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Por maricón

    Desde hace un par de días no paro de ver en la televisión y de leer en los periódicos todo lo relacionado con la muerte de Samuel, un joven cuyo único “crimen” ha sido su propia orientación sexual. Asesinado brutalmente por un grupo de personas con la motivación de… ¿De qué? ¿Qué puede existir que justifique eso? Tengo la misma sensación que con el caso de la Manada o con los atentados que se comenten; siento la misma repugnancia que siento cada vez que conozco cualquier tipo de agresión. Y lo que me parece más triste, es que, aunque me repugne, no me extraña que haya sucedido. De alguna forma se han normalizado los ataques y violencias homófobas, machistas, étnicas, religiosas, y más, y más que surgen a diario.

    Vemos común que las noticias y los medios nos informen de asesinatos, como el de este joven, de secuestros, de bombas… Y duele sentirlo, duele pensarlo y duele expresarlo. Porque no es normal, ni debe serlo nunca, que estos crímenes sean nuestro pan de cada día. La crisis de valores en la que se encuentra sumergida nuestra sociedad da verdadero vértigo. Se ha perdido el norte en muchos temas, sobre todo en cuestión de derechos y libertades. Y yo, que vivo de la educación y de las aulas, puedo afirmar que a nivel familiar también.

    Muchos adolescentes y jóvenes no reflexionan lo que dicen o lo que hacen, simplemente repiten lo que ven en sus casas. Hogares que no han sido educados en igualdad, en respeto, en tolerancia y, básicamente, en amor. Señoras madres, padres y/o tutores legales quiero que sepáis que vuestras hijas e hijos no serán homosexuales porque habléis de ello en la mesa, eso lo decidirán ellos en su momento, lo que sí estarán haciendo es evitar homófobos en el futuro. Es ahí donde comienza todo, es desde pequeños cuando todo se asienta, y es el trato natural y abierto como todo se entiende.

    Me paro a pensar, hablando de familias, en la de Samuel y siento mucho pesar, una infinita tristeza; pienso concretamente en su madre, y, de manera inconsciente en la mía ¿cómo se sentiría al saber que uno de nosotros ya no volvería a casa? Me vienen a la mente escenarios hipotéticos en los que Samuel podría haber disfrutado del verano y sigo sin comprender cómo se puede quitar una vida con tanto camino por andar.

    Imagino a mis hijos -los que algún día tendré- normalizando también todas estas violencias y asesinatos (porque sí, no son muertes naturales, son asesinatos), y no quiero que se eduquen en una sociedad que no avanza porque no comprende. Que no respira porque no alcanza a entender que los cambios existen. Que no abre la mente al ejercicio de las libertades y derechos. Es que parece broma que estemos en el s. XXI y sigamos discutiendo estos hechos. Estimado Platón: habremos salido de las cavernas y habremos inventado muchas cosas, pero seguimos a la sobra de muchas ideas.

    Volviendo a las aulas, puedo dar fe de que hay profesores consintiendo comentarios racistas, machistas y homófobos. Más allá, en el transporte público seguimos siendo testigos de miradas escépticas hacia parejas homosexuales. Conocemos a mujeres, a amigas, hermanas, primas, sobrinas, nietas que alguna vez han sido acosadas, y hasta violadas o agredidas sexualmente. Sabemos de comentarios racistas a todas horas, de personas que miran por encima del hombro por la cultura o forma de vivir, de gente que odia sin argumentación alguna, de la exclusión por cuestión de fe que viven los creyentes de una y de otra religión. Y duele, claro que duele, ver a un país unido por los penaltis de su selección, y no cuando asesinan al grito de “maricón” a un joven con toda la vida por delante.

    Y es que no se trata de Samuel en concreto, sino de lo que simboliza este horrible suceso. Es lo que hay detrás y lo que no queremos que haya delante bajo ningún concepto. Es lo que parece que muchos partidos políticos no entienden, porque en lugar de unirse al sentir general, han de crear polémica, han de remover lo que no se debe tocar para ser protagonistas. Lo mismo sucede a pequeña escala en los jóvenes que no comprenden tanto movimiento, aunque me parece lógico, por desgracia, teniendo en cuenta que sus vidas se encuentran plagadas de comentarios que de alguna forma faltan el respeto. Solo tenéis que abrir alguna red social para ver una muestra de ello.

    Se acude a rezar por cuestión de fe, no para ser odiados y criticados por ello. Se actúa en libertad para garantizar una igualdad, no para que seamos acosadas, violadas y asesinadas. Se vive en la cultura que nos han educado para perpetuarla y no perder las costumbres, no para ser estigmatizados por ella. Se sale del armario para amar en libertad, no para ser asesinado “por maricón”.

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