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El IVAM lleva la obra de Vicente Colom al Queen Sofia Spanish Institute de Nueva York

    La directora del IVAM, Consuelo Císcar, la presidenta del Queen Sofia Spanish Institute, Inmaculada de Habsburgo, el artista valenciano, Vicente Colom, la comisaria de la exposición, Barbara Rose, y el Cónsul de España en Nueva York, Fernando Villalonga, presentan hoy, en el Queen Sofia Spanish Institute de Nueva York, la exposición “Vicente Colom” que podrá visitarse hasta el próximo 6 de noviembre.

    La muestra reúne una selección de 60 dibujos realizados en tinta sobre papel, de los cuales, doce han sido donados por el artista al IVAM. Vicente Colom que desde mediados de los ochenta había adoptado la arquitectura urbana como tema, vuelve con esta exposición de nuevo al paisaje, y en concreto, al paisaje mediterráneo, centrándose en la Albufera y deteniéndose en los detalles de su vegetación. Colom emplea con preferencia la luz del atardecer frente a la del mediodía, la de los días plomizos frente a la de los días luminosos, que matiza los contrastes y claroscuros que observa en la naturaleza.

    El catálogo de la exposición contiene una crono-biografía de Vicente Colom y textos sobre el artista de Barbara Rose y Consuelo Císcar, e imágenes de las obras que integran la exposición.

    Vicente Colom nació en Valencia en 1941 y a la temprana edad de 14 años comenzó a trabajar en la imprenta fundada en 1887 por Luis Farinetti que, por aquel entonces bajo la supervisión de Ernest Furió, realizaba el timbrado en relieve a través de placas de acero grabadas a mano con buril. Ésta actividad a la que dedicaría más de una decena de años, sería el elemento provocador de su interés y admiración por los pintores grabadores como Rembrandt, Goya y Durero, de los que reconoce algunas huellas e influencias en su arte.

    Paralelamente, se formó en la Escuela de Bellas Artes de San Carlos hasta 1965, fecha en la que partió para París, donde viviría durante tres años, regresando a España tras los acontecimientos revolucionarios del Mayo del 68. En esta ciudad sobrevivió dando clases de Yoga en el Centro Cultural de la India y trabajando como grabador. Sería en Paris cuando Colom se inclinaría casi definitivamente por el dibujo a pluma. Sus múltiples visitas al Musée Guimet, Musée Nacional des Arts Asiatiques, en cuyas colecciones se pueden encontrar importantes muestras de pintura tradicional china, le reafirmaron en el objetivo de conseguir las máximas calidades y volúmenes a través del blanco y negro, del claroscuro y del dibujo.

    En 1969 conoció a Federico Roble, director de la Galería Fortuny de Madrid, quien le introdujo en el entramado artístico de aquellos años. Un año antes de su llegada, había tenido lugar en la Galería Eurocasa de Madrid y posteriormente lo haría en la Galería As de Barcelona, la exposición «Antes del Arte» cuyo objetivo, según el teórico del grupo, Vicente Aguilera Cerni, era “rastrear el camino que va de la ciencia al arte”. En la misma línea de investigación, se proyectarían experiencias similares como las organizadas por el Centro de Cálculo de la Universidad de Madrid y, por otra parte, se reafirmaría la reacción de carácter heterogénea de la «Nueva Generación» contra la poética del informalismo, que Juan Antonio Aguirre consiguió plasmar en su libro Arte último, publicado en 1969.

    En 1972 compartió estudio con Vicente Peris en Madrid hasta 1974 cuando conoció en Munich a la bailarina norteamericana Pamela Shuts, que inspiró sus series sobre el movimiento y la figura humana con músicos ambulantes, tipos populares y, sobre todo, la danza. En 1975 comenzó su amistad con Raúl Chavarri, quien lo apoyaría y orientaría en su trayectoria artística. A finales de los setenta, Colom compaginó la pintura al óleo y a la cera de corte expresionista –desnudos y paisajes- con el dibujo a pluma, que a partir de esos momentos y se caracterizaría por una acumulación dibujística tanto de contornos como de masas delimitadas en ciertas áreas del papel mientras que dejaba otras zonas ocupadas por el vacío. Espantapájaros, pantalones y chaquetas melancólicas, hamacas, arlequines fueron sus temas preferidos. Objetos que flotaban en un ambiente inexistente, desolado, trasmitiendo desasosiego e inquietud. Chavarri lo definió como un “remanso del realismo mágico o fantástico” de Franz Roh, como un “suscitador de imágenes capaz de convocar lo irreal, lo imaginable, y de construirse en una avanzada de pensamiento y de las emociones más allá de los límites de la propia mente”.

    Vicente Colom se mantuvo siempre independiente tanto de tendencias de corte realista, de lo cotidiano, como del hiperrealismo importado de Gran Bretaña y Estados Unidos, así como el pop y crítica socio-política tampoco llamaron su atención. Sin duda alguna, el conservar su independencia, ha sido una de las razones por las que Colom siempre ha compaginado su carrera artista con la de decorador y anticuario. Para él la decoración es un collage, un juego de combinación y de combinaciones eclécticas, mientras que el dibujo le conduce a la creación controlada y razonada. Colom dibuja del natural, su medio es la plumilla.

    Colom se entusiasma por el detalle, por el acabado del dibujo “porque el realismo le permite especular con el fondo poético de las cosas”. Suele retomar sus temas una y otra vez tras largos descansos, puesto que para él sus series son formas distintas de ver y observar el mismo objeto o secuencia. En sus variaciones los contrastes y claroscuros se observan con mayor grado en la naturaleza y la plumilla permite esa elaboración de valoraciones y degradaciones tonales establecidas por un entramado de líneas y por el trazo continuo y uniforme pero aplicado rítmicamente. Pero sus paisajes no son del todo reales, los elementos que los conforman han sido alienados y aislados a través del detalle.

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