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Por Josefina Mora - Presidenta de ACUDIM Vila-real
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Atrapada

    Sé que es complicado expresar y transmitir a otra persona que no se desplace en silla de ruedas, como yo me desplazo, la sensación de frustración y abandono total cuando, sucesivamente, en pocos días, te ves atrapada por una serie de circunstancias que impiden que, libremente, te puedas desplazar de una población a otra, cercanas, de tu provincia.

    Vivo en Vila-real y el pasado día 1 de septiembre quería desplazarme a Burriana para asistir a un acto que la asociación de personas con discapacidad de allí, ACODÍS, había organizado. Para ir a la localidad cercana, y con el fin de salvar las barreras del transporte por carretera, tuve que coger un autobús "accesible" de la compañía "Hicid" y "Mediterraneo" desde Vila-real a Castellón y en la capital otro autobús para ir a Burriana en la que quería haber estado a las 12 de la mañana, puesto que a esa hora empezaba el acto organizado por ACODIS.

    Mi sorpresa fue que al autobús que me tenía que desplazar a Burriana no le funcionaba la rampa de acceso al vehículo que se utiliza para las personas con movilidad reducida y que, ya en demasiadas ocasiones, seguramente por falta de mantenimiento adecuado, en unas, y por falta de experiencia de los conductores noveles, viene ocurriendo con demasiada frecuencia. Ver que una rampa está sujeta con cuerdas, o que los conductores se pertrechan de trapos en las manos para extraerla, en mi caso, en nuestro caso –en el de las personas que nos desplazamos en silla de ruedas– produce tal frustración e impotencia que te gustaría darte la vuelta y olvidarte de que tienes que ir a cualquier sitio. Pero además, la sensación de angustia se acrecienta cuando ves que al conductor o conductora noveles no les han explicado el funcionamiento de la rampa –aunque funcione correctamente– y tiene que hacer grandes esfuerzos para extraerla y ayudar a subirte mientras sabes que el resto de pasajeros, debido a la tardanza de la operación, miran nerviosos y hacen comentarios que, como digo, te angustian mucho más puesto que sabes que están referidos a tu condición.

    Tras casi quince minutos de inútil espera, en este caso la conductora, tuvo que llamar a otro compañero de la compañía de autobuses desplazare al lugar para que le explicase cómo se articulaba la rampa. La sorpresa fue que este segundo compañero si soluciono el problema, fue llegar al Burriana donde tampoco pudo extraer la rampa y, al final, poniéndonos en grave riesgo físico todos, me bajaron de la plataforma del autobús a la acera, entre tres personas que cogieron al vuelo la silla de ruedas mecánica. Llegué a mi destino casi a las tres de la tarde, cuando debería haber estado a las 12 de la mañana (recuerdo, Vila-real / Burriana).

    Pero no se acaba aquí la odisea. La vuelta —que nunca llegó a producirse el mismo día— fue casi peor. Alargué mi estancia en Burriana 15 minutos más de lo debido, hasta las 20,15 horas, puesto que a esa hora, sin saberlo, ya se había marchado el último autobús de Burriana. Estuve durante horas llamando a un Eurotaxi (servicio de vehículo adaptado para personas con movilidad reducida) y no hubo manera de contactar con ninguno de ellos. Hasta el punto de que, con gran sorpresa y con otras personas con discapacidad que me acompañaban como testigos, veíamos como cortaban la llamada telefónica que les hicimos desde varios teléfonos sin ni siquiera contestar. Otra grandísima frustración por no poder ejercer, a estas alturas de siglo, el derecho a poder desplazarte libremente y sin barreras que te lo impidan. Se da la circunstancia, además, de que, en mi domicilio de Vila-real, a mi llegada, me esperaba una medicación que tenía que tomar. Pero, de nuevo, debido a la discapacidad que me acompaña, me vi atrapada en contra de mi voluntad.

    Una buena amiga de Burriana, con las molestias correspondientes que se puede causar por desplazarte en una silla de ruedas y el tener que cederte todo el menaje necesario para ello, me ofreció su casa para quedarme a dormir esa noche. Podría extenderme en detalles para dar a conocer la cantidad de barreras que, diariamente, se nos interponen a las personas con discapacidad para complicarnos mucho la vida y no poder disfrutar de los mismos derechos que quien no tiene una discapacidad. Unas veces por incumplimiento de la Ley de Accesibilidad; otra por la irresponsabilidad de las empresas que están ofreciendo un servicio público, y otra por la dejación de deberes de quienes obtienen una licencia de eurotaxi. Cuando todo ello se mezcla, lo uno con lo otro, como ocurrió en mi caso, se conforma un terrible cóctel, peor que el molotov, que destroza emotiva y psicológicamente a la persona con discapacidad, puesto que se ve tratada y abandonada como un trasto y no con un trato adecuado con la dignidad necesaria para cualquier persona, tenga o no discapacidad.

    Por eso, por lo expuesto, desde aquí hago un llamamiento a nuestras autoridades, a quien corresponda, en este caso a quienes conceden las licencias para ejercer servicios públicos, la Conselleria de Transportes de la Generalitat Valenciana, para que se termine, de una vez por todas, con la discriminación que sufrimos las personas con discapacidad y movilidad reducida en los servicios de transportes públicos para que nunca más nos sintamos ni atrapadas ni maltratadas. Y, al propio tiempo, que no tengamos que pagar un sobrecoste al taxímetro en el mismo itinerario o desplazamiento que realiza una persona sin discapacidad. ¿Por qué?

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