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Por Vicent Albaro
Camins de l´Alcora - RSS

Evocación en Navidad

    El temporal se abate sobre campos y ciudades, en una sucesión de lluvia y viento como hace años no se recordaba. El temporal de Levante por el que suspiran quienes aman el campo, ha sazonado el vientre de la tierra, pausada pero ininterrumpidamente. Ha llovido bien en estos días, sin estridencias ni voluptuosidades que generan el mal y desaprovechan el agua. Ha llovido como toca para que el campo tenga vida y las fuentes y manantiales, recuperen sus agostadas gargantas resecas. Hace tiempo que no se recordaban tantos días grises de lluvia, de humedades, de charcos, de goteras... y así, a bote pronto buscando en la memoria, se me aparecían de súbito aquellos temporales de antaño, todavía más largos. Los de paraguas e impermeable, los de "catiuscas" de goma, las pequeñas riadas callejeras, las salidas de los barrancos y torrenteras con arrastres y deposiciones en la calzada central. Las lluvias olían a serrín mojado, a allioli, a sardina de bota frita con la clara del huevo, a brasero candente en la mesa camilla. Las lluvias eran cristales empañados con vao de aliento, para dibujar cualquier cosa con un dedo, mientras afuera hacía un frío que pelaba y las gotas se quedaban en el vidrio, como un gotelé de diminutas perlas.

    Aquellos temporales no se acababan nunca. Las calles de barro y las tejas de las casas como chorreras perennes, hacían el transitar inviable. Era el tiempo de las cosechas del secano, cuando nuestros abuelos sembraban avenas, garbanzos, guisas y otras legumbres en las fincas serranas. Era el tiempo en que las fuentes constituían un valorado tesoro así como los aljibes y cisternas. Todas las riberas reverdecían exuberantes y gloriosas con estas lluvias otoñales, que venían a dar respuesta a las súplicas del hombre hacia los cielos. Pues esta agua bendita hacía germinar y crecer los trigos recién sembrados y con ellos, volvía el pan que aseguraba la subsistencia. "Aygua i salut, Sinyó" eran las preces más ansiadas durante las celebraciones litúrgicas del año. El temporal venía a sellar ese pacto ancestral del hombre con la divinidad.

    Con la tierra sazonada, las umbrías guardarían la humedad todo el invierno, y allí crecería el musgo que daría el toque mágico a nuestro Belén. Porque rayana la Navidad un desasosiego terrible, empujaba a montar el belén. Nuestra cultura cristiana nos movía a la piedad y el nacimiento de Cristo, merecía cualquier esfuerzo. Aquellas figuritas de barro compradas en los tenderetes de la época "paraeta", toscas y primitivas casi sin formas, comparadas con las barrocas de hoy, eran un tesoro inconmensurable. La cueva, que así llamábamos al portal, lo formaban tres cepas viejas. Las casitas de corcho diminutas, colgando de las montañas hechas con troncos de algarrobo. Del cielo de papel azul, con estrellitas de plata pegadas. Los caminos de serrín, el río de papel de plata de los chocolates. Los bordes contorneados de piedrecitas del río, y los huecos cubiertos de musgo. Los árboles hechos de romero y lentisco y las pequeñas huertas de hierbecillas campestres. Las gallinas, las ovejas con los pastores, los pavos, cerdos y conejos; la lavandera, el pozo, el puente, el castillo de Herodes era una caja de zapatos recortada y pintada, la estrella de Belén con su estela, también recortada en cartón y revestida con más papel de plata. ¿Y las luces? ¿Qué es eso? ¿Y los movimientos? ¿Qué es eso? Y tantas otras cosas que no existían o no había ninguna posibilidad de adquirir...mayor sencillez y humildad, imposible. Pero yo no recuerdo haber cantado nunca, ni con tanto énfasis los villancicos como en ese tiempo. E ir acercando los Reyes al portal, conforme transcurrían las jornadas a la espera de que el gran día, me trajeran el sueño de la bicicleta que jamás llegó.

    El temporal me ha devuelto a la Navidad de hace un montón de años, con el río vivo y rugiente, las fuentes pletóricas, los barrancos cantarines, los días grises, las calles solitarias, el pueblo silencioso con las luces mortecinas tras el cristal. Esa Navidad de pobreza material pero de gran riqueza espiritual y humana, donde las felicitaciones eran una afable muestra de sinceridad y no un medido paripé. Aquellos gloriosos tiempos en que nuestras abuelas pastaban en casa y llevaban los dulces al horno, para llenar la despensa de viandas que endulzaran la Navidad. Cuando tocaba poner algarrobas en el balcón para los caballos del rey, o te quedabas sin juguetes.

    El temporal de viento y lluvia me ha despertado la añoranza, mira tú, y veo ahora a un jovencísimo Raphael por la tele, cantando el "Ropopompo..." del Tamborilero en el festival benéfico del Caudillo Franco. A las chicas del PPO adornar el pino en la plaza de España, a la rondalla de l'Albà subida en un camión en la plaza de la iglesia, en esa fría Nochebuena tras la Misa del Gallo, mientras el cantador intenta hacerse escuchar entre el murmullo general y los piropos de "Ahí, Gallo".

    Ya nada es igual, perdí la inocencia como perdí las figuritas de barro de aquel Belén soñado, se deshicieron por una avería de agua, después las compramos de plástico, y ya nunca fue lo mismo. Todo ha cambiado, ahora Raphael canta el "Ropopompo" en las teles de izquierda que odian al Caudillo Franco. Los Belenes son autómatas, sacados de las películas de Hollywood, puedes ver hasta las pecas de las figuritas que parecen personas en miniatura, y tienen luces y movimiento, y hasta agua corriente. L'Albà es un símbolo del pueblo y se canta dentro de la iglesia con un silencio exquisito. Ya nadie pasta en casa, los dulces se compran en las tiendas y supermercados, y los Reyes ya no quieren algarrobas para el caballo, sino gasoil para el tráiler repleto de juguetes.

    Y van pasando los días y van pasando las personas que has querido y admirado tanto, la lista es muy larga. Los últimos en irse han sido Eugenio Ponz y Conrado Sancho. El alcalde ceramista y el custodio de l'Albà, respectivamente. Y es que al final parece no quedarnos nada y de pronto, aparece un temporal de Levante, se pone todo gris y melancólico con la lluvia. Y va y resulta que el dichoso temporal, sazona campos y de paso a los espíritus sedientos. Y es que ya lo dice el refrán: "Moris la mou i llevant la plou". Feliz Navidad a todos.

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    comentario 1 comentario
    Vicent Bosch i Paús
    Vicent Bosch i Paús
    22/12/2016 11:12
    Bona escriptura.

    Vicent, jo no conec cap TV d'esquerres; per a mi, totes estan al servei de l'Ibex-35 i són la veu de la CNN en les nostres terres. Encara me'n recorda d'una anècdota de Conrado en una "albà" a l'església referint-se als que havien faltat aquell any, que n'eren tres; dos havien faltat i el tercer havia pujat al cel.

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