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Por Jesús Montesinos
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La dura tarea de tomar decisiones

    El presidente de la Generalitat, Francesc Camps, tomó esta semana una decisión trascendental: dimitir de su cargo para defender su inocencia. Una dura decisión en un país en el que no se dimite ni de muerto. Al fin y al cabo tomar una decisión es una tarea ardua de la que todo el mundo huye. Nadie quiere divorciarse aunque se lleve de pena con la pareja. Nadie quiere dimitir de un cargo en el que sufre. Y, por supuesto, nadie despedir a un empleado o irse de un trabajo.

    Pero aunque huyas llega un momento en el que mires donde mires solo a ti te corresponde tomar esa trascendental decisión. La de dimitir o la de tener un hijo. Lo malo es que muchas veces las decisiones se toman tan tarde que generan dolor en lugar de alivio. ¿Qué hubiera pasado si Camps hubiera tomado la decisión de dimitir a poco de arreciar el Caso Gürtel? Anímicamente no podía hacerlo. Por eso Thedore Rubín (prestigioso psiquiatra norteamericano) fija hasta 17 bloqueos sicológicos que limitan la toma de decisiones. Quien no decide no se equivoca.

    La ansiedad que provoca la toma de esa decisión trascendental, la consiguiente depresión, la caída de la autoestima o la confusión sobre el propio yo llevan a retrasar la decisión. Un psiquiatra de Castellón me contaba días pasados como se incrementan los casos de grandes empresarios arruinados que acuden a su clínica para intentar salir de un profundo bache anímico. No entienden que han llegado a esto porque no fueron capaces de tomar decisiones drásticas en su momento. Pero es que resulta muy duro tomar decisiones porque el entorno presiona a tu valioso yo. José Luis Albiñana ya tuvo que dimitir en 1979 como presidente de la Generalitat por la presión del entorno. Ahora ese entorno (mediático político) y la gestión de la crisis ha forzado la dimisión de Camps. El libre albedrío de las decisiones queda coaccionado por un entorno agresivo que genera ansiedad (Rubín) y afecta a la oportunidad de la decisión.

    Tomada la decisión las consecuencias caen en cascada. Hay ejemplos. Pique y Sakira estuvieron ocultando su amor durante meses, siempre abroncados con compañeros y periodistas. Un día decidieron disfrutar del escenario y han convertido sus achuchones en un buen negocio. O la decisión de Mercadona de apostar por las barcas blancas. Parecía que se hundía el mundo y ahora es el único negocio de distribución que crece cada año.

    Ahora ya las decisiones le corresponden a Alberto Fabra, que el mismo día de su nombramiento salió a hablar con los periodistas. No es un nuevo talante. Es que no hay decisiones anteriores que le marquen las siguientes. Y lo mismo en las tareas de gobierno. A poco que las estructuras de poder le dejen (o las dome) puede caminar hacia una revisión total del mapa económico y político valenciano. No está limitado por ansiedades. Al contrario. De repente su cotización en la bolsa de la confianza está a rebosar porque hasta el entorno (esta teoría es de Cruyff) quiere alguien nuevo a quien animar.

    Es una tarea complicada, pero la oportunidad que genera la decisión de Francesc Camps sitúa al nuevo presidente de la Generalitat, Alberto Fabra,  ante la fuente de las oportunidades fundamentales. Incluso también por la decisión colectiva conformada por la necesidad de  contar con un liderazgo afectivo que se entregue a la faena sin estar mirando siempre a su espalda. De repente una dimisión puede generar una percepción de esperanza en una sociedad maltratada por la realidad. Es todo cuestión de decisiones oportunas.

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