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Por Vicente García Nebot
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Extremistas y “extremistos”

    Queridos y queridas lectores y lectoras: parece ser que las cosas están cambiando a base de bien. Los extremistas (y extremistos) se están tocando ya. La extrema derecha y la extrema izquierda ya están cogiéndose de la manita. Los unos desde el juzgado condenando a los que se disfrazan de Jesucristo con piercings. Los otros diciéndonos como tenemos que hablar para ser políticamente correctos.

    En los tiempos en los que el whatsapp hace que escribamos con abreviaturas, sin acentos, ni comas, ni puntos. Ahora va y lo políticamente correcto según los ultra-progres es hablar con el masculino y femenino de todo, para que la igualdad entre hombres y mujeres brille en el mundo.

    Portavoces y portavozas. Miembros y miembras. Es lo que ahora llaman el “lenguaje inclusivo”, mediante el cual vamos a romper las barreras del patriarcado. Y, a partir de ahora, todos deberemos hablar en “raro”.

    ¿Con estos neologismos, la feminización radical llevada al extremo pretende dar algo diferente a risa y que se escriban páginas y páginas hablando del tema?

    Dudo mucho que Irene Montero, o Bibiana Aido en su día, tuvieran una intención de transformar el lenguaje machista. Ni siquiera la de crear una provocadora polémica ultrafeminista. Sencillamente… se equivocaron. Su subconsciente superpolitizado y sus ganas de demostrar que son más feministas que nadie, en un resbalón lingüístico, les llevó a crear un palabro. Y después no quedaba otra que mantenerla y no enmendarla.

    Es como cuando Rita Barberá inventó “el caloret faller”. Muchas risas y cachondeo generalizado, pero ahí se ha quedado el palabro para el futuro… para la historia.

    ¿Ha cambiado algo? Pues no. Los dentistas seguirán siendo dentistas (y no dentistos) a no ser que alguien se equivoque en un futuro y todos le sigamos la corriente. Y en la RAE les haga gracia y lo metan en el diccionario como gracia.

    Rita y Bibiana metieron la pata. E Irene, sino me equivoco, la metió hasta el corvejón. Pero hay que aprovechar el tirón mediático hasta el final y convertirse en la adalid, adalida o adalido del feminismo en España.

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