de la barbarie. Nadie somos angelitos, puede ser que Vicent y Bernardo tampoco lo fueran, pero el que sufrieron no debía de haberse producido nunca.

    Ahora, nosotros, tenemos la suerte de vivir en el mundo democrático que nos dejaron los acuerdos de la transición, transición modélica en Europa y que se puede comparar con lo ocurrido en Yugoslavia, Rumania, en la Republica Checa en el 68 o lo que esta pasando en Hungría o Polonia.

    Pero nuestro deber no debe solo quedarnos en el recuerdo, también debe ser denunciar las actitudes de cualquier de estos tipos que por desgracia se continúan produciendo hoy en día.

    La utilización partidista del dolor nunca nos va a traer nada bueno. Hacer actas por el recuerdo de la barbarie deberían siempre ir ligados con actos para denunciar esa misma barbarie indiscriminada que se va produjo en aquella época, por unos y por otros, y que, por desgracia también, continúan produciéndose alrededor del mundo.

    Creo que a Vicent y a Bernardo además del merecido recuerdo también los debemos de luchar contra la barbarie venga del lado que venga.

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