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Por Andrés Antonio Viloria Bove
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Sobre los comicios electorales venezolanos del casi pasado año 2017

    En una conversación con una de mis profesoras favoritas de la Universidad, ella me decía que la palabra "nivel" se debe usar sólo cuando se habla de líquidos: el nivel del mar, el nivel del agua. Me decía que es incorrecto su uso en cualquier otro ámbito, como los niveles de gobierno. Era una opinión sin pies ni cabeza aquello que me decía, y por más que insistía, yo le respondí. Tenía mis razones.

    Resulta que el lenguaje no es una cosa estática, ni siquiera es una "cosa"; no es un sistema cerrado, es abstracto, depende completamente de la interpretación. El lenguaje se nutre constantemente de otras disciplinas. Una profesora universitaria debería saber eso mejor que nadie. Mi argumento se basó en todo eso, pues al final la palabra "nivel" tendrá el uso que le quieras dar, en el contexto que quieras. Y que se puede, realmente, utilizar para definir los varios tipos (niveles) de gobierno. Así, el nivel de gobierno local es el municipal, el regional es el de estado o provincia, y el nacional es el de todo el país. El antecedente histórico de un país como Venezuela es impresionante. Sólo puedo imaginar el optimismo y la fe del pueblo venezolano de 1811, luego de haber defendido la patria a capa y espada, logrando así la tan anhelada independencia.

    Hoy día, más de 200 años después, sólo puedo pensar que Bolívar se revuelca en su tumba, asqueado, al ver la patria que lo vio nacer, y que con tanto orgullo llevó a la independencia, convertida en una mofa mundial. El país petrolero, democrático absoluto desde 1959, llevado a la ruina por una banda de maleantes que portan la corrupción como emblema. En mis cortos 20 años, he presenciado infinidad de comicios electorales en Venezuela, todos llevados a cabo por el Centro Nacional Electoral, organismo que se encarga de que los procesos electorales se puedan llevar a cabo con transparencia.

    Dentro de un sector de la población, siempre se ha tenido la teoría de que el "CNE", lejos de ser imparcial, es otro organismo nauseabundo de prostitución gubernamental, preparado para cumplir los deseos de los más altos niveles de gobierno, al punto de amañar una elección para conservar el poder.

    Los expertos internacionales te dirán que Nicolás Maduro nunca ha ganado una elección. Aún así, es el máximo representante del gobierno venezolano.

    Esto se mantiene como sólo una teoría, debido a que Venezuela nunca ha contado con un líder de la oposición que esté dispuesto a hacerle frente al narcorégimen putrefacto de Chávez-Maduro. Lo que es evidente es el divorcio entre el nivel superior opositor, esos que se hacen llamar líderes, y el nivel inferior de los opositores que, como la base de una pirámide, es más ancha.

    Si bien antes el CNE jugaba a su antojo con los resultados de las elecciones, siempre cubrió muy bien la trampa, supo disimular el aroma a fraude. Sin embargo, esa conducta, no dijo presente en ninguno de los comicios electorales del año 2017.

    Empezamos con la descabellada Asamblea Nacional Constituyente, una propuesta de poder supremo para Maduro y su combo. 8.089.320 votos anunciados a favor de la propuesta, las protestas de ese mismo día, que dejaron un saldo de 10 muertos, parecen no haber interrumpido los comicios. 8.089.320 es un número grande, e inverosímil si se tiene un mínimo de sentido común. Chávez en sus mejores días "obtuvo" esa cantidad de votos. Pero Maduro no es Chávez, ni la situación es la misma. Cada día, más y más personas se despiertan del sueño inducido en el que han pasado los últimos 20 años, y se dan cuenta de la realidad. Es por ello, que los resultados anunciados por la Rectora del CNE, Tibisay Lucena, parecen más una fantasía, y la historia de la oposición y de la comunidad internacional, que asegura un 88% de abstencionismo electoral, cobran validez.

    Maduro "accedió" a realizar elecciones gubernamentales y municipales este año, postergadas desde 2016, con la condición de que todos los gobernadores y alcaldes electos, fuesen del partido que fueren, se juramentaran ante la recién instalada Asamblea Nacional Constituyente.

    Llegó Octubre, y con él, las elecciones gubernamentales. El gobierno de Maduro lleva tiempo repartiendo migajas para mantener a la gente a su merced, y eso queda en evidencia con los resultados electorales de gobernadores. De 23 estados que tiene la República, sólo en 5 ganó la mesa de la unidad democrática, alianza de partidos políticos de la oposición. De 23, 5. De los cuales 4 se vendieron y juramentaron ante la ANC, todos menos el recién electo gobernador del estado Zulia, Juan Pablo Guanipa, que no aceptó la vagabundería del gobierno, por lo que fue políticamente inhabilitado.

    Posterior a las elecciones gubernamentales, el 10 de Diciembre del mismo año, se realizan las elecciones municipales en toda la nación, y gubernamentales en el Estado Zulia para elegir a un nuevo gobernador. La sinvergüenzura del dictador Nicolás Maduro no tiene límites. Resultados nunca antes vistos; con 98% de las alcaldías, y 19 gobernaciones (Zulia incluido), que ahora pertenecen a la cúpula chavista.

    Los gobiernos municipales recientemente electos, juramentados ante un presidente vagabundo, poco podrán hacer para resolver los problemas que aquejan a la población. Pero eso no es nuevo, cualquiera que sabe cómo funciona un municipio bajo esta era chavista entiende que todo pasa por las manos del gobierno nacional.

    De aquella descentralización que comenzó en 1989 con la elección de los primeros alcaldes en todo el territorio venezolano no queda nada. Curiosamente fue un 3 de diciembre y el presidente constitucional de Venezuela era Carlos Andrés Pérez. Aquello representó todo un avance y una promesa de progreso, pues se esperaba que los municipios pudieran crecer con ritmo propio, de acuerdo con sus especificaciones y sin depender enteramente del presidente del gobierno.

    Así es como en treinta años, eliminamos todo rastro de descentralización, y pasamos de tener alcaldes y gobernadores con cierta independencia, que van a su bola, a vivir en un país donde todos los niveles de gobierno, ahora son "rojos, rojitos", y todas las decisiones vienen del orangután trajeado de Miraflores; el mismo que quiere hacer de Venezuela un gran estado de gobierno, sin alcaldías ni gobernaciones, para tener control absoluto de todo.

    Ahora pregunto: ¿Y el problema del racionamiento de agua o de electricidad a quién le toca resolverlo? No es al alcalde, estimado lector, eso es asunto de un nivel superior de gobierno. ¿El gobernador? No, señor. Dependen de aquel orangután que dice que gobierna el país entero.

    Por eso siempre percibí como una retahíla de exageradas mentiras todas las promesas electorales de los últimos comicios. Hubiera votado por el que simplemente me hubiera dicho: "No puedo solucionar el problema del agua, pero desde mi despacho haré una oposición feroz y valiente". Eso no ocurrió, prefirieron vernos la cara de embelesados bailadores de joropo.

    Yo quiero un presidente de Hidrocapital que garantice a la población el suministro de agua limpia y que se ocupe del mantenimiento. Quiero un presidente de Corpoelec que deje de ver a Juana la iguana entre los cables y asuma que lo más importante es tener personal preparado que cumpla con el mantenimiento de toda la red eléctrica nacional.

    ¿Y quién nombra a esos dos funcionarios? ¿El alcalde? ¿El gobernador?
    Entonces ya sabemos el nivel de gobierno que debemos renovar de inmediato.



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