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Por Vicente García Nebot
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Casas de primos

    Hermanos: llamo yo “Casas de Primos” aquellas casas que están en los centros históricos y en los ensanches, que fueron las casas familiares en los años 50-60 y que, tras el abandono de los hijos del domicilio paterno y el fallecimiento de los abuelos, estas pasaron a ser propiedad de los herederos en proporción al número de hijos que tuviera esa pareja original. Tres, cuatro, cinco hijos…

    Pasados los años y las décadas, aquellas casas abandonadas, en las que ya no va nadie, entran en deterioro. Una ventana abierta o rota por la que entran las inclemencias del tiempo. Una gotera no atajada a tiempo que hace colarse la poca agua de lluvia que cae en nuestra Comunitat. O periodos cortos de intensas lluvias que hacen que esta misma agua penetre hasta el alma de la casa para ir socavándola y llevándola a la ruina.

    También son importantes las nueras y los yernos que no tienen ningún interés en la casa y, aunque su actitud formal es de no inmiscuirse, ya se encargan en intentar no poner un céntimo en el mantenimiento de la casa.

    Con lo cual, pasan los años y la casa ni se vende ni se alquila. Solo se tiene cerrada. Los hijos empiezan a fallecer y las herencias empiezan a repartirse: ocho primos y primas, quince parientes de tercer y cuarto grado. Mas nueras. Más yernos. Y la casa sin barrer.

    Date un paseo por tu pueblo y verás estas casas. Son muy fáciles de identificar. Están sin pintar, desconchadas las fachadas. Las tejas del alero del tejado a punto de caer. Suelen ser “casas de primos”. Y los ayuntamientos dejándolas así porque no es fácil meterse en ese avispero.

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