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Por Paco Ventura
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Por no ver quien está al otro lado de la puerta

    Siguiendo con anécdotas y personajes que vivían en la Plaza de San Blas y sus alrededores, hoy hablaré de un hecho real como la vida misma, hecho que me ocurrió a mí, cuando apenas había cumplido los diez años.

    Corría el año 1.954. Era una mañana de un domingo cualquiera del mes de Febrero. El salón de la barbería de mi padre se encontraba lleno de gente esperando su turno.

    Mi madre entró en mi habitación y me preparó la ropa de “mudar”, con la que debía vestirme para ir a Salesianos y participar, como monaguillo, en una de las misas del domingo.

    Al ver los zapatos que me había preparado mi madre, “protesté”, y tras preguntarle que donde estaban los que habíamos llevado al zapatero para que les pusiera “tacones” nuevos, me contestó, sin alterarse lo más mínimo, que el Sr. Marcelino, el zapatero de la calle San Blas, no había podido arreglarlos a tiempo, circunstancia que no acepté de buen grado.

    Mi enfado fue en aumento, y con una voz más alta de lo normal, “dicté sentencia con fallo incluido” diciéndole a mi madre: “Pues si no ha podido arreglarlos a tiempo no se los lleves más a él”.

    ¡Toma ya! Hay que ver que “bríos tenía el “chaval”.

    Mi madre salió de mi habitación sin rechistar y me dejó solo para que me “arreglara”.

    Cuando ya me había vestido, quise salir, pero la puerta daba justamente al salón de la barbería, y al entreabrirla vi sentado, en la silla más próxima a mi habitación, al Sr. Marcelino (el zapatero de la calle San Blas), que estaba leyendo el periódico. Cerré la puerta de golpe y quedé dentro sin saber qué hacer.
    ¿Salgo? ¿No salgo? En un momento de “lucidez”, decidí llamar a “gritos” a mi madre, la que, finalmente, acudió por ver qué era lo que me ocurría. Sin alterarse lo más mínimo me dijo:

    ¿Por qué no sales? Vas a llegar tarde a misa…

    ¡Chiiist! ¡Calla! Le dije. ¿Has visto en el salón al Sr. Marcelino? ¡Sí! Respondió ella. ¿Y qué pasa? ¿Que qué pasa? Pues que está sentado justo al lado de la puerta de mi habitación y habrá escuchado lo que he dicho antes, le respondí. Finalmente, arropado por el cuerpo de mi madre me atreví a salir.
    Cuando yo salía junto a mi madre, Marcelino, que era un buen hombre, levantó la cabeza medio sonriendo y comentó con voz baja…
    ¡Paquito! Mañana pasa por casa y te llevas los zapatos que ya los tendré terminados.

    Blando como un flan, y más rojo que un pimiento “colorao”, me dirigí al Sr. Marcelino diciéndole… No se preocupe, Sr. Marcelino, pues hasta el domingo que viene no los voy a necesitar.

    Aquella pequeña conversación con el Sr. Marcelino me tranquilizó, y en lugar de salir, como siempre lo hacía, por la puerta trasera de mi casa, por la que se accedía a la Calle Zaragoza, lo hice muy contento cruzando el salón de la barbería, y al pasar por delante del Sr. Marcelino, le miré a la cara y le dije: “Ya pasaré mañana a recoger mis zapatos… ¡Y muchas gracias Sr. Marcelino!

    Al llegar al Colegio y verme en la sacristía vestido con aquellas ropas de monaguillo, estuve a punto de tomar la decisión de ingresar en un Colegio para aspirantes Salesianos, pues la bondad del Sr. Marcelino limpió las “telarañas” de mi cuerpo, llenándolo de buenos sentimientos.

    Aquella mañana del domingo, el equipo de futbol del que yo formaba parte (el KUDIWIL), ganó por tres goles a cero, por lo que pudimos refrescar nuestras gargantas, saboreando la famosa “llimoná de colorets” que nos daba D. Francisco García (a) “El Gavacho”. Aquello fue toda una casualidad, por cuanto, hasta entonces, no habíamos ganado ni un solo partido.

    (Reproducción de la foto de “dos figuras” del KUDIWIL, con la “típica indumentaria” de la época)

    ¿Alguno de Vds. se atreve a pronosticar?

    Quiero, con este artículo, rendir homenaje al Sr. Marcelino y su esposa, aquel zapatero de la calle San Blas que, con su oficio primero, y vendiendo plátanos después, sacó adelante un montón de hijos/as, que no son otros que la familia Hernández Ayuso.

    ¿Recuerdas, Victor, aquello de… ¡No han sido manos Sr. árbitro!... Cuando jugando con el Burriana te daba el balón en el brazo izquierdo? ¡Yo sí lo recuerdo!
    Un fuerte abrazo para ti y para todos tus hermanos y hermanas.

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    comentarios 16 comentarios
    PACO VENTURA
    PACO VENTURA
    16/11/2010 12:11
    ¡A MI BUENA AMIGA ENCARNITA!

    ¡Hola, Encarnita! ¡Cuantos recuerdos! Tus padres se merecen este homenaje y muchos más. En cuanto a la ballena, claro que lo recuerdo. Hace poco más de un mes, lo comentaba con Gustavo Ferrada. Nos dijeron que se trataba de Moby Dyc la "Ballena Blanca". Como bien dices, estuvo expuesta encima de un trailer, aparcado en la plaza de San Blas, dando la espalda al taller del "sinyo Pepe el carreter". Ha llovido mucho desde entonces. Te consta que os aprecio "mogollón" y que me gustaría poder charlar contigo; con Pili y con tu madre. Me ha dicho tu hermano Victor que, aunque está muy lúcida, tiene problemas de oido y de vista. En cuanto al rio, ya no podríamos bajar por las escaleras de la calle de la Comuna, ni por la rampa que estaba pegada a la pared del viejo Hospital de San Blas ¿Recuerdas el huertecito del Sinyo Ramonet el Conserje del Hospital? ¡Cuantas cosas! Espero me aviséis para hacer ese almuerzo tan deseado. Un fuerte abrazo.

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