ENTREVISTAS

"Nuestra cultura merece quedarse atónita. Toca callar, y avistar"

ÁNGEL PADILLA - 18/05/2021 | Fotógrafo: Demián Ortiz

Entrevista al poeta Enrique Falcón sobre la presentación de su poemario "Sílithus" en Librería Berlín (Valencia)

Enrique Falcón (Valencia, 1968) presenta su última obra poética, "Sílithus", el jueves 27 de mayo, a las 19: 30 h., en la librería Berlín, de Valencia.

Enrique Falcón es uno de nuestros mayores poetas vivos en castellano. Con una ingente actividad poética durante toda una vida más que intensa (es un agitador poético social inagotable), se sitúa no sólo entre los poetas mejores de habla hispana sino entre los poetas más particulares, junto con "poetas-poetas" como Jesús Lizano o Antonio Orihuela. Su tremenda y admirable obra "La marcha de 150.000.000" lo consagró –edición tras edición, aumentaba y mejoraba su texto en cada editorial que publicaba la obra, como Whitman sus "Hojas de hierba" o como en sus Flores del mal Baudelaire– entre la crítica y los asiduos de la poesía como una de las mayores y más ricas voces poéticas. “Sílithus” es un nuevo paso en su andadura de hombre no hombre, humano no humano, visionario con cuerpo y semblante de animal preocupado y taciturno a la vez -puede- con brillo de esperanzado -calmo por la esperanza-, porque ve más, como las libélulas. (Para quien desee buscar una mayor información sobre Enrique Falcón, véase su página en la Wikipedia.)

Enrique, ¿te sientes tocado por algo superior? Francisco Alonso Fernández, en su ensayo sobre el genio y la locura "El talento creador" habla de los poetas de la actualidad como los continuadores de los chamanes. Vemos más, o distinto, y lo comunicamos a la tribu, dice el psiquiatra experto en personas creativas. ¿Quién te habla? ¿O ves imágenes y las trabajas con palabras? ¿Podríamos acercarnos a quién o quiénes hay al lado de ti cuando escribes los versos?

E.F.: Créeme si te digo que me interesa, y muchísimo, cómo se produce el proceso creativo, con qué talentos o predisposiciones tiende a contar, cómo ha sido históricamente entendido y cómo se hace presente en mi propia conciencia y en la experiencia narrada de otros creadores muy cercanos a mí. Sin embargo, en ningún momento me he encontrado con un toque superior (y mira que precisamente yo no soy nada sospechoso de querer negar lo espiritualmente trascendente). Los poetas nos manejamos con artefactos de palabras, sí, de palabras, pero al fin y al cabo: artefactos. Y políticamente posicionados, por cierto.

El papel social del creador, en tanto acompañante (uno más) de la colectividad, es algo que habremos de defender siempre con uñas y dientes, puesto que ese es su mayor papel subversivo, especialmente en un entorno tan profundamente anestesiante. Pero a esa tarea yo asocio más la figura del artesano despierto que la del mediador poseído por el genio. Que Rimbaud, mi maestro vidente, me lo disculpe: cuando escribo, al lado de mí no hay más (ni menos) que mundo.

El jueves 27 de mayo presentas "Sílithus" en la librería Berlín, de Valencia. Sobre la presentación comentas en la red facebook: "Se presenta "Sílithus" [...] Un libro que escribí por encargo (pero cuya poesía nadie debería tener que escribir). Un poema de 3.000 versos en los que no sale nunca la palabra "yo" (pero que cuenta la inmediatez de lo que van a ser nuestras vidas). Recitaré algunas de sus secuencias..." Me llama la atención, me agrada, tu requiso del pronombre yo. ¿En qué forma se diluye –si es que lo hace– tu yo, o el yo del autor, en la obra y en la obra-viva?

E.F.: Bueno, sobre esto en algunos lugares el libro provocó un pequeño revuelo al poco de salir publicado: pareciera que con “Sílithus” había dejado de creer en la legitimidad del yo en la expresión poética. Lejos de mí, sin embargo, abjurar (en principio) de ella, aunque escribir este largo poema necesitó renunciar a ese uso del yo.

En efecto, en sus 150 páginas no aparece nunca ese pronombre, ni ninguna otra palabra que esté en la primera persona del singular. Quien lea con atención el poema, lo entenderá. Y para quienes se escandalicen demasiado pronto por esto, diré que en mis poemarios anteriores ["La marcha de 150.000.000", "Amonal", "Para un tiempo herido", "Taberna roja", "Porción del enemigo"...] la articulación del yo pudo movilizar, de hecho, determinadas y diversas posibilidades de escritura poética: la de nombrar directamente a los verdugos (dirección incluida, como nos pidiera Brecht), la de no olvidar jamás el nombre concreto de cada víctima, la de integrar el yo en un nosotros mucho más amplio y liberador, la de cuestionar problemáticamente su supuesta redondez individual, o la de situarlo en esa otra estrategia que tan magníficamente expresó Ana Pérez Cañamares al reconocer que “escribo sobre mí / porque yo / soy cualquiera”.

Dicho esto, lo que tampoco podemos hacer es ignorar el aplastante endiosamiento del “Yo” en nuestra cultura y en nuestra poesía más reciente. A veces me da por pensar que hay más poesía, en tanto que palabra realmente significativa para nuestras vidas, en las oscilaciones del precio del petróleo a las que asistiremos durante los 24 próximos meses, o en los progresivos índices de agotamiento del litio o del cobre, que en todos esos poemas retroadolescentes a los que, engordados con tanto y tanto “Yo”, demasiado se nos va acostumbrando en este país.

También me gusta lo de "recitaré algunas de sus secuencias". Tu poesía es muy pictórica, y veo claramente que la entiendes como "cinematográfica", quiero decir como compuesta de escenas muy reales, y no ya de ficción –por eso aludes a secuencias–, sino, como digo, de hechos físicos. ¿Sientes cuando escribes que ves más allá, y hechos futuros? Al hilo ¿tienes alguna teoría sobre aquello de presente-pasado-futuro?

E.F.: Sí, es cierto lo que dices: a la hora de modular el ritmo de un poema largo como este (¡tiene 3.000 versos!), hay muchas deudas contraídas con las cadencias rítmicas del cine, con las de la pintura en tríptico o la seriada, y también con cierta noción un tanto wagneriana acerca de cómo ha de desplegarse una sinfonía, por ejemplo.

En cada “secuencia rítmica” del libro está en juego, en efecto, esa relación entre presente, pasado y futuro que tú mismo mencionas. “Sílithus” es (recordémoslo) un apocalipsis y por tanto se da en él lo que la cultura inca llamó la “Conversación de los Tres Tiempos”, la cual no deja de ser en lo político una excelente metáfora, a mi parecer, de lo que hoy tal vez signifique escribir. Nos lo recordaba Jago Cooper: “Todo el tiempo está unido: el presente, el futuro y el pasado existen a la vez, discurren siempre en paralelo, y es posible desplazarse entre los diferentes tiempos y aprovechar las ideas que los tres pueden ofrecer. Los fardos de las momias de los ancestros se traían a la sala para contribuir a la conversación con los saberes del pasado. Sin embargo, también en la sala y formando parte del debate, estaban los espíritus de los descendientes aún no nacidos. También ellos ayudaban a configurar las decisiones políticas que tanto iban a afectarles...”

Si lo piensas bien, Ángel, nuestra civilización persiste absurdamente en tomar sus decisiones desde Un Solo Tiempo, el del beneficio inmediato, el que de modo tan poco autocontenido decide ignorar aprendizajes y consecuencias. Somos una cultura ciega: en nuestras conversaciones hemos excluido tanto al ancestro como al ser no nacido.

¿Qué podrá ver, escuchar, quien acuda a la presentación de “Sílithus” el jueves 27 de mayo en la librería Berlín, de Valencia?

E.F.: Aún no lo tengo claro del todo. Tengo entendido que parte del público que allí asistirá ya conoce bien mi trabajo, puesto que ha estado leyéndolo y debatiéndolo durante ocho tardes de jueves seguidas, durante estos últimos meses. Por eso habré de cuidar aún más ese recital.

En todo caso, creo que la gente podrá ver ese día a “La joven de la peca”, una de aquellas crías (de cabello rastrillado y radiocórtex en la piel del hombro) que, en el comienzo de “Sílithus”, son interceptadas por los rastreadores del Estado para encararlas frente a una pared y hacerles, como hoy a casi todos nosotros, las Preguntas Terribles. Cuando digo que verán su estremecedor rostro, es que lo verán. ...No cuento más (toca respetar el misterio)...

Ojalá puedan ver también a un hombre desnudo que nos interroga con su mirada mientras sujeta entre las manos un enorme radiolario, pero me temo que el artista que también lo pintó aún no va a mostrar ese cuadro en público. También verán el Diagrama de Burgess, un anticipo de 1925 de lo que son nuestras propias vidas en las grandes ciudades de hoy (la ciudad de Sílithus es, como cualquier otra, quizá también la nuestra). Y verán algo que no se suele mostrar a menudo, el lugar donde radica la doble capitalidad de nuestro planeta (no, no es Nueva York, ni Pekín): el fondo submarino del estrecho de Mesina y el vertedero de Mbeubeuss en Dakar.

...Y entre una cosa y otra, la gente podrá escuchar versos, esos informes sobre el mundo que alguien devuelve a una asamblea de hombres y mujeres que viven en disposición para cambiarlo.

Por ello, de "Sílithus" expresaste (en el tiempo de la inminente salida del libro de imprentas, en entrevista a este mismo medio en 7/5/2020): "propone que es posible despertarse de ese fracaso de civilización que cada día constatamos en la migración de nuestros hermanos más pobres, en la desigualdad social también en nuestros propios países, en la suicida destrucción de nuestros entornos y nichos naturales, en lo que ahora nos muestra esta pandemia y (siento decir que en breve) en el mayor colapso energético y ecológico de nuestra reciente historia como especie". Y prosigue, Enrique, el calentamiento global, y crece la idea en la gente de que una vez salgamos de la pandemia vivirán sus vidas con mayor "intensidad", "libertad", o sea con un mayor "carpe diem"... Se repite y se repite todo, grotescamente, ¡como una peonza que girase sin tiempo!

E.F.: Sabes que el libro pude acabarlo en el otoño de 2019, tras siete años de intensa escritura. Y se publicó en marzo de 2020. Te cuento: cuando ese año acabó, hace cinco meses, me pregunté cuáles podrían haber sido los sucesos, durante ese año pasado, más “intensamente” importantes para todos nosotros. Y apunté una docena sobre un papel sobrante que todavía guardo.

Te transcribo aquí cinco de esos sucesos: “[Febrero de 2020]: tras consultar el ranquin anual de naciones y probabilidad de impacto por calentamiento global, llega a España el Proyecto Vivos Terra, la empresa de Robert Vicino especializada en la construcción de ciudades refugio y búnqueres subterráneos para personas de altísimo poder adquisitivo”; “[Marzo de 2020]: la OMS declara pandémica la enfermedad provocada por el SARS-CoV-2, el séptimo de los coronavirus recientemente aislados y capaces de provocar infecciones en seres humanos. Más tarde, Boris Cyrulnik avisa que, si se restablecen nuestras condiciones de consumo y transporte, es previsible la aparición de un nuevo virus en pocos años”; “[Abril de 2020]: la concentración media diaria de CO2 en la atmósfera alcanza un nivel récord de 415 partes por millón (ppm), un valor histórico que no se alcanzaba desde hace 3 millones de años”; “[Septiembre de 2020]: el gigante británico BP, la quinta petrolera del mundo, da por hecho que ya se ha alcanzado el pico del petróleo (peak oil)”; “[Diciembre de 2020]: por primera vez en la historia, la masa de todo lo que artificialmente ha fabricado el ser humano supera a la de todos los seres vivos del planeta (biomasa)”.

Bueno, son solamente cinco de las muchas fracturas temporales que se están abriendo bajo nuestros propios pies, y para entender el calado que estas (y otras) nos pueden estar mostrando, recomiendo la lectura de lo que han sabido avistar los últimos trabajos de Antonio Turiel, Jorge Riechmann y Rebeca Solnit, entre otros.

En Sílithus son los niños los que hacen detonar el comienzo de una gran revolución. Entiendo –y sé que es así– tus libros como absolutas visiones, como productos de un gran visionario. Una revolución, presenta, muestra "Sílithus", iniciada por niños. ¿Hasta qué punto piensas que hay, habrá, "trasvase" entre lo que ves y nos cuentas que ocurrirá, y lo que realmente ocurrirá?

E.F.: Acerca de esos trasvases de los que hablas, no deberíamos olvidar que “Sílithus” no trabaja tanto con predicciones como con mitos. Y el mito se caracteriza por su aptitud para ser contado y repetido. Sin embargo, a pesar de la recurrencia de hechos visibles que esa dinámica misma de repeticiones nos pone hoy ante los ojos, la extrañeza que seguramente produce el poema surge en buena parte de la incapacidad que se nos presenta al querer leer con los mitos del pasado los mitos del futuro. Incluso de nuestro inmediato futuro (insisto en que somos una cultura ciega). Baste para ello entender el entrecruzamiento de escenarios que, por ejemplo, nos muestran los últimos informes del IPCC para las próximas décadas. Por eso también a nuestra poesía se le ha presentado el reto de cómo volver a narrar todos esos mitos ante el abismo que supone un nuevo cambio de época. La problemática de concretar los trasvases que se dan entre narración e historia, entre poesía y experiencia colectiva, entre palabra previa y hecho producido, no procede pues de ningún tipo de anticipación, sino de un simple y humillante acto de lectura. Y en él también concurren amenazas y promesas.

Me dijiste en algún momento de esta pandemia que "[...] en la medida en que el acto creador solamente es fructífero tras un intenso ejercicio de escucha, creo que es un tiempo excelente para no escribir ni un solo verso." ¿Andas en la escritura de algo, ahora, o todavía a la escucha (como Rilke)?

E.F.: Sigo en el mismo tiempo de barbecho, Ángel, y hasta quizás aún más radicalizado en todo lo que te dije acerca de este silencio mío para tiempos de pandemia. No somos del todo conscientes de lo que está ocurriendo en términos de derribo para nuestros discursos y autorrepresentaciones de siempre. Los unos han quedado demolidos y las otras radicalmente cuestionadas sobre un fondo de víctimas, enfermos y muertos.

Hay quienes hoy están viviendo entregados a una cierta idea de restauración (creo yo que un tanto patéticamente) con estrategias de nostalgia y de “regreso a la normalidad”. Para esas personas lo que vivimos solamente puede tratarse de un fastidioso tiempo de espera que me imagino acabará manifestándose después con más turismo de masas, con más “carpe diem” y con un renovado frenesí consumista. Hay otros que es cierto están estirando las ocurrencias más intimistas del ego por medio de una suerte de diarios pandémicos, pero me temo que solamente lograrán sacar más punta a un discurso que, por interiorista, tal vez ya ha nacido desgastado.

Entre otras cosas, este tiempo “de excepción” no debería nunca preceder a un Estado de excepción, pero (colapsando por en medio) me muestro muy pesimista ante ello: en otras ocasiones ya consiguieron taparnos la boca, pero también eso nos puede pasar llenándola de espejismos, desalientos y trivialidades. El mismo Ballard nos avisó de nuevos ciclos para acentuar en algún punto más lo que él denominó “fascismo soft”, fascismo suave. Ojo.

Sí. De verdad creo que este es un tiempo para reconocernos asombrados, aunque solo sea una vez en la vida, porque el reto que se nos abrió a comienzos de 2020 quizás nos esté hablando en términos de comprensión, de contemplación y escucha. Nuestra cultura merece quedarse atónita. Toca callar, y avistar. Ojalá tras este “vasto silencio” (eres tú, Ángel, quien me recuerdas a Rilke) haya “un nuevo principio, una señal y un cambio”, tal como escribió en uno de sus más conocidos sonetos.

Asistimos a la caída estruendosa de la Cultura por todos lados. La de la música, donde todos sus espacios han sido robados –le queda la calle, y a los músicos los multan por tocar allí–; la de las artes en general, donde no "triunfa" quien vale sino quien tiene dinero y contactos. En la televisión, el mayor altavoz para el conjunto de nuestros vecinos, podemos observar que incluso el uso del lenguaje se relaja, ni siquiera los periodistas estructuran bien las frases. Existe una vagancia generalizada en cuanto a la herramienta más útil para defendernos, que es la lengua, y así todo se pocha y declina, como un clavel que muere por falta de su agua. Creo que no ha habido tiempo más vergonzante en que existan más enfrentados los dos mundos: el que busca matar lo rico cultural novedoso y su inherente pensamiento crítico y ese mundo de la cultura verdadera y su pensamiento crítico de la mano, que grita por detrás de los muros, intentando llegar a las casas, cada vez más lejanas. (Y hablo de vergonzante tal situación, y sobre todo este tiempo, que no es distinto, por supuesto, a ningún otro, únicamente, y aquí lo importante, en que ahora "se sabe más", de hecho a esta era se la denomina la de la información).

E.F.: Bueno, tampoco la era de la información quiso nunca convertirnos en hombres y mujeres realmente libres, capaces y diestros. También en lo cultural somos muchos los que advertimos un lastre, que viene ya de largo, en la saturación (también informativa) de nuestras sociedades de cansancio. El esfuerzo que se ha de hacer para no entrar en las “lógicas de Centro y Poder” que ese modelo nos propone es, no lo voy a negar, un esfuerzo enorme. Pero también tarea nuestra es celebrar las alegrías cómplices de quienes en un poema viejo llamé los “seres intocables”, esos hombres y mujeres que sabiéndose libres comparten una vida digna que los centros de poder calificarán de periférica, excéntrica o prescindible. Nuestros cuerpos no pueden estar hechos solo de sexo y monedas, como escribió en uno de sus poemas Addhakasi, aquella antigua prostituta y monja budista cuya poesía nos dio a conocer Jesús Aguado.

La existencia de estas otras lógicas de vida buena incluso deberíamos celebrarla hoy más que nunca, porque la mayor amenaza de nuestro tiempo está a punto de recaer sobre lo que precisamente llamamos Centro. Y recordemos que en las páginas finales de “Los últimos días de la humanidad” ya Karl Kraus calificó de “pírrica victoria” la que a diario proclaman quienes ocupan o sueñan ocupar esos mismos centros de poder. Hay mucha sabiduría en las sonrisas que veo dibujarse en las personas de bien que también nos rodean en las periferias.

En la pieza de "Sílithus" "Tiempo de cólera y tiempo de misericordia" se dice: "[…] Carente de estatura / la ruina hoy ya ha alzado su copa, / los hombres solo viven un día, / y no hay peso suficiente en quien no ha pedido perdón." La ruina ya ha alzado su copa. También hay un poema en “Sílithus” que habla sobre el mar, quien soporta todas las basuras y venenos que el humano arroja en él. El humano como generador de basura en todos los sentidos. ¿Eres de los que piensas que el humano es fundamentalmente bueno desde la infancia y, después, en función del marco, se transforma en depredador? ¿Hoy, en gentes que "solo viven un día" y para los que, por no pedir ni perdón, "no hay peso suficiente"?

E.F.: “Sílithus” está muy influido por la antropología que Walter Burkert desplegó en aquella incómoda maravilla que tituló “Homo Necans”. Fíjate en cómo podríamos traducir ese título: nuestra especie es la del homo depredador. Añado a eso lo que también tú ahora señalas: en una cultura de defecación. Hay unos versos de “Sílithus” que la nombran como “peso de una civilización / de ingesta, desecho y caza” y, de hecho, la secuencia final del primer canto del poema actualiza, en siete acontecimientos que hoy definirían nuestro estilo de vida, la tríada del sacrificio ritual que Burkert atribuyó precisamente a nuestra civilización.

Mientras traficamos con nuestros confortables mundos posibles, vamos sacrificando a otros seres (humanos y no humanos) en una violencia espantosa propiciada entre personas notables por una forma de gobierno sumamente ordenada, una actitud de gran formalidad y una desarrollada estima por la belleza. Y siendo verdad esto que en su día Clendinnen denunció, creo que no existe ningún peso suficiente para volverlo disculpable.

Actualmente Palestina está sufriendo el mayor empuje destructivo por parte de Israel... Las Naciones Unidas son una broma, ¿verdad?

E.F.: Bueno, desde hace décadas esa “broma” es lo que la poeta de ascendencia palestina Rafeef Ziadah llamó “el sonido de las bombas para el resto de los días”, en un estremecedor poema [link: https://www.youtube.com/watch?v=neYO0kJ-6XQ&t=19s] escrito tras la Operación Plomo Fundido que el ejército israelí emprendió contra los barrios de Gaza en diciembre de 2008 y enero de 2009. Es la misma “broma” que los europeos nos fuimos contando hace apenas unos meses a propósito de otros dos pueblos despreciados: el pueblo armenio y el pueblo artsají. Quizá ya ni nos acordemos de ello. En “Sílithus” se incluye una secuencia larga de versos acerca del Kipat Barzel, un sistema móvil de interceptación aérea que el gobierno de Israel ha podido desarrollar en parte gracias al silencio de la Unión Europea y la transferencia de suministros tecnológicos y militares procedentes de Europa, esa “Europa muda” que ya denuncié en un viejo poema y que los lectores de este periódico pueden ahora volver a escuchar frente a ese cuadro todavía tan vivo que seguimos llamando el Guernica. [link: https://www.rtve.es/alacarta/videos/suena-guernica/suena-guernica-exquirla-europa-muda-10-05-17/4002907/]. Hay lugares donde las noches, como en Gaza o en Artsaj, se han vuelto otra vez oscuras e interminables.

¿Te visita en la noche alguien? ¿Crees que al morir todo cesa para el yo, el nosotros?

E.F.: Por las noches, al dar por terminada la jornada, creo que nos visitan los otros “yo” que en esa jornada podrían haber sido. Algunos de ellos nos regañan. Otros nos piden un abrazo de despedida, una vez finalizado ese reino de la posibilidad que llamamos día. Pero hay otros que agradecen no haber existido, al menos durante esa jornada. También por eso creo que la muerte no tiene la última palabra. No, no habrá un cese definitivo tras nuestras muertes, sino más bien todo lo contrario.

¿Nacemos por casualidad o para todos hay un plan?

E.F.: No puedo creer en el determinismo de un plan preconcebido. Para todos, para todas, lo que realmente existe es una invitación. Incluso en el reino de la casualidad, entre tanto ruido podemos escucharla a veces. Ella habla de lo que mi hermano Antonio Orihuela, en uno de sus más recientes poemas (escrito precisamente tras la lectura que hizo de “Sílithus”) ha llamado “baile de la compasión universal / despertar insomne”. Y en el reino común de las posibilidades, ese que nos abre en formas de futuro, es más que posible acoger dicha invitación. De otra cosa quizá no hablen el arte y la poesía que hoy necesitamos.

NOTA: Para reservar plaza en la presentación de "Silithus", de Enrique Falcón, el jueves 27 de mayo a las 19: 30, por temas de aforo, la organización ofrece este teléfono de contacto: 963 698 654. Y el correo electrónico info@libreriaberlin.com

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