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Por Manuel Guisande
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Somos como somos y no hay quien nos cambie

    A mí me encanta España; perdón no es que me encante, es que no hay un país como este, no lo hay, porque aquí sucede lo que no sucede en otro lugar del mundo pero lo que nos mata es… pues que tenemos buena voluntad, mucha, pero no nos conocemos, creemos que somos… y no.

    Mira, hace unos tres años, un tipo montó por aquí, cerca de La Coruña, en un pueblecito, un pub americano, pero americano de verdad, con todo lo que te puedas imaginar: letreros made in Usa, billar, botas de cowboy, revólveres, sombreros, placas de sheriff… menos él, que se llama Gabriel y su mujer Toñi, todo era americano, incluso tabaco incluso el tabaco, claro. Pues a los tres años, solo tres… joé, al cabo de ese tiempo, que no es mucho, ayer pasé por allí y el pub se ha convertido en una prolongación de la casa familiar.

    No me expliques cómo, en menos de mil días, al lado de la mesa de billar han aparecido amontonadas cajas vacías de Coca-Cola, de agua mineral, de tónica, de botellas de vino, de coñac, de ginebra… y encima de todo ese cristo… revistas, periódicos, bolsas de plástico, cáscaras de cacahuete, una publi de un súper y un cenicero.

    Y el ambiente…. ¡¡¡Dios el ambiente!!!. De aquél primer día en el que entré, que un chico me sirvió educadamente, que preguntó si quería jugar al billar y encendió todas las luces, que aquello más que un pub parecía un casino de Las Vegas… el chico ya no está. Ahora la barra la atiende una señora que ha cambiado la música de James Brown por la de María del Monte, que pone a grito pelado una teleserie a media tarde, y por una puerta de detrás de la barra suele aparecer Toñi, embarazada, mientras un niño corretea de un lado al otro del local y parece que el cliente es él, unas atenciones al chaval… pero unas atenciones…

    «¡¡Ven, ven con tu abuela; ven, ven Josiño!!, ven aquí mi vidiña…», se oye desde la barra y desde la Alhambra de Granada. «Ven, ven, neniño; quién te quiere a ti, quién te quiere a ti…». Y tú piensas: «Hombre, a mí usted no me tiene por qué querer, pero si no le importara ponerme un azucarillo para el café… o me dio terrón, aunque sea…».

    Y así estas, viendo el panorama, pensando cómo se ha pasado del «yirepa, yirule» al «te espero en casa amoooorrrrr» y hasta te da ganas, por eso de no desentonar, preguntar: «Aquí bocatas de salchichón no tendrán, verdad…». Y mientras dudas en pedir uno de salchichón o de sardinillas, cavilas en cómo comenzó a tunearse el local y a la vez te dices: «Mejor que Pub Ohio le iba Casa Toñi, total Ohio y Toñi tienen cuatro letras…. gasto no era». Y es que es eso, voluntad e intenciones… todas, pero luego… es que somos así.

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