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Por Manuel Guisande
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La «tasa Google» o la mediocridad de los grandes editores

    Cuando no se tienen ideas, cuando no se saben buscar fórmulas para rentabilizar un producto (en este caso un periódico) entonces los editores de los grandes diarios recurren a lo más sencillo, a lo que han hecho toda la vida: a las subvenciones o ayudas institucionales sin contar con todo ese potencial intelectual que son los periodistas.

    Estos solamente son utilizados como francotiradores de las palabras, y cualquier idea que emane de ellos simplemente no vale porque no pertenecen al circulo del Staff, como si las ideas y el talento solamente fueran patrimonio de ese grupito de tipos casi siempre vulgares que temen que si alguien aporta algo interesante puedan perder su puesto.

    Alejados, pero muy alejados están de esa mentalidad muy estadounidense que dice: «todo lo que es bueno para mi empresa es bueno para mí» y se potencia al trabajador para que con su iniciativa sea un valor añadido de la empresa y la sienta como suya, única forma de que las cosas vayan bien y que el trabajador no se sienta una pieza absurda del engranaje.

    Y como estos grandes editores no saben qué hacer, salvo reunirse, pues la idea es pedir, ni negociar, y conseguir una ley de Propiedad Intelectual que lo primero que consigue es que Google decida cerrar su servicio de noticias, causando un perjuicio a todos los ciudadanos; a los propios grandes editores, que verán reducido un poco su tráfico de entradas; pero especialmente a los pequeños digitales, que es donde en la actualidad esta más que nunca la libertad de expresión, y que supondría la auténtica ruina y el cierre.

    Y como este país es el ridículo de los ridículos, ahora el simplísimo ministro Wert (digo simplísimo porque comprobarás que las letras de su apellido en el teclado están seguidas, en orden, quizás para que no se equivoque) recula con la ley y dice que habrá una negociación con el buscador. Pues chaval, antes de hacer una ley hay que pensar y conocer las consecuencias; pero claro, en orden, por lo visto, solo tienes eso, el apellido.

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